Hoy fui por un café con Lu quién como siempre con una gran dosis de cariño e inteligencia me abrazó, oyó, habló y me puso a pensar. Dijo cosas que yo ya sabía. Yo sé que es hora de dejar la tristeza atrás, de enterrar su ausencia y decirle adiós. Y lo obvio para decir a continuación es la excusa: "sin embargo, es muy difícil". Y sí. Es claro que es muy difícil dejarlo atrás. Aceptar que se fue y que eligió no estar conmigo.
Sé que en la medida de lo posible estoy haciendo bien las cosas por fuera. Esto significa que en términos prácticos, he seguido con mi vida: voy al trabajo, hago chistes, voy al gimnasio, oigo mis podcasts, voy al mercado, escribo por encima de todas las cosas y cumplo con lo que debo. Pero por dentro el proceso ha sido más lento, profundamente más triste y, debo aceptar, mucho más patético. Sigo esperando que él responda aquel último correo así ya no haya nada más que decir entre nosotros, sigo viendo con tristeza su perfil en Facebook con la esperanza de encontrar un mensaje en clave para mí, sigo cerrando los ojos y reviviendo esos días de felicidad tan intensa. Y ante todo, sigo siendo impotente ante la esperanza. Mi corazón no deja de soñar con escenarios donde algún día, de la nada, él aparece frente a mí, con su corazón resuelto y la decisión de estar conmigo. Pero no puedo seguir así. Tengo que alinear lo interno con lo externo. Tengo que frenar la esperanza y soltarlo. Dejarlo ir.
Hoy leí algo que podría ser esto: "Protégete y confia en ti, porque al fin y al cabo, todas las personas quieren algo de ti o quieren que hagas algo por ellos, o quizá quieren hacerte ser algo que no eres. Tu única responsabilidad eres tu mismo". Y entonces recordé cuánto tiempo pasé hablándole de lo importante que era su felicidad y bienestar. Con un amor desinteresado, que no sabía podía sentir, acepté que para él eso significaba irse. Y ahora, es momento de dejar de pensar en él, en su felicidad y en las decisiones que pudo y podría tomar, pero que no pasarán. Ahora, toca recordar que lo que importa es protegerme a mí misma, confiar en mí y reconocer que mi única responsabilidad soy yo misma. Y para volver a estar bien, debo dejarlo ir. Necesito entonces dejar de tener esperanza. Debo ser disciplinada y obligarme a no soñar, a no anhelar, a controlar la historia que mi cerebro quiere escribir acerca de nosotros, esa donde él regresa, me abraza y todo deja de sentirse gris. No puedo hacerlo más.
Espero lograrlo pronto.
0 comentarios:
Publicar un comentario