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martes, 2 de septiembre de 2014

Status: Permanente

La primera vez que fui a Londres (y sí, soy una snob que dice cosas como "la primera vez que fui a Londres"), tenía 17 años y aproveché que estaba recién graduada del colegio para hacer algo que siempre había querido pero que por las reglas del colegio no podía: pintarme el pelo de colores. Así terminé en una peluquería llena de gente tatuada, con pirciengs en todas partes y claro el pelo de colores, que para mí que era pura inocencia hasta ese punto de la vida, eran los seres más increíbles del mundo.

Pero bueno, yo no era tan inocente. Para ese punto en la historia yo ya sabía que la pintura normalita de pelo (la que uno compra en el supermercado y los colores son estilo: caoba, rojizo y negro noche) se considera permanente y que la de colores alternativos (como yo quería) no lo es. 

Cuando le pregunté al peluquero en cuestión que si había chance de que me pusiera alguna permanente para no tener que andar pintándome el pelo cada 15 días y dañando las toallas de mi casa ya que la pintura las teñía, me dijo sabiamente: No hay nada permanente en la vida. 

Y eso me gustó. No me acuerdo de mucho más de lo que hablamos, excepto eso. No hay nada permanente en la vida. 

La frase resonó tanto probablemente por todos los peros que yo le pongo a la idea de algo permanente. Una relación, una casa... un país. Pero aquí estoy hoy celebrando que por fin tengo el status de Residente Permanente en los Estados Unidos Mexicanos. 

Lo celebro básicamente porque en términos prácticos lo único que cambia en mi vida es que ya no voy a tener que pagar 2000 y pico pesos al año por vivir en México. Me ahorraré las interminables idas a Migración y eso me hará muy feliz. Creo que en este punto, ya hasta extrañaré a los de la fotocopiadora del lado a quiénes regalé cientos de pesos por servicios de internet, impresión y fotos inmundas para documento. 

Pero es difícil que no se sienta extraño. Que no haya una parte de mí que este conflictuada porque permanente suena a para siempre, suena a raíces, suena a "aquí estás y aquí te quedas". Y eso es algo con lo que nunca me he sentido cómoda. 

Creo que lo mejor es ser pragmática al respecto. Nada va a cambiar en mi vida. A lo mejor eché raíces y no me di cuenta. A lo mejor mañana, sin importar mi status migratorio, decido que es hora de irme. Pero la verdad es que no quiero, como dije la vez pasada, por primera vez desde que llegué, siento que tomé realmente la decisión de estar aquí y hacer mi vida. 

Sé que la distancia nunca dejará de pesar y espero que nunca llegue el día en que ya no me duela estar lejos de mi mundo de Bogotá porque significará que ya no tengo a qué volver. Sé que habrá días en que quiera mandar todo a la mierda e irme a Colombia en el primer avión. Pero también sé que México hoy es mi casa, que hoy cuando me levanto no hay otro lugar donde quiera vivir, que algunos de mis lugares favoritos en el mundo están en este país y en esta ciudad (Shakespeare, hablo de ti), que aquí me siento en paz y por supuesto, que aquí están algunas de las personas que más quiero en la vida. Y por todo eso, en este momento de mi vida, cuando hay días malos, cuando hay días en que extraño desesperadamente mi país, mi familia y mi gente, ya el primer impulso no es decir: pues me voy. 

lunes, 14 de abril de 2014

Ponerse histéricos y no históricos

Hace miles de años, tenía yo un novio muy sabio (y más para la edad que tenía) que cuando nos peleábamos decía que uno tiene que ponerse histérico y no histórico. Es una gran frase y pasará a la historia como una de las grandes enseñanzas. 

La cosa es que miles de años después, yo sigo tratando de aplicarla en mi vida diaria. Digamos, por ejemplo, ayer cuando Don Gelatina tuvo a bien tener una de sus reacciones en automático que me hacen sentir que ni yo ni mis cosas no le importan. Alguien más, alguien que supiera ponerse histérico solamente, le habría dicho que hiciera el favor de fijarse que le estaba diciendo algo que era importante y que no jodiera. 

Pero yo todavía me pongo histórica. Entonces me emputé, puse mis barreras y usé las palabras que uno no debe usar en las peleas: "nunca" y "siempre", que lo único que hacen es agrandar la pelea. Al final lo arreglamos, porque los dos queremos que las cosas funcionen, el tema en cuestión realmente no era algo grave y tenía una solución. 



Yo sé que he mejorado a la hora de lidiar con ciertas cosas de él que me molestan. Pero es difícil dejar ir el pasado y lograr que no sea un motivo más en la pelea. Es difícil borrar los días en que sentí que aún cuando todo había cambiado entre nosotros, yo era poquito. Que yo no tenía voto en la relación y que él en realidad prefería hacer las cosas sin mí. 

Hoy no siento nada de eso. Hoy sé que esas no son ciertas. Hoy sé que soy importante en su vida. Que mi voz tiene un peso. Que él quiere que yo esté en su vida y se está esforzando para que eso pase todos los días. Y aún cuando hay ciertos No contra lo que siento que no puedo luchar y que el único argumento que recibo es "porque no", he ganado muchas batallas y él ha descubierto que se puede ser feliz abriendo un espacio en su vida para mí. 

¿Entonces cómo carajos hago para que eso sea lo que esta en mi cabeza cuando él activa el botón de "hagámosla sentir como si no valiera nada"? 

Y en una segunda pregunta de investigación por si alguien se anima a ayudarme, ¿cómo hago para que él termine de entender que él es lo que yo quiero? Resulta que empiezo a creer que para él también es difícil no ser histórico y soltar sus creencias de que yo estoy buscando "un novio normal", que para rematar yo ni siquiera sé qué es lo que significa para él. Ya no sé cómo explicarle que lo que tenemos: una vida donde nos divertimos profundamente, donde compartimos nuestras pasiones, donde me siento oída, querida y valorada, donde no me aburro y donde sé que soy valorada por lo que soy... es lo que quiero y lo que me hace bien.

Así que para los que andan contando los minutos para que empiece semana santa y nos podamos ir a descansar, bien pueden usar su tiempo ayudándome a resolver mis preguntas.  


domingo, 14 de julio de 2013

Lo difícil es que sea mutuo...


"The greatest thing you'll ever learn is just to love and be loved in return". 

El problema es el return. Y no porque no me quieran. 

Ha sido una mala semana, en el trabajo me he sentido cansada, desgastada y así suene a telenovela... traicionada. Pero esas semanas pasan y sé pronto estaré de nuevo contenta, animada y con proyectos que me ilusionan en puerta. 

Pero el problema es mi corazón. Resulta que un día, sin darme cuenta, las cosas cambiaron, las reglas se rompieron y me encontré estando feliz con alguien que en teoría no debía ser. Han sido meses de ser muy feliz, de descubrir un lado distinto de alguien a quien ya conocía muy bien... ante todo, han sido meses de sentir por primera vez que estoy con alguien que me conoce profundamente, me quiere como soy y con quién estoy completamente cómoda de hacer y decir lo que pienso. 

Tras tantos encuentros con personajes que querían cambiar hasta mi acento, de repente fue fantástico encontrar a alguien con quien me siento tan cómoda de ser quién soy. Si a eso le sumamos que es un personaje con el que me divierto como con nadie más, con quién me río hasta llorar y con quién comparto los gustos de la vida diaria (cine, política, literatura)... casi que es la receta para una comedia romántica. 

Pero resulta que es un personaje que no quiere ser querido. Y creo que para él también ha sido una sorpresa encontrarse siendo feliz conmigo tan cerca. Pero 40 años de muros no se derrumban en unos meses - empiezo a creer que no se derrumban nunca. 

Así que pasé de la felicidad al desespero. A la frustración de encontrar a la persona con la que soy feliz pero con la que no puede haber nada más. Solo cuando me sentí realmente feliz, cómoda de ser quién soy y a gusto con la cercanía, salieron los sueños y las necesidades de más. Y como ya le he dicho miles de veces, no es que yo quiera mucho más. 

Yo no quiero ser de las parejas que hablan en plural hasta para lo que no toca - a nosotros nos gusta cagar por las mañanas y a nosotros nos sienta mal el té por las tardes - ni quiero perder la independencia de mis espacios donde él no esta. Pero hoy ya tengo claro que quiero: 

Quiero eventualmente convivir en la misma casa, quiero poder irme un fin de semana de paseo con él. Quiero llevarlo a Colombia y mostrarle lo que por más de 5 años llevo contándole. Quiero que de vez en cuando pueda llevarlo a mis planes. 

Al final además queda un quiero más que hace que sea difícil dormir por las noches. Ya sé que él me quiere y que soy importante en su vida. Que si me muero mañana le voy a hacer falta y le va a doler mi ausencia. Pero quiero saber qué soy para él. En qué me diferencio del resto de niñas, si conmigo se divierte más que con las otras, si él también siente esa comodidad de ser quién es sabiendo que no lo voy a juzgar. 

Según yo eso no es mucho. Al menos para mí. 

Pero para él si es mucho. 

Y aparentemente no hay punto intermedio entre los adicionales que yo quiero y lo que él esta dispuesto a ofrecer. Entonces estoy jodida. 

Él me ha sorprendido en su forma de acercarse, me ha enseñado sobre mí, sobre cómo estoy dispuesta a muchas cosas... pero no a otras. 

Una noche, en la que le lloraba mis quieros, él me hizo la pregunta para la que no tengo respuesta y que concentra mis dudas... "Yo no soy lo que tu quieres. Pero ¿te has preguntado si tal vez soy lo que necesitas para ser feliz?" 

Y claro, no tengo la respuesta. Y es la pregunta que me jode la existencia. ¿Y si lo que realmente yo necesito para ser feliz no es vivir con alguien, no es irme de paseo con esa persona sino tener a alguien que me da la libertad de ser lo que quiero ser, que me anima a hacerlo, que cree en mi, me conoce y quiere por lo que soy y esta ahí, cerca de mí, sin alejarse por los dramas que le armo, riéndose conmigo y logrando que yo me divierta como con nadie más? 

Pero si es así... ¿podré algún día dejar de soñar con pasear una tarde por San Francisco, llegar a un apartamento donde están las cosas de los dos y donde duermo a su lado? 

Una parte de mí se odia por no poder simplemente feliz con la inmensa felicidad que él le genera. ¿Por qué carajos quiero más? Después de tantos años de no encontrar a alguien que me quiera por lo que soy y a quién yo quiera por lo que es, ¿por qué no puedo simplemente aceptar que así son las cosas y que ya es mucho? 

Otra parte de mí, se emputa con él por cerrarse a la posibilidad de algo más. ¿Cómo es que si me quiere y yo lo hago feliz no quiere nada más? ¿Por qué se niega a intentar algo que tiene todo el potencial de ser bueno para los dos? ¿Por qué putas no ve que realmente nos adaptamos muy bien el uno al otro? 

A veces, cuando las preguntas, la frustración y los quieros se convierten en mucho, decido alejarme, mandarlo a la mierda y darme el chance de encontrar a alguien con quien lo que quiero sí se pueda. Pero entonces él aparece, me hace reír, me da el espacio para contarle mi vida... y no me alejo. 

Así que voy a volver a la terapia. Para adquirir la suficiente perspectiva y ver qué es lo mejor para mí. Porque ahorita, lo único que veo es lo confundida que estoy.