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viernes, 10 de abril de 2015

¿Y ya viven juntos?

Uno de mis caballitos de batalla con el Sr Gelatina era que yo quería que eventualmente nos fuéramos a vivir juntos. Y él (por supuesto) no quería. Y yo (por supuesto) no entendía por qué. Esto era un motivo de frustración y miedo en la relación porque era claro que iba a llegar el día en que yo no aguantaría más que no viviéramos juntos y la cosa ya no iba a funcionar. 

Un día le conté a la psicóloga el tema y le lloré que yo qué hacía si él no quería que viviéramos juntos y ella me preguntó que cuáles eran mis motivos para irme a vivir con él. Y uno esperaría que dado que eso era tan importante para mí que yo tuviera mi lista de motivos perfectamente clara... pero pues no. En realidad entre más lo pensaba, menos ganas me daban de vivir con él. 

Resulta que soy un ser increíblemente independiente y la idea de volver a convivir con otro ser humano en realidad me resulta aterradora. A mí me encanta pasar tiempo con él pero yo he descubierto que la gente me desgasta y que recupero mi energía cuando estoy sola. Valoro profundamente los días en que salgo de trabajar, camino hasta mi casa y luego llego a encerrarme y no hablar con nadie. 

Por otra parte, esta el hecho de que aún cuando somos muy parecidos y vivimos la vida de forma muy similar, hay algunos detalles donde somos muy diferentes y que en una convivencia nos generarían conflicto. Por ejemplo, no tenemos los mismos horarios y nuestros estándares de desorden difieren. Y honestamente no tengo ningún deseo de empezar a pelear porque me despertó para irse a trabajar o porque la cocina esta sucia. 

Y ante todo hay un tema... algo que yo disfruto mucho es el hecho de que cada vez que nos vemos es porque queremos, porque hay un motivo así sea simplemente echarnos a ver televisión. Algo que oigo mucho de las parejas que viven juntas es el "nos levantamos, corremos, salimos a trabajar y por la noche llegamos a dormir entonces casi que ni hablamos". A nosotros no nos pasa eso. Buscamos que los espacios que tenemos sean de calidad y que nos dediquemos el uno al otro. A pasarla rico y hacer lo que nos gusta. Y viendo en términos de cantidad, la verdad es que sí nos vemos muchísimo y hay una convivencia permanente. 

Sé que me estoy perdiendo de cosas que solo surgen cuando uno vive con la otra persona. Y a lo mejor llegue el día en que las necesite por encima de las que tengo hoy. Pero al menos en este momento, me encanta nuestra dinámica y la forma en que nos relacionamos. Creo que parte del éxito de mi relación es precisamente que cada uno tiene su espacio y su libertad. 

Pero eso no es algo tan fácil de entender para el mundo. Así como con el hecho de no querer tener hijos, no querer vivir con él me hace a veces un bicho raro. Y entiendo el conflicto, finalmente yo lo tuve mucho tiempo y mi monja interior me gritaba histérica que si ya no quería casarme y no quería reproducirme que al menos por favor fuera tan decente de vivir en pecado. Pero pues no. No siento que sea para mí y menos para nosotros. 

Y entonces vuelvo a tener que explicar cosas que no debería. Vuelvo a sentir que odio vivir en una sociedad tan cerrada a otras formas de vivir y de amar. No solo hay que casarse con alguien del otro sexo y tener hijitos, además hay que vivir en la misma casa, dormir en la misma cama, visitar a los suegros todas las semanas, no estar nunca con nadie más y vivir felices el resto de la vida. Y pues resulta que esto no le funciona a todo el mundo. 

Hay días en que me siento sola porque vivo rodeada de parejas mucho más tradicionales. Pero sé que hay un mundo entero de personas que eligen vivir su vida de forma diferente. Fui muy feliz oyendo un podcast sobre poliamor, no porque sea algo que yo quiera hacer en mi vida, sino porque me recordó que hay muchas personas que aman bajo sus propios estándares y reglas. 

Como yo. 











viernes, 22 de febrero de 2013

A través del espejo

Han sido unas semanas extremadamente largas. De trabajo en exceso, cansancio, gripa, desespero por  sentir que estoy dándome contra paredes que jamás había visto, de una enorme frustración por no tener acceso a mis espacios, que siempre han sido mi punto de equilibrio. 

Y en medio de todo esto, un día, mientras corría a comprar un sánduche para comer frente a mi computadora, Adri, mi mejor amiga, me mandó un mensaje. Habíamos hablado el fin de semana y como siempre, encontramos que vivimos momentos parecidos, que aún con lo distintas que somos, con las vidas diferentes que llevamos, las sensaciones y reflexiones eran similares. Ella también estaba cansada, perdida y frustrada. 

Pero su mensaje decía otra cosa. Y tal vez son los 15 años de estar cerca, tal vez es lo que llaman la intuición femenina, que la conozco mejor que muchos o que -desde la perspectiva masculina- como dijo Pollo, era algo que era obvio que iba a pasar. No sé. 

A mí me bastó leer un "Estoy feeeeeeliz y necesito hablar contigo" para saber que de repente la vida nos había cambiado. Que mi Adri, mi amiga con la que hicimos sopitas de bon-bon-bum en piña colada (para descubrir al día siguiente que era pésima idea ya que el azúcar sumado al trago nos estaba matando), con la que compartimos la emoción de enamorarnos de verdad luego de un primer noviazgo que no era lo que creíamos, la que me abrió las puertas de su casa y me dio una familia adoptiva donde siempre me he sentido cómoda, la primera en ponerme como referencia en una hoja de vida, la que en su momento fue una de las que me salvó la vida, a la que ayudé a vestir el día que se casó y por la que hice las cosas que jamás haría ni por mí misma, con la que hay tantas historias para contar y aún más que jamás contaremos pero que nos servirán cuando estemos viejitas y queramos recordar esos años donde exploramos, jugamos, viajamos y nos divertimos (incluyendo una que involucra una pata de pollo, una cámara y prueba que ella la buena y yo soy la mala).... esa que pasó de ser adolescente a ser joven y a ser adulta y jamás dejó de ser mi amiga... esa que es tan parecida a mí y al mismo tiempo tan radicalmente distinta... esa va a ser mamá. 

Una vez más viví uno de esos momentos de miles de sentimientos, todos al tiempo, muchos contradictorios, todos intensos. Lloré frente al celular y sin poder guardarme la noticia, se la conté a la señora de los sánduches quién se conmovió tanto que las siguientes veces que he ido ya hasta me pregunta por "su amiga, la que esta embarazada". 

La cosa es que siendo yo tan poco maternal, con tantas dudas sobre si quiero tener hijos, estando tan lejos de una vida de señora casada con bebé a bordo... jamás pensé que podría sentir una felicidad tan grande. Porque lo primero que sentí fue eso. La inmensa felicidad de saber que sus sueños se están logrando, que esa mamá que siempre ha estado en su interior va a salir y va a generar a un ser humano que desde ya sé que va a ser absolutamente increíble. Que para mi sorpresa, desde ya quiero. Porque ¿cómo no quererlo? 

Y por el lado de la felicidad, fueron saliendo el resto de los sentimientos. El dolor y la culpa de la distancia, de saber que no estaré para acompañarla, que no podré verla cambiar, que me perderé tantos momentos y que para ese bebe que va a llegar, yo seré la amiga loca de la mamá que a veces llega llena de regalos pero que no esta cerca. 

También estuvo el miedo... ese miedo que de repente siento de que la vida nos cambie y nos aleje. Que la vida de mamá, esposa y residente de Bogotá, sumada a mi vida de no-mamá, no-esposa y no-residente de Bogotá, acabe con los años de querernos sin juzgarnos. Y es que eso es lo especial de nuestra amistad: siempre hemos valorado que aunque somos muy parecidas en el fondo, vivimos nuestras vidas de formas muy distintas. Y ahí siempre estamos, para mostrarle a la otra, que todo podría ser distinto. Pero que no es lo que queremos. Constantemente vivimos situaciones similares y cada una ve en el espejo de la otra cómo podría ser una vida diferente. 

Hay días... hay días donde yo me pregunto qué hubiera pasado si nunca me hubiera ido a India, si me hubiera casado con el Ex o con algún otro que quisiera esa vida, si no tuviera esta profunda necesidad de ver qué hay allá afuera, que me ha traído hasta México y si en mí no hubiera ese gen independiente que logra que yo no dure más de 30 segundos contemplando la posibilidad de volver a Colombia. Y cuando tengo esos días, pienso en ella. Y la veo feliz, casada, llena, ahora embarazada. Y sé que aunque esa es una vida posible, no lo es para mí. 

Aunque sé que yo también soy su espejo, a veces me pregunto cómo me ve ella a mí. Si también me usa como referente en las noches donde se pregunta qué hubiera pasado si sus decisiones hubieran sido distintas, si Francia hubiera sido algo más que unas complicadas vacaciones o si la especialización hubiera sido en otro país. No sé exactamente qué se responde, pero también sé que ella me sabe feliz y me sabe bien, pero sabe que esta vida, aunque es posible, no es para ella. 


Volviendo al cúmulo de sentimientos... de nuevo hubo esa sensación de que mi mundo crece, se hace adulto y yo... yo lucho por vivir una vida donde yo me sienta cómoda y donde este bien. Donde sienta que puedo ser yo. Y eso, de alguna forma, no encaja en la definición - tal vez arcaica e infantil - que tengo de lo que es ser adulta. Recordé entonces lo que me dijo Pollo luego de leer esa entrada y es que nunca me di cuenta que la primera en armar una vida adulta fui yo. Y que no por no tener marido e hijos, soy menos adulta que ellas. Y pues si. Es un poco así. 

Al final, luego de la cascada de sentimientos, los que realmente han quedado, han sido el profundo cariño que le tengo, las ganas de estar más cerca de ella que siempre. Debo ser sincera, un poco la frustración de saber que me perderé de tantas cosas importantes... La felicidad de saber que ella esta haciendo la vida que siempre quiso. 

Y además, queda esa otra enorme felicidad y profundo agradecimiento, de saber que para ella era increíblemente importante contarme y hacerme parte, porque como para mí, las cosas se sienten realmente reales cuando la otra las sabe y las comparte. Sentirme así de querida, de valorada, aún después de 5 años de distancia, más de 15 después de esas fiestas de quince... es de las cosas que siempre agradeceré y que serán motivos para sonreír incluso en el peor de los días. 







viernes, 16 de marzo de 2012

Overwhelmed

Me acuesto en mi cama. Cierro los ojos y siento el cansancio del día. Pero en vez de dormirme empiezo: Hay que buscar un quote para el comunicado, tengo que revisar el reporte, mandar el mail para los del video, hacer seguimiento del documento que mandamos ayer, pasar las fotos a la compu para dárselas al cliente, etc, etc, etc, ETC. Entonces trato de pensar en otra cosa, distraerme para poder por fin dormirme. Y entonces mi cerebro se va a la nueva casa: dónde voy a poner la arenera de Ginebra? cabrá la tele al frente de la cama? se verá rara? hará mucho calor en el cuarto? el espacio donde esta la lavadora tendrá techo? tengo que comprar cubiertos y la cosa donde se ponen los platos y un trapero, necesitaré trapero si no hay baldosin más que en el baño?

Así se me van mis noches. Sin dormir, haciendo listas de pendientes y preguntándome cosas que no puedo saber. Y la principal razón por la cual no puedo saber la respuesta a esa pregunta es que son las 3 de la mañana! Y como son las 3 de la mañana, o las 5 -el otro día hasta oí a los malditos pajaritos- tampoco tiene sentido pensar en el comunicado del día siguiente.

Lo extraño es que no estoy mal. Usualmente en mi vida, cuando no puedo dormir es porque no estoy bien. Pereo estoy contenta. Muy contenta. Dichosa con la nueva casa. Feliz de tener nuevos retos y nuevas responsabilidades. Pero ha sido a bit too much. Todo al mismo tiempo, como ayer le dije al Ex. Pero como bien me respondió, así es la vida. Toda al mismo tiempo y sin chance para que uno pare a respirar. Los cambios se dan de forma atropellada y salvaje.

Sé que es cuestión de adaptarme y acostumbrarme a las cosas nuevas. Que todo estará mejor cuando por fin me cambie de casa y pueda responder las preguntas que me hago, que al final del día, son solo la ansiedad producto de la emoción de dar ese paso.

In any given day, I would have shot you in the face, but I'm in a transitional phase here.
Samuel Jackson en Pulp Fiction, via Pollo.

La verdad es que la idea de mi propio espacio cada vez me emociona más. A veces me pregunto por qué lo dudé tanto si en realidad es algo tan bueno para mí. Desde que mi abuelo se enfermó y mi casa la vendieron, me he sentido un tanto homeless. En estos años además, siempre he vivido en la casa de alguien más, lo cual no ayuda al sentimiento. Así que es momento de construir ese espacio para mí, sin importar por cuanto tiempo sea. Necesito hacerlo.

A chair is still a chair
Even when there's no one sitting there.
But a chair is not a house
And a house is not a home




viernes, 2 de marzo de 2012

"Las ataduras están en tu cabeza"

Llevo varios días sin dormir bien. Una vez tomé la decisión de mudarme empecé contenta a buscar casa. Encontré una maravillosa, que se adaptaba perfecto a mis necesidades, me recibían con Ginebra, era amplia y muy muy bonita. Y me dijeron que no.

De ahí, todo ha sido en caída libre.

Ver letreros engañosos, ir a departamentos diminutos (y caros), oír una y otra vez que no quieren vivir con un gato (algún día escribiré en contra de la gente que no quiere a los gatos pero hoy no es el día), ver sitios que podrían ser pero que al final no salen, hacerme a la idea de irme de la Condesa y ni por esas encontrar algo que me guste.

Parte del conflicto es que no quiero un sitio para mí sola aunque es lo que más sentido hace y lo que realmente me dan ganas. Cuando pienso en vivir sola, entro en el dilema de no querer comprar las cosas necesarias para una casa y querer disfrutar de mi independencia y no tener a nadie jodiendome la vida. La idea de la casa sola implica gastos y comprar cosas que me hacen sentir que me amarro.

Y no es que no este contenta. Pero la idea de amarrarme me cuesta mucho. Anoche encontré un sitio que suena muy bien pero que es un apto vacío. Habría que comprar nevera, algo de cocina, contratar internet, etc. Y yo siento que me amarro. Y no me gusta. Me genera repelus.

Entonces esta mañana hablé con la bonita Gabidearest quién luego de oirme mi confusión mental, mi no me quiero amarrar pero quiero vivir sola, pero pero pero, en una sola frase me tranquilizó:

"Las ataduras están en tu cabeza"

Y si. Las ataduras están en mi cabeza. Las cosas se venden el día que tengan que venderse, los contratos se traspasan o se cancelan. Comprar un par de cosas no significa que los planes cambien o que yo renuncie a mis sueños como señaló el Sol. Al final como dice mi mamá:

Es invertir en mi felicidad.


Y en esa es en la que tanto he estado trabajando.

viernes, 14 de octubre de 2011

Esperar o no esperar...

El tema es que en teoría iba a salir hoy. Y son las 8:18 p.m y el personaje en cuestión no ha aparecido. Sé que tenía un tema largo y medio complicado pero ¿hasta qué horas debo esperarlo? ¿cuándo debo dar por perdida la salida? ¿a qué hora me puedo poner mi pijama y asumir con entereza que me dejaron metida?

A mí la independencia me da para irme a almozar sola, ir a cine sola, viajar sola pero no para irme a un bar por mi propia cuenta. Salen todas mis paranoías: me van a echar burundanga en el trago y voy a amanecer violada y sin un peso; además ahí si creo que todo el mundo me va a ver y se preguntarán qué carajos hago sola en un bar. Y yo hoy realmente quería salir, tomarme un trago, hablar tonterías y celebrar que la semana se terminó y yo salí ilesa.

Pero el personaje no aparece. Y mi plan B no contesta. Necesito encontrar más gente. O vencer el miedo a ser la loca que toma sola en un bar. Whatever happens first.



jueves, 22 de septiembre de 2011

La vida en muletas

Hoy hace un mes venía iba en la bicicleta, iniciando mi rutina de la mañana. Algo pasó, aún no sé qué y me di contra el mundo. Dos señoras me rescataron, un buen amigo me llevó a la clínica y cuatro semanas más tarde por fin puedo caminar con algo de normalidad pero sigo con una muleta para poder transportarme.

Ha sido un mes largo, con mucho dolor y la pérdida de mi independencia. Tareas sencillas como llevar mi ropa a lavar se convierten en una operación que requiere de taxistas, amigos y aceptar que yo no puedo sola.

Hace 3 años tuve una experiencia similar cuando me partí la mano y ahora tuve que recordar nuevamente que uno toma por sentado el cuerpo y la facilidad con la que uno hace cada cosa. En aquel momento aprendí lo complicado que puede ser algo tan aparentemente sencillo como abrir una botella de agua. Ahora, he tenido que ver cómo hago para moverme por un mundo que solo esta diseñado para los que pueden caminar bien.

Cuando fui a Washington hace dos años me impresionó la cantidad de gente en sillas de ruedas que veía por todas partes, hasta que alguien me hizo caer en cuenta que no es que hubiera más allá, es que salen más porque hay más facilidades para ellos. Y ahora veo lo cierto que es esto. He tenido que enfrentar lo difícil que es moverse por el mundo en muletas y no quiero imaginar cómo será en silla de ruedas.

Por todas partes hay escalones, pocas barandas y los elevadores en los sitios públicos usualmente tardan horas y van llenos por personas que bien podrían subir y bajar las escaleras. Los baños para discapacitados están diseñados por personas que aparentemente jamás los han utilizados, suelen estar al fondo de los baños y las barandas existen en la mayoría de los casos únicamente para cumplir la reglamentación. Me he encontrado con varios restaurantes cuyos baños están en el segundo piso y el mejor día fue cuando fuimos con mi mamá a un estacionamiento y no nos permitieron parquear en el lugar para discapacitados porque no teníamos el letrero pegado en el carro. No importaron mis muletas, férula y rodilla inflamada. Estas tampoco le importaron mucho a Avianca, que tiene la política más extraña (y por extraña entiéndase ilógica) del mundo a la hora de asignar la primera fila de sillas después de business class. Según la gente del la línea telefónica, esas sillas son para personas con niños de cuna, adultos mayores o personas con dificultad de movilidad (osea yo) y que solo las asignan en el aeropuerto para asegurarse que se le otorguen a quienes realmente las necesitan. Pero para los dos vuelos llegué con 3 horas de anticipación y en ambas ocasiones todas las sillas de la fila ya estaban asignadas a personas sanas, jóvenes y sin hijos. No entendí jamás la lógica del tema y me tocó recurrir a la amabilidad de los extraños para que me cambiaran de puesto dentro del avión.

Afortunadamente en la mayoría de los casos los extraños son solidarios. Y aunque he tenido que acostumbrarme a las intensas miradas por la calle, también he descubierto que hay taxistas que se bajan del carro para ayudarme, señores que ofrecen cargarme la mochila mientras subo a la oficina y por supuesto, las dos señoras que hace un mes me rescataron.

Yo he pasado del dolor a la aceptación y con cada día que me siento mejor, me aburro un poco más de la hinchazón, las muletas y el tener que contar cien mil veces la misma historia. Al igual que con otras historias que he editado a su más mínima expresión, pasé de contar cómo iba en la bicicleta, rumbo a la oficina cuando me caí, me clavé el manubrio en la clavícula, me pegué en las manos y en la cara y me reventé la rodilla, de cómo un buen amigo me llevó a la clínica y etc, a "me caí en la bici". Punto. Sin más detalles. La anécdota me aburre y el hecho de que me haya caído sin ayuda de nadie y que la historia sea un golpe a mi autoestima, no ayuda. Tal vez si el accidente hubiera sido como mis amigas sugirieron: "ibas en la vuelta a México en bicicleta y de repente te atacaron 8 hombres y mientras tu tratabas de rescatar a un bebé y dos cachorros, te caíste"... pero no. Yo solita contra el mundo.

Acabaré este post con un agradecimiento estilo me gané el Oscar, a Mariana, una de esas amigas que se portó como nadie, hizo el mercado por mí, me llevó películas, me abrazó, oyó mi llanto cuando la tristeza, el dolor y el adios inesperado fueron demasiado y me mostró que no estoy sola, que siempre hay gente y que hay buenas amigas con las cuales puedo contar por este lado del planeta.



jueves, 8 de abril de 2010

Descubrimientos

Algunos no sepan esto pero durante años yo tuve una pésima relación con mi papá. Incluso dejamos de hablarnos varios años. Sumado a esto esta el hecho de que mis papás se separaron cuando yo tenía tres años. Y claro, también esta el cuento de que él vive en Ecuador desde hace como 15 años.

Todo esto para decir que en muchas cosas a duras penas conozco a mi papá y mi papá en muchas cosas no me conoce a mí. No conoce a mis amigos, confunde los nombres de mis novios y hasta hace dos semanas, teníamos siempre la misma conversación: cómo estás, qué tal la universidad / trabajo, tu mamá. y luego me tocaba a mí: cómo va el trabajo, Rita (la esposa) y luego pasábamos a cosas genéricas estilo clima, política.

Y de repente decidió venir de vacaciones. SOLO. Sin esposa, sin hijastros, sin nadie que nos sirviera de buffer. No voy a negar que tenía muchos nervios. Y si nos aburríamos? y si no teníamos de qué hablar? y si los issues del pasado renacían? y si nos peleabamos en la mitad de Mérida?

Pero nada de eso pasó. Al contrario, descubrí que el proceso que hemos llevado a cabo desde hace varios años, construyendo una relación sana y honesta ha dado grandes frutos. Nos entendimos, reímos y hemos pasado estos días conociéndonos.

Cosas que he descubierto:

  • Somos MUY parecidos
  • Definitivamente no soy adoptada... mi independencia y necesidad de espacios para mí, es claramente heredada también de él (mi mamá es igual)
  • A mi papá no le gusta el jugo de tamarindo pero se lo toma cuando su esposa lo hace
  • Él también tuvo una mala relación con su papá hasta que decidió arreglar las cosas
  • Su versión de muchas historias de mi pasado, la separación con mi mamá, el divorcio, su responsabilidad económica
  • A él le duele no haber estado más en mi vida
  • Es absolutamente pragmático
  • Pero de vez en cuando se pone nervioso, por ejemplo cuando viaja
  • Le encantan los dulces
  • Y a veces se le olvida quién soy y se le ocurre sugerirme que me alise el pelo todos los días
  • No ve series, no le gusta ver películas empezadas y prefiere ver noticias y fútbol
  • En televisión, si es posible, prefiere ver películas dobladas al español para no tener que usar sus gafas
  • No quiere volver a vivir nunca en Colombia
  • A diferencia mía no tiene casi amigos y no entiende muy bien porqué significan tanto
  • Aún así, como a mí, le encantó el Libro de los amigos de Henry Miller
  • Le gusta manejar cantando
  • Es pésimo copiloto
  • Estuvo a punto de casarse y no se casó por acuerdo de practicidad con la novia. No le puso drama a la cosa
  • Le tiene miedo a las alturas, pero como yo se aguanta el miedo y se trepa a todo lo que se le ocurre. Eso si... tampoco mira hacia abajo
  • En general es un gran gran gran tipo. Es fuerte descubrir eso a los 27 años... pero mejor que no haberlo descubierto nunca.
  • Cuando me abraza... me hace feliz. Ya no me duele el corazón ni recuerdo todas las cosas malas por las que hemos pasado. Sólo soy feliz. Y eso si que es un maravilloso descubrimiento.