Mostrando entradas con la etiqueta distancia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta distancia. Mostrar todas las entradas

domingo, 4 de septiembre de 2016

La distancia

La distancia... la distancia me ha permitido ver mundos que imaginaba desde niña; me ha hecho crecer y madurar. Ha hecho que mi corazón sea más grande de lo que hubiera podido pensar y pueda tener un cariño profundo por personas que no veo hace años. 

La distancia me ha permitido conocer a gente que jamás se hubiera cruzado en mi pequeño radar bogotano y me ha enseñado que puedo quererlos y dejarlos que cambien mi vida. Me ha dado amistades profundas, aventuras que me harán sonreír cuando tenga 80, una carrera de la que me siento orgullosa. La distancia me ha hecho fuerte y me ha enseñado a aprovechar los momentos que tengo con los que quiero cuando puedo estar con ellos. 

La distancia me ha permitido crear la vida que quería y soñaba. Pasaré mi vida entendiendo todos los motivos por los que yo necesitaba irme, crear una vida lejos, rodeada de extraños y con el reto constante de entender códigos foráneos. 

Y soy feliz con la distancia. Soy feliz en este país, esta ciudad y estas calles que se convirtieron en mi casa. 

Pero hay días en que aborrezco esta distancia. Donde me siento egoísta por necesitar estar lejos de los que más quiero. Donde no puedo entender por qué desde niña quería vivir en otro país, con otra gente, en otra realidad. 

Este mes me ha hecho vulnerable, me ha hecho sentir sola y me ha asustado. Estas semanas de tristeza se han instalado en mi corazón. 

Cierro los ojos y sé que mi vida esta aquí, que es aquí donde quiero estar. También sé que he logrado construir una vida que me permite tener fines de semana en Colombia y abrazar y ser abrazada... Cierro los ojos y no hay duda de que no quiero volver. Pero no sé cómo quitarme la tristeza de la distancia, la culpabilidad de no estar, la rabia conmigo misma por ser esa que siempre necesitó irse... 


lunes, 28 de julio de 2014

Por el derecho a opinar

Resulta que el otro día le estaba diciendo al Sr Gelatina que tenía que cuidar mis gastos porque a finales de agosto voy a aplicar para la residencia permanente y eso me cuesta $5,000. Y con tanto gasto que he tenido recientemente, pues es mucha plata. Le dije que sabía que en otros países me costaría muchísimo más (porque ya me he tenido que soplar el "en Estados Unidos pagarías $50,000 dólares y un riñón") pero que en esos países tendría beneficios que aquí no tengo en términos de seguridad social y esas cosas que tanto le gustan a los políticos. 

Y escudándose del bonito "no te lo tomes personal" (que claro, no me hizo inmune al muy personal comentario), el Sr Gelatina me soltó el "pues entonces vete a esos países". No lo dijo así, no es tan bruto pero básicamente fue el resumen de lo que dijo. Alegó que uno es dueño y señor de su vida y que uno elige donde vive según lo que uno quiera y necesite. 

Sé que lo dijo con buena intención y que realmente no quería que me lo tomara personal. Y si fuera la primera vez que lidio con el tema, no hubiera habido problema. Y probablemente el hecho de que yo estuviera sensible y hormonal solo empeoró las cosas. Mejor dicho: el hecho de que yo estuviera sensible y hormonal, solo empeoró las cosas. 

Pero a veces siento que mi posición de extranjera en México me pone en una situación donde el 100% de las veces, en el 100% de las circunstancias y condiciones y en el 100% de los días, todo de este país me debe parecer maravilloso, porque sino qué estoy haciendo aquí. ¿Que me molesta que mi cuadra se inunde cada vez que llueve y que no haya luz por lo que todas las noches me arriesgo a caerme en un charco? pues regresa a tu ciudad. ¿Que me emputa que haya empresas machistas que solo creen tener clientas mujeres por ser un supermercado (si, Superama, hablo de ti)? pues ahí esta la vía al aeropuerto. ¿Que creo que es vergonzoso que se hagan reformas estructurales a puerta cerrada de los ciudadanos? Mija, venga y le aplicamos el 33. 

Da lo mismo si están de acuerdo conmigo o no, los años que lleve viviendo aquí, que trabaje para empresas mexicanas, pague impuestos mexicanos y hasta salga con un mexicano, dependiendo de mi interlocutor, siempre corro el riesgo de oír el dichoso "pues entonces vete a tu país", cuando digo que algo no me parece o gusta. 

Por una parte lo entiendo, al final yo bien puedo elegir vivir en otro lugar. De hecho, durante mucho tiempo me debatí si esa era la mejor opción para mí. Pero creo que esa no es la respuesta. Más allá de creer que luego de tantos años de vivir aquí, me he ganado el derecho a opinar (ni siquiera digo votar, tan solo opinar), creo que abrirse a las opiniones de los extranjeros es positivo. Estamos en un mundo lleno de intolerancia y odio, por lo que entre más opiniones tengan derecho a existir, mejor para todos.

Y la verdad es que yo no puedo dejar de tener una opinión. La forma en que yo amo es pensando sobre lo que amo -bien pueden preguntarle al Sr Gelatina quien además de tener que aguantarse mis hormonas, sufre con mi over-thinking- pero es lo que soy y no sé hacer las cosas de otra forma. En mi pasada oficina se burlaban de mí diciendo que iba a montar el sindicato, y sé que varios pensaban el "¿y si esto no le gusta pues por qué no mejor se va?", pero a mí me gustaba trabajar para que las cosas fueran mejores, yo analizaba y señalaba las cosas con las que no estaba de acuerdo. Siempre traté que fuera un mejor lugar porque lo consideré mi casa por muchos años. 

Claramente, me pasa lo mismo con México. Porque es el país que ha sido mi casa por tantos años, porque me ha moldeado como persona, ha transformado de mi forma de ser y de ver la vida... porque aquí tengo a algunas de las personas que más quiero, he crecido profesionalmente y me he dado la libertad de escribir y arriesgarme a hacer las cosas que solo se pueden hacer cuando uno tiene a su familia y amigos a miles de kilómetros de distancia. Después de años de dudar dónde quería estar, México es el lugar donde he elegido vivir y donde decidí vivir la vida que quiero, como la quiero y con quien quiero. ¿Entonces cómo no opinar sobre este lugar? 







lunes, 24 de marzo de 2014

Las maravillas de la distancia y el silencio

Usualmente cuando escribo sobre la distancia, lo hago quejándome de ella. Por culpa de la distancia me he perdido de momentos importantes en la vida de los que más quiero, he perdido amigos y hasta he tenido que hacer duelos a la peor manera. 

Aún así, yo valoro profundamente la distancia porque es la que me ha permitido vivir la vida que quiero, obligarme a hacer cosas que jamás hubiera hecho en Colombia, hacer amigos que en mi pequeño mundo de Bogotá no cabían y tener espacio para enfrentar lo que realmente soy. Son muchos los motivos por los que todos los días elijo la distancia y todo lo que eso implica -bueno y malo-. 

Pero en los últimos días, he visto una nueva ventaja de la distancia. Y es la distancia que me regaló Open-Boy. Y con la distancia, su silencio que tantas veces he odiado y que hoy -tanto tiempo después- a veces todavía duele. Resulta que tengo un muy buen amigo que anda en la terrible situación de terminar algo que nunca tuvo nombre pero que era algo profundo en su vida. 

Mi amigo, anda sintiendo lo mismo que sentía yo en los días de tristeza por Open-Boy, que la persona de la que se tiene que despedir, es la persona con la que él debe estar. Que entre los dos hay algo grande, algo que vale la pena y que todo es mejor cuando están juntos. Por muchos motivos, algunos explicables y muchos más que él no terminará nunca de entender, no pueden estar juntos. 

Pero a diferencia mía, él tiene que verla todos los días. Hacerse fuerte cuando la ve, asumir que cerca no significa juntos y lidiar con una realidad compartida. Entonces todo es más difícil. 

Y cuando mi amigo me cuenta estas cosas, yo agradezco profundamente que Open-Boy se fue y nunca regresó. Que nunca ha escrito y que solo sé que existe cuando soy débil y cyberstalkeo lo poco que me deja ver. 

La distancia y el silencio que tantas veces he odiado y llorado, en realidad fue lo mejor que me pudo pasar. Nunca tuve que verlo seguir con su vida, nunca tuve que ver que a él también le dolía no tenerme, o peor, nunca tuve que ver que a él no le dolía no tenerme. Es cierto que me ha costado soltarlo, que los días pasan y aún hay noches en que sueño con él, cosas que me lo recuerdan, minas emocionales que me vuelven a romper el corazón. 

Pero también es cierto que he tenido el espacio para salir con otros, para hacer mi vida como quiero (o como pude, cuando el dolor era demasiado) sin tener que pensar qué le estaba mostrando a él e incluso he podido ver a nuestros amigos en común sin tener nunca el miedo de encontrármelo. 

Claro, hay noches en que me pregunto qué hubiera pasado si viviéramos cerca. Como alguna vez escribí, tal vez la razón por la cual otras historias de amor se resuelven es porque al seguir el uno en la vida del otro, el amor al final vence las dificultades y se puede estar juntos. Pero cuando llegan esas noches, recuerdo que él no era para mí, que yo necesito a alguien diferente, alguien que sepa amarme, que me elija y con quién la vida sea algo feliz. 

Hoy, cuando siento que tengo eso, agradezco su silencio, agradezco nuestra distancia, porque sé que si no fuera por eso, probablemente nunca hubiera terminado de soltarlo y entonces no hubiera tenido los brazos abiertos para todo lo que vino después. 

 


sábado, 9 de noviembre de 2013

El peso de la distancia

Hoy es día de locha, de ver tele, leer un rato y consentir a Ginebra. Y claro, de perder el tiempo en internet. 

Y mientras hacía eso encontré la foto de una amiga. La ya consabida foto de la mano con el anillo de compromiso. Mi amiga lleva años con el novio así que era algo que se esperaba que pasara. Lo que yo no esperaba era enterarme así. Mi amiga es alguien a quién quiero mucho pero a la que no veo hace años y con quién cometí una cagada de la que todavía me arrepiento. Así que no esperaba que me contara. La cosa es el novio. 

El novio durante muchos años fue mi mejor amigo. V. Algunos de mis recuerdos más felices están asociados a él. Algunas de las cosas más divertidas que he hecho en mi vida, las hice con él. Lo conozco desde que tengo 16 años. Pero con él la relación ha cambiado. Desde hace mucho nos alejemos. Él dejó de estar en mi vida en un momento en el que yo realmente lo necesitaba y algo se nos rompió. Pero ahí fuimos intentando recomponer las cosas y logramos lo suficiente para que yo lo considere alguien muy importante en mi vida. 

Hace unos meses vino, se quedó en mi casa y yo sentí que nos acercábamos. Pero hoy me enteré por Facebook que se casa. Así que tal vez no somos tan cercanos. Y hoy siento que es culpa de la distancia física que yo solita he puesto. Sé que hubo muchas cosas, que hubo discusiones, que él es él y él puso una enorme distancia. 

Pero hoy... una parte de mi se pregunta qué hubiera pasado si yo hubiera seguido en Bogotá. Si a fuerza de tener los mismos amigos nos hubiéramos seguido topando. A lo mejor hubiéramos vuelto a estar cerca, a realmente arreglar nuestra amistad. V era alguien a quién yo acompañaba a comprar ropa interior y condones en un momento de la vida... y hoy... hoy es alguien que esta muy lejos. 

Y me duele. Creo que siendo muy sincera conmigo misma, el peso de la distancia duele mucho más hoy porque hoy tengo esa duda de qué estoy haciendo con mi vida. Para dónde voy y qué quiero. Esa terrible sensación de que no estoy en el camino correcto para lograr lo que quiero. Y que después de 6 años, no estoy tan segura de qué es lo que tengo en México. Sí, tengo los logros profesionales; el haber hecho una vida... algunas amistades (algunas muy profundas); haber superado cosas muy difíciles, que a veces me parece solo he vivido porque estaba aquí... y un montón de gelatina que de nada me sirve. 

Entonces hoy me pregunto qué he ganado yéndome, dejando la vida que tenía, los amigos que más quería... he perdido amigos, he puesto distancia, he dejado de ir a cosas que realmente eran importantes... y hoy, hoy no siento que lo que hoy tengo a cambio, sea suficiente. 

Y a lo mejor siento todo eso porque es un día de hormonas, porque estoy cansada, porque llevo meses de trabajo intenso, de no ir a mis clases de escritura y no hacer las cosas bien. 

Pero a lo mejor no es solo eso.

viernes, 22 de febrero de 2013

A través del espejo

Han sido unas semanas extremadamente largas. De trabajo en exceso, cansancio, gripa, desespero por  sentir que estoy dándome contra paredes que jamás había visto, de una enorme frustración por no tener acceso a mis espacios, que siempre han sido mi punto de equilibrio. 

Y en medio de todo esto, un día, mientras corría a comprar un sánduche para comer frente a mi computadora, Adri, mi mejor amiga, me mandó un mensaje. Habíamos hablado el fin de semana y como siempre, encontramos que vivimos momentos parecidos, que aún con lo distintas que somos, con las vidas diferentes que llevamos, las sensaciones y reflexiones eran similares. Ella también estaba cansada, perdida y frustrada. 

Pero su mensaje decía otra cosa. Y tal vez son los 15 años de estar cerca, tal vez es lo que llaman la intuición femenina, que la conozco mejor que muchos o que -desde la perspectiva masculina- como dijo Pollo, era algo que era obvio que iba a pasar. No sé. 

A mí me bastó leer un "Estoy feeeeeeliz y necesito hablar contigo" para saber que de repente la vida nos había cambiado. Que mi Adri, mi amiga con la que hicimos sopitas de bon-bon-bum en piña colada (para descubrir al día siguiente que era pésima idea ya que el azúcar sumado al trago nos estaba matando), con la que compartimos la emoción de enamorarnos de verdad luego de un primer noviazgo que no era lo que creíamos, la que me abrió las puertas de su casa y me dio una familia adoptiva donde siempre me he sentido cómoda, la primera en ponerme como referencia en una hoja de vida, la que en su momento fue una de las que me salvó la vida, a la que ayudé a vestir el día que se casó y por la que hice las cosas que jamás haría ni por mí misma, con la que hay tantas historias para contar y aún más que jamás contaremos pero que nos servirán cuando estemos viejitas y queramos recordar esos años donde exploramos, jugamos, viajamos y nos divertimos (incluyendo una que involucra una pata de pollo, una cámara y prueba que ella la buena y yo soy la mala).... esa que pasó de ser adolescente a ser joven y a ser adulta y jamás dejó de ser mi amiga... esa que es tan parecida a mí y al mismo tiempo tan radicalmente distinta... esa va a ser mamá. 

Una vez más viví uno de esos momentos de miles de sentimientos, todos al tiempo, muchos contradictorios, todos intensos. Lloré frente al celular y sin poder guardarme la noticia, se la conté a la señora de los sánduches quién se conmovió tanto que las siguientes veces que he ido ya hasta me pregunta por "su amiga, la que esta embarazada". 

La cosa es que siendo yo tan poco maternal, con tantas dudas sobre si quiero tener hijos, estando tan lejos de una vida de señora casada con bebé a bordo... jamás pensé que podría sentir una felicidad tan grande. Porque lo primero que sentí fue eso. La inmensa felicidad de saber que sus sueños se están logrando, que esa mamá que siempre ha estado en su interior va a salir y va a generar a un ser humano que desde ya sé que va a ser absolutamente increíble. Que para mi sorpresa, desde ya quiero. Porque ¿cómo no quererlo? 

Y por el lado de la felicidad, fueron saliendo el resto de los sentimientos. El dolor y la culpa de la distancia, de saber que no estaré para acompañarla, que no podré verla cambiar, que me perderé tantos momentos y que para ese bebe que va a llegar, yo seré la amiga loca de la mamá que a veces llega llena de regalos pero que no esta cerca. 

También estuvo el miedo... ese miedo que de repente siento de que la vida nos cambie y nos aleje. Que la vida de mamá, esposa y residente de Bogotá, sumada a mi vida de no-mamá, no-esposa y no-residente de Bogotá, acabe con los años de querernos sin juzgarnos. Y es que eso es lo especial de nuestra amistad: siempre hemos valorado que aunque somos muy parecidas en el fondo, vivimos nuestras vidas de formas muy distintas. Y ahí siempre estamos, para mostrarle a la otra, que todo podría ser distinto. Pero que no es lo que queremos. Constantemente vivimos situaciones similares y cada una ve en el espejo de la otra cómo podría ser una vida diferente. 

Hay días... hay días donde yo me pregunto qué hubiera pasado si nunca me hubiera ido a India, si me hubiera casado con el Ex o con algún otro que quisiera esa vida, si no tuviera esta profunda necesidad de ver qué hay allá afuera, que me ha traído hasta México y si en mí no hubiera ese gen independiente que logra que yo no dure más de 30 segundos contemplando la posibilidad de volver a Colombia. Y cuando tengo esos días, pienso en ella. Y la veo feliz, casada, llena, ahora embarazada. Y sé que aunque esa es una vida posible, no lo es para mí. 

Aunque sé que yo también soy su espejo, a veces me pregunto cómo me ve ella a mí. Si también me usa como referente en las noches donde se pregunta qué hubiera pasado si sus decisiones hubieran sido distintas, si Francia hubiera sido algo más que unas complicadas vacaciones o si la especialización hubiera sido en otro país. No sé exactamente qué se responde, pero también sé que ella me sabe feliz y me sabe bien, pero sabe que esta vida, aunque es posible, no es para ella. 


Volviendo al cúmulo de sentimientos... de nuevo hubo esa sensación de que mi mundo crece, se hace adulto y yo... yo lucho por vivir una vida donde yo me sienta cómoda y donde este bien. Donde sienta que puedo ser yo. Y eso, de alguna forma, no encaja en la definición - tal vez arcaica e infantil - que tengo de lo que es ser adulta. Recordé entonces lo que me dijo Pollo luego de leer esa entrada y es que nunca me di cuenta que la primera en armar una vida adulta fui yo. Y que no por no tener marido e hijos, soy menos adulta que ellas. Y pues si. Es un poco así. 

Al final, luego de la cascada de sentimientos, los que realmente han quedado, han sido el profundo cariño que le tengo, las ganas de estar más cerca de ella que siempre. Debo ser sincera, un poco la frustración de saber que me perderé de tantas cosas importantes... La felicidad de saber que ella esta haciendo la vida que siempre quiso. 

Y además, queda esa otra enorme felicidad y profundo agradecimiento, de saber que para ella era increíblemente importante contarme y hacerme parte, porque como para mí, las cosas se sienten realmente reales cuando la otra las sabe y las comparte. Sentirme así de querida, de valorada, aún después de 5 años de distancia, más de 15 después de esas fiestas de quince... es de las cosas que siempre agradeceré y que serán motivos para sonreír incluso en el peor de los días. 







sábado, 21 de julio de 2012

Worth the wait

El otro día me encontré en Pinterest esta imagen:


Se llamaba Worth the Wait. 

Y a mí me pareció una de esas cursilerías que abundan en Pinterest y seguí trabajando sin ponerle atención. Pero la frase se me quedó en la cabeza. Alguien va a llegar y te hará sentir que la espera valió la pena, y que había un motivo por el cual con el resto de la gente las cosas no funcionaron

Y claro es algo que quiero creer. 

Sobre todo últimamente cuando siento que al universo le divierte hacerme sentir que las personas con las que se podría tener algo existen... pero not within my possibilities. 

Y entonces trato de ser zen como me aconseja Gabi  y me intento convencer que todo tiene un motivo. Que simplemente la vida esta dando las vueltas necesarias para que yo me vaya construyendo, sanando y preparando para el día que aparezca ese con el que voy a estar. Que no porque ahorita no se pueda, no quiere decir que más adelante tampoco se podrá. Que es cuestión de dejar que las cosas fluyan. De estar bien conmigo misma y dejar que del resto se encargue el universo.

Pero a veces siento que es consuelo de bobos. Que no por el hecho de haber recuperado la confianza en el universo y en mi futuro, no quiere decir que no quiera que en mi presente haya alguien. 

***

En una posdata mental... Really???? Como bien dijo mi amiga... ¿cuál es la necesidad? Anda. Ya te fuiste, quedate de tu lado, que yo aquí estoy tranquilita en el mío. 
 

sábado, 5 de noviembre de 2011

Una buena sesión

La terapia es difícil. A veces salgo peor del consultorio de la psicóloga de lo que entré. Voy a ser confrontada, a ver las cosas desde otras perspectivas y sobre todo, para aprender sobre mí.

Hoy tuve una muy buena sesión. Aunque tenía sueño y lo último que quería era levantarme temprano en sábado, necesitaba poner las cosas en perspectiva. Organizar mis ideas y entender un poco más, qué esta pasando en mi vida. Para qué encontré a Possibility-boy.

Así que fui y le conté. Hablé sobre las similitudes con Open-boy, mi confusión emocional, la frustración de sentir que solo me puedo conectar con hombres que no viven aquí y la forma en que parece que ha salido nuevamente el Sol.

Y mientras hablaba, las cosas fueron adquiriendo forma. Con ayuda de la psicóloga, vi cómo yo le había pedido al universo un hombre que sepa lo que quiere y que sepa que quiere estar conmigo. Cuando lo tuve claro, cuando por fin pude sentir que eso que tanto anhelo es posible y que es factible encontrar a alguien a quién querer y que me quiera a mí... Aparece alguien. Y es alguien que no duda en decirme que le gusto y que no le da miedo acercarse o mostrarme que esta contento de conocerme, o incluso hacer planes para dentro de 15 días.

Mientras me daba cuenta de esto, las prevenciones también salían: que no vive aquí, que aunque me ha dicho que le gusto eso no garantiza nada, que la última vez que dije que me arriesgaba a querer a alguien y que no importaba si me volvía mierda terminé... precisamente en terapia, que todo esto puede salir muy mal, que y si él se aleja a mitad de camino, etc. Y es que realmente no me siento lista para otro harakiri-emocional.

Pero creo que ya no se trata de saltar a vacío sin paracaídas y asumir que el golpe es necesario. Se trata de fluir mientras camino con los ojos abiertos. Sabiendo que hay riesgos pero que también hay oportunidades. La tarea de esta semana es no pensar en el futuro. Disfrutar este presente y dejar que la vida se encargue de resolver el resto.


sábado, 22 de octubre de 2011

Una solicitud

Yo no rezo. Mi cerebro y mi corazón no funcionan de esa forma.

Pero hoy le pido al universo que haga que ella este bien, que la cirugía salga bien y que todos podamos darle la vuelta a esta horrible página.

Y como solo sé hacer estas cosas escribiendo, aquí estoy, pidiéndole al universo, a la energía, a esa cosa que jamás he podido definir pero que creo que existe... que haga que las cosas salgan bien.

A silent prayer for her I give tonight.

domingo, 9 de octubre de 2011

Cuando la distancia pesa

Yo no me arrepiento de haberme ido de Colombia, sé que ha sido lo mejor para mí, y aún cuando a veces dudo sobre las bondades de mi vida en México, tengo claro que mi vida es mejor por fuera. Que soy más feliz y mejor persona por ende.

Pero hay días donde la distancia me pesa profundamente. Días en donde cuestiono mis decisiones y mi estilo de vida. Días donde si pudiera me iría a Colombia en el primer avión.

Esos días usualmente están atados a los momentos importantes de la gente que quiero en Colombia. Hoy no es la excepción. Hay alguien muy enfermo, alguien a quien quiero profundamente y quién ha jugado un papel muy importante en mi vida. Y una de las personas que más quiero en mi vida, esta destrozada a causa de esta situación. Cuatro de las personas que más me importan están pasando por un momento increíblemente difícil. Cuatro personas que son mi familia y mis amigos. Y yo no estoy con ellos. Como siempre, estoy detrás de un teléfono, tratando de encontrar palabras que los hagan sentir mejor, que transmitan todo mi cariño, con la esperanza de que por un momento me sientan tan cerca como yo quiero estar de ellos.

Entonces odio haberme ido, no tener los recursos y los mecanismos para poder irme y estar con quién realmente me importa.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Desde Colombia

Venir a Colombia siempre me obliga a reflexionar, a ver en dónde estoy y qué quiero. Ayer mi primo me llevóa ver una amiga y en el camino él hablaba de cómo quisiera no irse nunca del país. Yo por mi parte pensaba en lo diferente que soy y cómo cada vez me convenzo más de que no tengo a qué volver.

Y es un sentimiento extraño. Porque yo vengo y soy feliz, y me siento querida, protegida, respetada y valorada. Están las personas que mejor me conocen, los que más me quieren y aquellos que son incondicionales. Aquí no tengo que explicar quién soy o por qué soy. Y sin embargo... siento que no podría volver. Que la felicidad de los primeros días, pronto se traduciría en la sensación de que no encajo, de que mis amigos han cambiado, que yo he cambiado y que los planes que antes hacíamos ya no nos funcionan ni a ellos ni a mí. Cuando estoy aquí me cuesta imaginarme cómo sería una vida en Bogotá. No quisiera vivir con mi mamá y no sé quiénes serían mis amigos del día a día, de salir los fines de semana, ir a cine, ir por un café e ir a cenar.

Nuevamente el deseo es el mismo: Si yo me encontrará una lámpara mágica, quisiera tener la posibilidad de venir más seguido. Poder estar en los cumpleaños, paseos, comidas grandes, etc., sin tener que dejar mi mundo que en estos casi-cuatro años por fuera, he construido.

Tocará pensar en cómo se logra eso.

*** Durante el paseo con mi primo, él también habló de lo fácil que es conocer gente. Tengo que enfocarme en eso. Abrir espacios, encontrar otros mundos.


jueves, 9 de junio de 2011

Y entonces el dolor regresa

Te levantas y descubres que ese dolor que te perfora, te desgasta, te parte en mil pedazos ha regresado. Justo dos semanas después, estás en el mismo lugar, donde respirar implica un esfuerzo enorme y cualquier palabra, sonido o incluso silencio, genera más lágrimas. Haces las cosas de siempre, pedaleas la bicicleta, te sirves agua, prendes la computadora y trabajas, pero todo en automático, sin verle sentido. Porque lo único que puedes hacer ahora es sentir el dolor. Ese dolor que te atraviesa y que aunque racionalmente sabes que se mermará, por ahora esta más vivo que nunca.

"I'm coming to terms with an understanding that it's going to sit there forever, a piece of me now."

Para este momento ya te sabes su carta de memoria. Agradeces que te haya tumbado, en un solo movimiento, todas tus inseguridades producto de su silencio. Relees la frase "I see you everywhere, and I never know when a piece of you is waiting around a corner for me. And I'm glad. It hurts like hell, but I wouldn't trade it for anything" y sabes que para ti es exáctamente igual, que cada día que pasa, lo encuentras en todas partes, incluso en los lugares donde nunca estuvo. Al mismo tiempo, te emociona y parte el corazón saber que tu ausencia/presencia es tan fuerte en su vida.

Quieres tener rabia. Recuerdas a tu amiga que hablaba de cómo la tristeza hace que todo se detenga y la furia te impulsa y te mueve hacia adelante. Pero no puedes. Por más que lo intentes, no te puedes molestar con él. Sabes que él esta haciendo lo que cree que es correcto. Pero no lo entiendes del todo, finalmente él dice cosas como "And I miss you desperately, every day" y tu sabes que el sentimiento es mutuo. Y entonces quieres que el mundo sea diferentes y que él se atreva a ser feliz contigo y deje el resto del mundo en otro lugar. Quieres que la vida sea justa por una vez y ustedes tengan el chance de explorar ese amor tan intenso, esa conexión tan profundo y esa felicidad tan real que solo sucede cuando están juntos.

Sabes que no sientes rabia porque en el fondo tu corazón esta derrotado. Que hace rato, desde antes de que él apareciera, te diste por vencida y que aunque la vida te demostró por un breve instante que alguien podía amarte, también te mostró que ese amor no podía ser y que por tanto, todo sigue igual, tu sigues sola, con tus verdaderos amigos a kilómetros de distancia y con la certeza en tu cabeza y corazón, sabes que la vida seguirá como ha sido desde hace tiempo. Solitaria.




sábado, 14 de mayo de 2011

Y entonces uno se pregunta... ¿por qué?

A lo largo de mi vida he dicho muchas veces que si para algo soy buena es para ser amiga. Con el tiempo he descubierto que a veces no soy tan buena en el tema como me gustaría ser. En los últimos años he cometido algunos errores que sigo pensando son imperdonables. Sin embargo, he contado con tan buenos amigos, con relaciones tan sólidas, que hemos superado incluso mis errores.

Así que sigo definiéndome como alguien que es amiga. Y sigo sabiendo que si estoy aquí es porque he tenido cerca amigos maravillosos que creen en mí, que me quieren donde quiera que este y que confían en que nuestra amistad continuará sin importar la distancia. Fueron mis amigos quiénes me salvaron la vida en algún momento y fueron ellos quiénes me enseñaron que la familia se construye. Y cuando yo por fin encontré el camino hacia mi familia sanguínea supieron ser felices conmigo.

La lista de quiénes son realmente mis amigos ha cambiado poco desde que tengo 16. Las relaciones se han cimentado y hemos podido crecer juntos. Algunos han aparecido y le han aportado cosas maravillosas. Otros se han alejado, algunos hoy tan solo son una cara a la que se felicita por el cumpleaños en Facebook... otros ya ni eso.

Pero en realidad han sido pocos los amigos de verdad que he perdido. Claramente ha habido mucha gente que en algún momento ha sido cercana y luego se ha alejado. Vivir en distintos países me ha hecho perder gente con quién la relación no era tan fuerte. Pero siempre quedan esos.... esos que yo realmente consideré mis amigos y que hoy ya no están. Y cuando lo pienso, con esos... realmente no sé qué sucedió.

Hubo esa amiga que cambió, con quién chocamos y con quién jamás pude hablar acerca de los issues que teníamos. Si soy sincera, hoy realmente no la extraño, pero me duele saber que perdí a alguien que era tan importante para mí.

Y están esos que tan importantes fueron para que yo no me enloqueciera en esta ciudad. Cuando lo pienso, sé que nunca hablé de las cosas más importantes, nunca fueron ese espacio. Pero eran muchas otras cosas. Y sin saber por qué, un buen día ya no lo fueron. Y a veces creo que las cosas retomaran el rumbo, pero sé que es whishful thinking. Y con ellos, el no saber por qué duele mucho.



viernes, 10 de diciembre de 2010

Un año sin él


Hace un año era jueves. Había pedido permiso en la oficina para ir a Migración a recoger una carta que me permitiría salir del país sin mi FM3, por esto dormí un poco más. Serían las 8 de la mañana cuando sonó el teléfono. Era mi mamá. Triste. Llorando. No recuerdo exáctamente qué me dijo pero me dio la noticia, mi abuelo se había muerto.

De ahí todo fue feo. Ese día ya no fui a trabajar. Mi mamá me dijo que la familia había tomado la decisión de esperarme hasta que yo llegara para hacer el entierro. Así que los siguientes días fueron bizarros, ir a trabajar, participar de las fiestas de navidad de mi cliente, interactuar con la gente como si nada.

Pero todo era diferente. Desde entoncce todo ha sido diferente. El dolor me ha cambiado y en estos 365 días no ha habido un sólo día en que no piense en él y no sienta su pérdida. Todo el mundo, mi mamá incluida, me dice que debo pensar que fue lo mejor, que él esta mejor así. Y yo sé que eso es cierto, por años, mi abuelo estuvo aburrido en la casa, sin tener algo que hacer. De él fue quién heredé mi inmensa necesidad de independencia y me puedo imaginar lo que significó para él, perderla.

Y todo eso lo sé de forma racional. Pero eso realmente ayuda poco. Aún me cuesta hacerme a la idea de que él ya no es parte del mundo, ya no me siento tan segura como antes y no dejo de pensar en todo lo que me gustaría compartir con él.

En muchos aspectos siento que este año lo he vivido en hold, sin saber cómo seguir adelante. Con el tiempo he comprendido que estoy haciendo el duelo de un padre y que tengo derecho a tomarme el tiempo necesario para aprender a aceptar su ausencia.

Hoy me quise dar el día para sentir la tristeza y el dolor. No estaré mañana en la misa a la que irá mi familia, no soy religiosa y no creo que eso aporte, pero si quisiera poder compartir ese momento. Al igual que hace un año, hoy me pesa no tenerlos cerca, ellos mejor que nadie saben cómo era mi relación con él y si estuviera allá tendría la oportunidad de dar y recibir abrazos, de sentirme querida y darles mi cariño. De estar triste en grupo.

Pero... como ya dije, de él heredé mi independencia... y esa independencia, me ha llevado a estar aquí. Así en días como hoy, me pese tanto.

viernes, 16 de julio de 2010

Otra despedida sin despedirme

Copia del mail que le mandé a mi mejor amigo esta mañana.

Esta mañana me desperté 20 minutos antes de que sonara el despertador. Algo muy raro en mi. Y me desperté con una sensación fea. Sonará tonto pero así lo siento.

Y cuando a las 730 am sonó el teléfono sin contestar supe que Tio Enrique se había muerto. El estaba muy viejito y muy enfermo. Un cáncer horrible que lo tuvo con dolor entrando y saliendo de clinicas muchos años. Y en ese sentido sé que fue lo mejor. Que ya no le duele ni esta cansado. Ni angustiado, porque como buen médico que era sabía exáctamente que le estaba pasando y cual era el panorama.

Así que el dolor de perderlo es grande... pero sé que es algo bueno.

Pero una vez más es lo mismo. Un entierro más al que no voy, un abrazo más que no doy ni recibo y es un evento más del que solo soy parte via telefonica. Y en estos días en que me he estado sintiendo tan sola... es muy difícil no cuestionar qué hago aquí, por qué sigo lejs de los que quiero. Por qué me mantengo aquí cuando siento que nada me ata?

Esta es otra despedida en la que no le dije adios. En la que no estuve. En la que no le pude decir que lo queria, que le agradecia todo lo que hizo por mi cuando más lo necesité...

Y otra vez tengo que seguir, sin detenerme porque no hay entierro, misa o funeraria a la que yo vaya a ir.

domingo, 25 de abril de 2010

Me gradué!

Es domingo. Son las cuatro de la tarde. La pereza y yo somos una. Pero hoy me doy permiso de tener pereza y de no querer hacer nada. Porque me gradúe.

Llevaba toda la semana buscando cifras actualizadas de educación en México. Y claro, no es tarea fácil. Ya no recuerdo exáctametne cuál es el porcentaje de personas con una maestría en este país pero sé que es mucho menos que el 10%. Yo que siempre he odiado pertenecer a las cifras, ahora pertenezco a menos del 10% de los que han hecho una maestría. Y sé que en Colombia debe ser igual o más bajita la cifra. Así que me tomo un instante y me acuerdo de aquello que tanto me decían en mi colegio sobre la responsabilidad de las oportunidades adquiridas. Para algo tendré que usar este conocimiento.

Pero es domingo y no me interesa pensar mucho en cifras. Quiero escribir sobre lo que sentí al graduarme. La verdad es que con todo el tema de papeles, trámites y líos burocráticos costó mucho sonreír por el tema. Y luego se convirtió en algo obvio...

... Hasta que sonó el himno. Y no era el de Colombia. Y fue en ese momento en el que me di cuenta que lo había logrado. Me había ido a otro país, con otro idioma y dos años más tarde lo había logrado. Me estaba graduando. Y aunque sentí un vacío enorme de no tener a mis papás cerca, en ese momento me ganó la felicidad de saber que yo logré esto. Con las felicidades y dificultades, con la mano partida, el corazón roto, los viajes a lugares maravillosos, las personas que se han acercado, los que se han alejado. Con todo. Lo logré. YO. Me gradué.

Highlights:
  • Los que me acompañaron, con presencia o desde la distancia, con una llamada, unas flores, un mensaje, etc. Pero estuvieron ahí conmigo.
  • Saber que se puede.
  • Graduarme con mis amigos. Celebrar con ellos.
Lowlights:

  • Los que no estuvieron. Y no me refiero solamente a quienes por distancia no pudieron estar... casi que me dolieron más los que estando en la misma ciudad, estuvieron a miles de kilómetros.
  • La sensación de terminar... y la pregunta de y ahora? que siempre surge cuando uno termina algo grande.
  • Mi abuelo... que no alcanzó a ver que me graduaba.

viernes, 16 de abril de 2010

Desde la distancia

El abuelo de mi mejor amigo se murió.

Él esta lejos.

Como yo estuve lejos.

Y él, al igual que yo, escribió algo para que lo leyeran en el funeral de su abuelo.

Teníamos que conocernos y teníamos que ser amigos.

Y espero que a él no le cause problema que tome una frase suya y la ponga aquí. Porque me llegó al alma, me revolvió todos los sentimientos y me hizo odiar estar lejos de él para no poder abrazarlo y tratar de curar un poco su dolor como él hizo conmigo en un pub bogotano donde lloramos nuestras penas en diciembre.

"Si me embarqué en mi propia aventura para conocer la gente y el mundo, fue para vivir la vida, como me enseñó mi abuelito"


domingo, 18 de octubre de 2009

Sobre la tristeza de la distancia

Mi mejor amigo esta triste. Una de mis mejores amigas esta triste también. Y aunque sus tristezas están conectadas son muy distintas. Él esta en Canadá y ella en Colombia. Él vive con su roomate y ella con su familia. Él me llora por Skype y ella sale con sus amigas que la oyen, la abrazan y sospecho la emborrachan.

Y es que al vivir por fuera todo es distinto. Todo se ve desde una perspectiva diferente. Un mal día en Colombia es diferente de un mal día fuera de Colombia. Es más duro y más difícil. Últimamente he pensado mucho en este tema. Mi psicóloga dice que vivir por fuera lo pone a uno en una posición de debilidad y de extrema vulnerabilidad. Y yo creo que es cierto. Las redes sociales que lo sostienen a uno en su país dejan de estar y se convierten en llamadas por teléfono llorosas. Mails tristes. Y eso no es lo mismo.

Entonces todo se ve desde una perspectiva diferente y eso altera las relaciones que uno crea. Y no sólo las relaciones de pareja, todas las relaciones. Se hace uno amigo de gente a la que jamás le hablaría en su ambiente natural, simplemente porque es alguien con quien hablar y salir. Y eso tiene cosas buenas, una de mis mejores amigas en India, una mujer a la que llegué a querer con todo mi corazón, era una persona a la que jamás me hubiera acercado si no estuviera forzada a hacerlo. Descubre uno gente cuando se ve obligado a ir más allá de los prejuicios, estereotipos, ideas, perezas y temores.

Pero también se queda uno en relaciones por miedo a la soledad. A veces se encuentra a uno mismo pensando en mantener ciertas relaciones no por lo que aportan, sino por ese pánico de quedarse aún más solo. Se aferra uno a cosas que no son sanas. Es muy probable que yo jamás hubiera salido en una segunda cita con el gringo si no hubiera sido porque me sentía sola. Y él era alguien con quien hacer cosas.

Y cuando las cosas no fluyen o no funcionan, duele mucho más. Hay más espacio para el dolor. En Bogotá yo era una persona que cuando no me aparecía un chico, llamaba a una amiga o amigo y armaba plan. Aquí, esa opción no siempre existe porque no tengo tantos amigos. Y nuevamente, eso hace que me aferre profundamente a los que tengo... y últimamente me he dado cuenta que eso trae unos riesgos muy altos.

Pero ¿se puede hacer algo? La respuesta obvia es expandir la red social. Hacer más amigos. Pero cuando pasan cosas particularmente felices, tristes o difíciles, yo extraño a mis verdaderos amigos, a los que me conocen hace años, a mi familia que me quiere desde siempre... y eso no esta aquí.