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martes, 18 de marzo de 2014

Oda al respeto o no me jodan si no sueño con tener un bebé

Hoy me encontré este gran texto sobre por qué no se le debe preguntar a las mujeres por qué no tienen hijos. La que lo escribe lo hace desde su perspectiva de mujer casada y habla sobre cómo hay muchos motivos por los que una mujer puede no tener hijos.

Claramente para algunas mujeres es un tema de querer y no poder. Y debe ser terriblemente frustrante y doloroso explicar que sí quieren ser mamás pero que por algún motivo no pueden. Cada una de las que se tiene que aguantar las lágrimas cuando un imprudente les dice que por qué no tienen hijos, se debería ganar un premio especial en la vida por no andar matando a esos idiotas.

Pero también estamos las otras, las que tenemos que defender nuestra decisión de no querer reproducirnos. Para este punto de la vida, he pasado demasiadas horas explicando que no creo que el hecho de tener o no tener hijos me haga más o menos mujer. Ya me he tenido que aguantar las ganas de pegarle al que me pregunta que entonces quién me cuidará de viejita (como si tener un hijo fuera garantía de eso) o a la que me mira por debajo del hombro y me asegura que nunca conoceré la verdadera felicidad si no tengo un hijito como ella.

Tal vez sea cierto, tal vez no. No hay manera de saberlo y yo vivo tranquila con eso. Por ahora, estoy tranquila sabiendo que la vida que todos los días construyo es muy poco child friendly. Que soy una persona poco child friendly y que eso esta bien. No todos tenemos que reproducirnos. De hecho, si somos muy racionales, muy pocos de nosotros deberíamos hacerlo.


Es cierto que no puedo garantizar que más adelante no los quiera y por eso no puedo decirle mucho a los que me sueltan el tan detestable "estoy seguro que en 2 años sí vas a querer". Sobre todo, porque los que suelen decirme eso, son los que menos me conocen y no han visto mi cara de pánico cuando alguien intenta que cargue un bebé. Son lo que no saben que yo tengo miles de sueños para mi futuro, pero que ninguno incluye hijos. 

Hoy vivo tranquila sabiendo que como muchos me han dicho, tal vez un día me arrepienta de no haber tenido hijos. Pero creo que es peor arrepentirme de haberlos tenido. Y sé que nadie acepta que se arrepienten de haber sido papás, pero estoy totalmente segura que esas personas existen. A lo mejor no se arrepienten todos los días y todo el tiempo, pero yo probablemente tampoco me arrepentiría todos los días y todo el tiempo.
 
La verdad es que por lo menos ahora -y por los últimos 31 años- nunca he tenido un deseo profundo de ser mamá. Entonces digamos que veo muy pocas probabilidades de que pase. El único momento de mi vida que contemplé hacerlo fue cuando estaba con el Ex y jugaba a la idea de la vida cuadrada con la que él soñaba. 


Pero al final, es un tema más profundo y es la intensa presión que hay para que todos vivamos la vida que los demás creen que es la "correcta". Como bien comenta alguien en Facebook, da lo mismo si ya tienen uno porque entonces la presión es que para cuando el hermanito. Y sospecho que a los que resuelven que entonces tienen 7 niñitos a lo Von Trapp, entonces se tienen que aguantar la presión de "pero por qué tantos". 

Tal vez es porque hoy nada me ha salido como tenía planeado, tal vez es porque empecé la semana trasnochada pero feliz, tal vez es porque cada día me convenzo más que el truco para ser feliz es encontrar lo que a uno le hace bien y luchar hasta la muerte por eso. Pero hoy, hoy realmente quisiera que la gente dejara de opinar sobre la forma en que los otros hacen su vida, de preguntar lo que no les importa y de juzgar a los que viven una vida distinta a la suya.  

He dicho. 

sábado, 1 de marzo de 2014

Hoy me doy permiso...

Cuenta mi mamá, que un día cuando yo tenía como 12 o 13 años, me oyó hablando por teléfono con una amiga. Al parecer la niña en cuestión estaba frustrada porque su mamá no era cómo ella quería. Y yo siendo una buena amiga la estaba aconsejando. Dice mi mamá que lo que yo dije fue algo cómo: "Tienes que entender que uno tiene que aceptar a los papás cómo son, yo por ejemplo ya acepté que mi mamá nunca va a ser una señora de sastre, ella solo es un desastre". 

Sospecho que para mí mamá no fue tan chévere oír eso. Pero hoy, muchos años después, acepto que soy muy feliz de tener a la mamá que tengo y que en efecto, no sea una señora de sastre. Y claramente, siendo yo soy hija, tampoco lo soy. Es cierto que me disfrazo más que ella. Que de tanto en tanto, puedo irme a la oficina con tacones, peinada y con ropa de mujer seria. 

Pero se siente un disfraz. Y luego, cuando veo a esas otras mujeres, las de pelo perfecto, maquillaje impecable, con ropa que les combina, que no se arruga ni se mancha, de aretes que yo jamás consideraré ponerme... me acuerdo que yo no soy una de esas mujeres. 

Yo soy la que se disfraza ocasionalmente; la que se va a Playa del Carmen en un colectivo de 30 pesos y luego se queda dormida en la playa para despertarse como un camarón cruzado con dálmata porque el bloqueador se cayó a pedazos. Ya no soy la que se queda en hoteles de menos de un dólar la noche pero sigo siendo la que después de una semana difícil necesita quedarse todo el día entre su cama sin hablar con nadie. 

Y ya en este punto, acepto que jamás seré la mujer de pelo perfecto, uña pintada, aretico-de-perla y marido que le combina con los zapatos de tacón. Y casi todos los días, sé que soy feliz sin ser eso. Que de hecho, no podría ser feliz siendo eso. Porque a mí lo normal no me funciona. Ahora he estado viendo Scandal y hay ese análisis. Cómo hay personas que son normales y pueden vivir en su casa en los suburbios, tener un jardín, un perro y ser felices. 

Pero hay otros que no pueden. Que necesitan trabajos intensos, retos permanentes, disparos de adrenalina cuando uno menos se lo espera. Y amores diferentes. Relaciones que no se pueden encuadrar en la casa con jardín, el perro y la cena familiar cada noche.

Y sí, en efecto, yo soy de ese último grupo. Claramente sería más divertido si además yo trabajara con Olivia Pope y tuviera que resolver escándalos de la Casa Blanca. Pero en términos prácticos, soy de su grupo. Soy la que necesita retos, la que busca hacer las cosas a su manera así el mundo entero le diga que es mejor si sigue a los demás, la que se enamoró y terminó en una relación abstracta y única que le demostró que hay una felicidad profunda que viene de sentirse aceptada tal y cómo es.

Y entonces todo está bien, y en ese momento entiendo que lo que me resta es simplemente ir afinando los detalles, buscar retos que me obliguen a crecer, salir de la maldita zona de confort y seguir aceptando que soy feliz en la Gelatina.

Pero hay noches como hoy… luego de una semana difícil, donde sentí que el universo conspiraba en mi contra; donde cuestioné los motivos por los cuales estoy en donde estoy; donde odié ser la que siempre estará pensando si su vida sería mejor si estuviera en otro lado… donde lo extrañé todos los días y me odié por entenderlo y comprender que su vida es su trabajo y que ahí es dónde quiere estar… hoy me doy permiso para por una noche querer ser normal.

Hoy me doy permiso de querer no cuestionar la forma en que los otros hacen las cosas. Hoy quiero ser a la que no le duele sentir que el barco se hunde por falta de interés del capitán. Hoy me doy permiso de querer una vida más simple. Con un amor más simple, más estable y con quién no tenga que luchar tanto para que se den los espacios para poder estar. Hoy me dormiré queriendo ser la que es feliz con una vida normal y simple.


sábado, 17 de agosto de 2013

Atreverse a aceptar la felicidad o el drama de tener una monja interior

"Yo lo que creo es que a ti te da miedo aceptar que eres feliz en algo que no es en lo que el mundo nos enseñó que era lo normal". 

Así, en una frase, Adri logró desenredar mi cabeza. Y es que esa es la verdad. Yo solita me pongo la presión de ¿cómo es que puedo ser feliz en algo que no cabe dentro de la norma? ¿cómo es que me importan más ciertas cosas que otras que en teoría son las importantes? ¿por qué no me jode más la cabeza que él no sea mi novio? 

Una y otra vez sale la realidad. Y la realidad es que yo soy feliz. Muy feliz. Y sí, el personaje en cuestión no es mi novio. No estamos en una relación formal, definida y definible con un término que salga en el diccionario. No caminamos hacia un lugar donde hay una casa, un par de niños María José y José María diría el Ex–, un golden retriever y una mamivan. De hecho, hay días donde incluso cuestiono si estamos caminando. 

El problema es que yo siempre fui la más liberal entre mis amigos, fui la que se pintó el pelo de colores a los 17 y que desde niña quería irse YA de la casa para ver ese mundo que hay ahí afuera... Y a mis 31 años vengo a descubrir, que resulta que tengo una monja metida entre la cabeza. Y esa monja, se estresa y angustia de que a mí no me estrese y no me angustie que no somos exclusivos. La maldita monja es tan poderosa, que logra hacerme sentir mal, por no sentirme mal. 




Para fortuna mía, tengo una mejor amiga, que en vez de darle voz a la monja, me hace ver que desde hace tiempo soy muy feliz. Que más allá de los términos, yo me siento acompañada, me siento aceptada, valorada y comprendida. Me siento retada intelectualmente y me siento querida. Que me divierto infinitamente y que no tengo problema de tener mis espacios donde él no cabe. 

Claro, hay una parte que a veces duda qué tan especial soy para él y cómo se cuenta él mismo nuestra historia, pero resulta que también me han hecho ver... que eso va a pasar en cualquier relación que tenga. Incluso si es exclusiva y bien normalita. Todo el mundo en algún momento cuestiona las cosas y se pregunta cómo las ve el otro. 

Lo que es cierto, lo que yo sé... es que la que ha armado dramas soy yo y el que se ha quedado cerca, es él. La que ha contemplado mandarlo a la mierda soy yo y él que me ha dicho que no quiere eso, es él. 

Entonces, lo que necesito es aceptar que soy feliz, muy feliz, en algo que no importa nunca haya contemplado como posible en el mundo de limitadas opciones en el que crecí.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Amour.... o los miedos que uno esconde debajo del colchón

De las mejores cosas que han estado pasando en este momento es que estamos en Muestra de la Cineteca. Lo cual significa que hay muchas más películas de lo normal y que aunque los cines están invadidos por vampiritos glow-in-the-light, hay mucho más que ver y mucho mejor. 

Entonces ayer fui a ver Amour. Y es una de las mejores películas que he visto. Y eso que este año he visto muy buen cine. Es intensa, profunda y absolutamente hermosa. 

El problema es que se fue directo contra mis sentimientos. El primero... el más obvio, el que siempre esta a flor de piel. Mi abuelo. Me dolió saber que él no fue feliz sus últimos años. Al ver a Anne (la protagonista de la historia) atrapada en su cuerpo, avergonzada de no poder hacer por si misma las cosas más básicas y más íntimas como bañarse o hacer pipí, desesperada por vivir una vida que no es, no pude evitar pensarlo. Y nuevamente sentí ese dolor de no haber estado en la última época, de no haberlo acompañado. 

Pero luego... la película tocó otras fibras. Para ser más exacta, otros miedos. Por un lado está el que siento cuando pienso qué va a pasar con mi mamá en unos años. Su salud nunca ha sido fuerte y yo he pasado algunos de los días más horribles de mi vida en las clínicas temiendo por lo que le podría pasar. Y ahora, de nuevo, como con mi abuelo... estoy lejos. Y por como se ven las cosas y por lo que yo quiero, seguiré estando lejos. Entonces ¿qué va a pasar el día que se enferme? 

En esos días cuando mi mamá ha estado enferma, yo he tenido el apoyo de mis tías, pero al final del día ellas se iban y la que se quedaba en la noche era yo. Y eso sucederá de nuevo. Además, yo tendré que tomar todas las decisiones sola. Es en esos momentos donde odio ser hija única. No hay a quién achantarle un turno de cuidado o con quién pensar que hacer. 

Con mi papá digamos que la situación es similar, pero tengo la confianza de que su esposa estará y yo contaré con su apoyo cuando sea necesario. Él ha construido una familia con quién podré cuidarlo. 

Y luego... luego queda ese otro miedo que es el que vive en el lugar más profundo de mi colchón. El de qué va a pasar el día que sea yo la que esta enferma. La que llega a vieja. Volvemos al problema de ser hija única. No voy a tener hermanos cuidándome como hacen mis tías. No voy a tener sobrinos pasando la noche en la clínica como yo lo he hecho. 

Y, seamos honestos, en este momento de mi vida, no sé si voy a tener un Georges (el esposo de Anne en la película) que me ame de una manera tan profunda, honesta y por tantos años, que esté dispuesto a cuidarme, cambiarme el pañal y alimentarme. Además, como tantas veces lo hemos hablado con Adri, siempre esta el tema de que las mujeres vivimos más, entonces incluso si encontrara a ese hombre que envejezca a mi lado, nada me garantiza que yo me voy a enfermar primero. 



Por supuesto una solución es tener hijos. Y achantarles a ellos el problema. Pero ese no es motivo suficiente para reproducirme y como ya lo he escrito tengo muchas dudas acerca del tema. 

Así que no sé. Salí del cine con el corazón arrugado, queriendo tapar los miedos que siento y preguntándome si es necesario pensar más acerca del futuro. 

Por suerte llegue a la casa y estaban dando When Harry met Sally (que bien podría ser la precuela de Amour) y elegí dormirme oyendo hermosas historias de amor. 


viernes, 30 de noviembre de 2012

You Jump, I jump, Jack

Should I jump? Did we jumped already? Or is it just a fluke?


 

At the end... I'll stick with my decision and let things flow.

jueves, 26 de abril de 2012

Birthday wishlist Año 2...

Brutas. Se llegaron los 30. Por meses tuve pánico de vivir mi cumpleaños en la ciudad, planeé una ruta de escape la cual por cosas de la vida no se dio, pero abrió otra oportunidad para unas buenas vacaciones. Ahora me siento un poco más tranquila y lista para tener mi cumpleaños aquí. Espero las cosas salgan bien y yo no termine llorando en el baño atacada por mi pasado. 

Hace un año hice mi birthday wishlist y debo decir con orgullo que casi todo lo que dependía de mí, he logrado. Así, tengo laptop nueva, una hermosa gata, he avanzado en Las dos hermanas, más vestidos, más espacio en el closet gracias a la casa nueva y si todo sale bien, la próxima semana compro boleto para en septiembre irme a ver a Pollo a Toronto. La cámara buena sigue en espera pero he descubierto que soy muy feliz con la que tengo en el iPhone. La parte de la motivación para levantarme temprano todos los días.... pues... digamos que nunca seré feliz cuando suena el despertador y yo sigo con sueño, pero hoy en día me gusta mucho mi trabajo y son raros los días en que realmente no quiero levantarme. La parte del bonito novio con quién tener una relación sana... no me quiero adelantar, pero creo que voy en muy buen camino. Y eso, es un gran paso. 

Ahora... viene la lista de este año, queda un poquito de un mes para que el que quiera vaya comprando: 

  • Más ahorros en mi cuenta bancaria. Es hora de ponerme seria con el tema. 
  • Más dedicación para avanzar en Las dos hermanas. 
  • Más tiempo libre, bien utilizando en hacer las cosas que me hacen bien. 
  • Más amigos. 
  • Proyectos paralelos que me permitan aprender de otras cosas. 
  • La buena cámara que el año pasado quería. 
  • La colección de reportajes de García Márquez. 
  • Unos buenos pantalones negros. 
  • Mantenerme en el peso en el que estoy. 
  • Y por contradictorio que suene, un cheescake enoooorme. 
  • Un paseo rico de fin de semana a algún lugar que no conozco. 
  • Sillas para la nueva casa. 
  • Mesa para la terraza. 
  • La paz mental propia, disposición del otro lado y espacio para que las cosas continúen fluyendo bien con Mr. M... y en dado caso que no, la tranquilidad de que estar bien es algo que depende de mí.
  • Un vestido rojo. 
  • Terminar de dejar ir the road I never travelled.

sábado, 24 de marzo de 2012

Empacando

Suspiras mientras sientes que tu cuarto ha explotado. Cajas por todos lados, bolsas de basura, ropa, las maletas que sabes que tienes que renovar antes de tu siguiente viaje y un caos infinito. Sientes el cansancio de los últimos meses, así que le subes el volúmen a la música para distraerte.

Empacas en automático mientras tu mente divaga... tratas de evitar recordar que deberías hacer esa traducción para que el lunes no sea un infierno, te acuerdas del día que compraste ese vestido negro que ahora vas a tirar porque se ha desteñido y ya no tiene gracia, piensas que hace rato nadie te visita y que eso te hacce falta. Ante todo las visitas son cortes de la rutina. Y a ti la rutina laboral te tiene exhausta.

Continúas con tu tarea. Decides limpiar todas las bolsas antes de empacarlas. Agarras la roja que te prestó tu amiga hace ya muchos meses y que aún no le devuelves. Sin pensarlo mucho la abres y encuentras unos polvos y el blush que llevabas buscando hace meses. Te das cuenta que no has tocado la bolsa desde la noche que la usaste. Y ahora, sabes muy bien por qué. Fue la primera vez que saliste después de que él se fue. Cuando decidiste no quedarte llorando en tu casa y dejaste que tu amigo te llevara a aquella boda, donde toda la noche trataste de fingir que tu corazón no estaba totalmente destruido. Esa fue la noche en que llegaste y animada por los tequilas y besos que tu amigo te dio, le enviaste el primero de los correos que habrías de escribirle. Por eso no habías vuelto a tocar la bolsa. Primera mina emocional que pisas y ya estas llorando.

Le subes nuevamente a la música y prefieres concentrarte en la selección de cosas que tirarás. Papeles, chicles viejos, revistas que nunca leíste, medicamentos ya vencidos. Todo va a la basura. Sin dudas. Eliges otra bolsa para echar la ropa que le regalarás a la empleada. Los jeans que nunca te acomodaron y que hoy te quedan gigantes, un sweater negro que no has usado en 3 años, ese vestido verde que nunca te gustó. Si tan solo fuera tan sencillo tirar el resto de las cosas. El pasado. Los recuerdos. El hueco. La maldita costumbre de pensar en él.

Has empacado todo menos un cajón. Y no lo has hecho porque sabes que ahí esta la caja donde enterraste sus recuerdos. Los boletos de la película que vieron la última noche que estuvieron juntos. La página de Vanity Fair con el cuestionario de Proust que jugaron a responder en el vuelo de regreso de Zipolite. La nota que te dejo. Sabes que sería mejor no abrir la caja, pero que ya para este punto te es imposible no hacerlo. Por un momento dejas de oír la música, de sentir el cansancio corporal, el sueño atrasado de este mes y medio, solo sus palabras existen. Sus letras que hoy te parecen tristes, pero tienen el mismo efecto del día que las viste por primera vez. Penetran tu corazón con fuerza, te obligan a llorar y vuelves a ser la misma que no puede creer que él no pueda ser. You are somebody loved. You are somebody loved. You are somebody loved. You are somebody loved. Lees y relees sus palabras. Tratas de pensar que él llegó a tu vida para transformarte y ponerte en el camino hacia tu bienestar, pero en este momentoeso te suena a una explicación forzada y racional, que nada tiene que ver con la intensidad, profundidad y complejidad de un amor que ya no esta.

Te sientas en la cama. Quieres escribirle. En realidad lo que quieres es verlo, tenerlo cerca, abrazarlo. Pero eso no se puede. Así que te concentras en el deseo de escribirle que es lo único que puedes hacer. Pero sabes que no tiene sentido hacerlo. Él no responderá. Ni siquiera sabes si leyó tu correo de diciembre. Y de haberlo hecho, no sabes si le molesta, incomoda o genera problemas que lo hagas. Te da pánico que él te pierda el respeto y llegue el día donde seas "la vieja esa que me escribe aún cuando jamás le he respondido". Porque aún si no responde, aún si llevas tantísimos días de tan claro silencio, en tus manos tienes la prueba de que para él fuiste igual de importante. You are somebody loved. Y no quieres que eso cambie.

Continuas empacando. Ya casi terminas. Quieres adelantar el tiempo al siguiente sábado, cuando te pases a tu nueva casa, esa que tanta ilusión te genera. Esa donde estarás en tu espacio y podrás contruir un mundo propio. Con la ya conocida mezcla de dolor y resignación, sabes que aún cuando él jamás haya pisado tu nueva casa, de alguna forma ahí estará. Sus recuerdos ya los empacaste.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Necesidades

Mucho de lo que he descubierto en la terapia es que las cosas resuenan cuando son necesidades insatisfechas. Así por ejemplo, parte del dolor de la falta de comunicación con Possibility-Boy se refería a la necesidad que tengo de hablar de otras cosas, de pasar mi día conversando sobre política, cine y resolviendo el mundo con palabras.

Hoy tuve un día extraño, divertido, interesante y pesado. Vi leones, toros, sistemas de circuito cerrado, avestruces y acaricié un tigre. Además, recibí una pésima noticia al saber que no podré mudarme a una casa perfecta.

Y entonces llegué a la casa con el corazón revuelto. Al hacer el ejercicio de preguntarme qué era exáctamente lo que me tenía incómoda, fue claro. Quiero tener a alguien con quien compartir estas cosas. Alguien a quien contarle de mi día y que me cuente del suyo. Alguien que este. Alguien para quién estar.

Esto, por supuesto, no es nuevo. Pero lentamente voy viendo qué requiero de esa persona y qué requiero yo para poder estar tranquila con la persona que aparezca. Para que entonces, mis necesidades estén satisfechas y yo pueda estar bien, al estar con alguien. Así que ahí voy, sintiéndome cómoda con lo que soy y lo que quiero. Decidida a que mi mayor compromiso sea conmigo misma, para así poder ver a aquellos que quieren tener compromisos conmigo.



viernes, 30 de diciembre de 2011

Despidiéndome del 2011

La lección de la noche: conócete a ti mismo.


Ayer fui a tomar un larguísimo café con Pollo, que por supuesto terminó en un par de ginebras, una cena y una sobremesa con meseros revoloteando a nuestro alrededor con ganas de que nos fuéramos ya a la casa.


Hablamos del año, de todo lo que ha pasado y cuánto nos ha cambiado la vida, para que al final, casi todo siga igual. Por muchos años, al final de cada año, me tomaba el trabajo de escribir un resumen de lo que había vivido. Por algún motivo, dejé de hacer esto cuando llegué a México.


Pero el 2011 ha sido muy largo, muy intenso y muy profundo para no escribir al respecto.


El año empezó conmigo derrotada. Me cuesta un poco de trabajo de pensar en cómo pasé los primeros meses. Decidí poner distancia con Tattoo-boy para no salir herida cuando él se fuera del país. Barreras sobre barreras, muros sobre muros. Y se fue dejándome un vacío extraño de saber que él no era, que no lo sería y con la infinita sensación de que nadie lo sería. Los meses pasaron y mientras escribo esto, sigo teniendo problemas recordando esa época, tal vez por el hecho de que iba en automático, viviendo sin ganas, haciendo lo que tocaba, sin sentir.


Me aburrí en la casa, me mudé y traté de pensar que sería un nuevo inicio. Pero de nada sirvió cambiar de escenario cuando la sensación de haberme rendido, llenaba gran parte de mis días. Para complicar un poco más las cosas, los que en un momento consideré mis grandes amigos, mi familia en México, se desvanecieron dejando solo preguntas sobre su ausencia.


El único momento de ese inicio del año donde me sentí realmente bien, fueron los 4 días que vine a Colombia para el matrimonio de Adri. Por primera vez desde que me fui del país, sentí que encajaba, que mi presencia tenía sentido y esa sensación de incomodidad que tantas veces he sentido desde que vivo en México, no estuvo por ninguna parte. Como le diría mucho después a Open-Boy, fueron los 4 días más felices en mucho tiempo. Y fueron así de felices porque sentí que estaba compartiendo algo realmente grande con alguien a quién quiero con el corazón, porque tuve tiempo de estar con los que más quiero, de ver a mi familia y tener un día de felicidad con mi mamá. Por una vez, no tuve la culpa de no estar en los grandes momentos de la gente que quiero. Estuve y fui parte. Y eso significó mucho más de lo que me pude haber imaginado.


Pero regresé para seguir en el piloto automático de siempre, con la certidumbre de que no había, ni habría, a nadie a quién querer.


It was the best of times, it was the worst of times.


Y una noche, en una salida de guía turística mi vida cambió. Le decía a Pollo que aún recuerdo la sensación cuando Open-Boy abrió la puerta y yo lo vi por primera vez. Sonará cursi, pero desde el saludo, yo sentí que algo se movió en mi interior. Dadas las circunstancias, inicialmente me negué a aceptar que me gustaba, pero sin darme cuenta a qué horas, mi corazón volvió a abrirse. Encontré a alguien con quién me conecté como jamás lo había hecho, que me hizo sentir lo que pensé imposible, a quién amé como jamás he amado y quién me amó por lo que soy. Fueron los mejores y los peores días de mi vida. Ya no hubo barreras, no hubo muros, no hubo nada. Solo el amor que sentimos y la profundidad de una conexión que muchos meses después aún resuena en mi vida. Por primera vez entendí lo que era amar a alguien tanto, que su felicidad era más importante que el estar juntos; en la medida en que comprendí que para él la única opción posible de estar bien y ser feliz era alejándose, lo dejé ir, con la esperanza de que él este en lo correcto y así pueda tener una vida con la felicidad que se merece.


Open-Boy fue un terremoto cuyo impacto aún no termino de vivir. Y, como todos los clichés, tan rápido como llegó, se fue; dejándome destruida y sin saber cómo armar mi vida, sabiendo que era posible sentir amor pero que no era posible tener su amor. Los días que siguieron fueron de los más dolorosos de mi vida. Hoy me parece como si solo hubiera habido llanto en esa época de mi vida, volqué mi corazón en este blog y traté de exorcizar mi dolor a punta de palabras y canciones. Como nunca antes en mi vida, la música llenó mis días y me apoyé en las palabras de otros para decir una y otra vez lo mucho que me dolía su ausencia, sus palabras, su silencio. Mi frustración ante una vida que no era posible.


Pero ni el harakiri emocional que fue Open-Boy logró convencerme que era posible encontrar a alguien con quien compartir mi vida. Fue necesario que en medio de la inmensa tristeza, apareciera el Sr. S para que yo empezara a contemplar que las cosas pueden ser distintas. Unos besos atorados de sentimientos se convirtieron en salidas donde yo sentía algo distinto al dolor de la ausencia de Open-Boy. De repente me encontré disfrutando del Sol, teniendo conversaciones inteligentes y ante todo, me encontré sintiendo.


No era igual. No era tan profundo. No era tan intenso. Pero yo sentía. Y el Sr. S, también sentía. Y eso tuvo un gran efecto en la forma en que veía el mundo. Para lograr salir del hondo hueco en el que me metí, fue necesario volver a terapia. Y ahí aprendí la importancia de preguntarme para qué y no por qué. De dejar entrar y de tener confianza en el universo y sobre todo en mí. Volví a confiar en que las cosas saldrían bien. Hoy pienso y siento que las cosas, saldrán bien.


Y mientras pasaba mis días asoleándome, yendo a terapia e intentando terminar de dejar ir a Open-Boy, el universo se encargó de obligarme a frenar y detenerme. Me tocó darme contra el mundo, terminar en muletas y con el cuerpo totalmente golpeado, para que yo me permitiera estar conmigo misma, para que dejara de esconderme en la música, las películas, las series de tv. Tuve que parar, descansar, aceptar el silencio y la soledad. Con dolor acepté que el Sr. S nunca sería alguien dispuesto a estar de la forma en que yo quiero y lo solté también a él, agradecida de que al hacerme parte de su vida, me hubiera permitido recobrar la confianza en las posibilidades.


Al mismo tiempo, por fin dejé ir a V, quién tras repetir las promesas de siempre, continuó siendo una ausencia cuando más lo necesitaba. En las últimas sesiones de terapia he hablado mucho sobre la importancia de poner límites. Es algo que me cuesta trabajo y que me ha generado grandes problemas. Con V fue necesario soltarlo y darme cuenta que él realmente hacía mucho no era parte de mi vida. Anoche encontré algunas conversaciones que tuvimos cuando éramos más cercanos y me dolió su ausencia; lo veré próximamente pero ya no quiero continuar en una dinámica donde él promete, yo me ilusiono y luego enfrento la realidad de una ausencia. Quiero pensar que podré tener un contacto casual como lo tengo con tantos en Colombia, pero yo ya no quiero nada más profundo.


En septiembre, volví a Colombia, en muletas y por primera vez, en un plan distinto a las vacaciones. Crecer en el trabajo culminó en mí, dando un entrenamiento, con conocimiento de causa y con el Ex tomando nota. Entendí que el universo da las vueltas que quiere y que la ironía es parte de la vida, que incluso lo imposible pasa y que no puedo convencerme de que algo no sucederá, porque no controlo mi futuro.


El trabajo cambió, se abrieron posibilidades y en un año mis tareas, responsabilidades y retos se ampliaron, obligándome a desarrollar nuevas habilidades, enfrentarme a situaciones distintas y probarme que si puedo. El término frenemies adquirió completo sentido en mi vida y tuve que asumir que abrir el corazón trae sus riesgos en lo laboral, cuando los que fueron amigos dejaron de serlo. Aún así, opté por no volver a cerrar mi corazón. Porque ya no quiero vivir una vida con el corazón cerrado.


Cuando todo parecía estar volviendo a la calma, descubrí que en mi interior hay toda una faceta que yo desconocía. Ayer por primera vez hablé de ésta en voz alta con alguien diferente a mi psicóloga. Tener a alguien que no me juzga y a quien puedo aceptarle lo que me asusta, atrae y que entiende que aún estoy construyendo el significado del tema, me dio tranquilidad y la sensación de que no estoy sola.


Y otra buena noche, me encontré hablando con alguien que me generaba al mismo tiempo, atracción y rechazo. Al encontrar a Possibility-Boy temía estar repitiendo mi pasado y dudaba de qué era lo que realmente me gustaba, si él por lo que era o por su parecido con Open-Boy. Intenté hacer las cosas de manera diferente. Dejé mi corazón abierto, dejé que las cosas fluyeran y confié en mí, en el proceso que he hecho y en la sensación que él no me haría daño. Las cosas no fueron tan simples como yo hubiera querido y en un escenario ideal él y yo nos encontraríamos en un lugar donde tuviéramos la posibilidad de explorar lo que hay entre los dos. No creo que esto llegue a pasar, pero también soy consciente de que algo no termina de cuajar con él y que para rematar, él no tuvo la sensibilidad para despedirse como yo hubiera querido. Y para doblemente rematar, él no tuvo la necesidad de tener mayor cercanía antes de despedirse. Y esas tres cosas, sumadas a la certeza de que él vivió las cosas de forma completamente diferente, no las puedo obviar. Hoy tuvimos una larga conversación donde creo que finalmente se aclararon muchas cosas, pero también vi que me falta mucho para trabajar, que aún me cuesta mostrar lo que siento tal y como lo siento y que aún transmito barreras. Tengo miedo de volver al DF y encontrar que la tranquilidad que he sentido en estos días no es tan grande y que a cambio, hay una nueva ausencia. Él tiene confianza en lo fuerte que es nuestra amistad y yo quiero pensar que él seguirá siendo una parte importante de mi vida, porque ante todo, por él siento un inmenso cariño.


Y entre los diferentes hombres, en medio de los cambios laborales, las presencias y las ausencias, lo que más hice este año fue escribir. Construí una historia que está en camino, que es mi reto personal y que me hace crecer, pensar, sentir y ser mejor. Que es el mejor espacio para soltarme y sentirme bien.


Muchas cosas pasaron. Sigo en el mismo trabajo, sigo soltera, sigo viviendo en el mismo barrio. Pero soy otra. He recobrado la confianza en mí, en la vida, en el trabajo que hago, en la historia que escribo y en lo que puede suceder. Por fuera casi todo sigue igual. Por dentro, todo ha cambiado.


Y solo por eso… este año es importante.


Estoy decidida a que el 2012 sea el año en el que logre mis objetivos. Quiero que mi proyecto personal suceda y tener la fuerza para hacer mis metas realidad. Quiero ser la persona que hace que las cosas pasen y que se esfuerza por tener lo que realmente quiere y necesita. Además, quiero abrirme a más cosas nuevas, atreverme a nuevos retos, conocer más gente. Ante todo quiero seguir trabajando en mí, en tener una mejor relación con los que me rodean, donde yo tenga claro cuál es mi papel, donde los límites existan y se respeten. Quiero seguir conociéndome, quiero terminar de soltar los roles que no me corresponden, las ausencias que me hacen daño y los patrones que me impiden tener la vida que quiero. Por primera vez en mucho tiempo, siento que es posible encontrar a alguien que me quiera por lo que soy y a quién yo quiera, alguien que tenga claro quién es, que no le tenga miedo a sentir y que esté listo para construir algo a mí lado. Espero que esto suceda y el personaje aparezca; mientras tanto yo seguiré trabajando por estar bien, cómoda conmigo misma y en paz con lo que soy.

domingo, 23 de octubre de 2011

Réplicas

El otro día terminé mi entrada preguntando si todo lo que estaba pasando era el resultado de lo que se rompió en mí tras la tristeza del mes de mayo. Cuando pasó el 2009 con todas sus muertes, yo sentía claramente como el dolor me había transformado... podía ver cómo había cambiado a mi familia y cómo ya ninguno era el mismo.

Una parte de mí siente que todo lo que pasó con Open-boy y lo que siguió en los días de sol, también me ha cambiado. Fue tanto el dolor, la frustración, el choque. Fue tanto el amor, tanta la felicidad y tan profundo el golpe. Y hoy veo que eso me ha cambiado. Como dije en esa entrada, todo lo que ha sucedido me ha hecho necesitar profundamente a alguien que sepa lo que quiere. Que tenga las cosas claras y el valor de sentir y vivir según sus emociones.

Pero entonces me pregunto yo por qué no vivo según eso mismo. Yo tengo claro qué es lo que quiero y aún así, solo hago movimientos aislados. Debo ser constante a la hora de trabajar por lo que quiero. Debo enfocarme profundamente y HACER lo necesario para alcanzar mis objetivos.

Y así, tal vez, cuando este haciendo lo que quiero, como quiero, donde quiero, cuando no me baste saber lo que quiero sino que vivo de acuerdo a eso... pueda encontrar a alguien igual.

domingo, 9 de octubre de 2011

Cuando la distancia pesa

Yo no me arrepiento de haberme ido de Colombia, sé que ha sido lo mejor para mí, y aún cuando a veces dudo sobre las bondades de mi vida en México, tengo claro que mi vida es mejor por fuera. Que soy más feliz y mejor persona por ende.

Pero hay días donde la distancia me pesa profundamente. Días en donde cuestiono mis decisiones y mi estilo de vida. Días donde si pudiera me iría a Colombia en el primer avión.

Esos días usualmente están atados a los momentos importantes de la gente que quiero en Colombia. Hoy no es la excepción. Hay alguien muy enfermo, alguien a quien quiero profundamente y quién ha jugado un papel muy importante en mi vida. Y una de las personas que más quiero en mi vida, esta destrozada a causa de esta situación. Cuatro de las personas que más me importan están pasando por un momento increíblemente difícil. Cuatro personas que son mi familia y mis amigos. Y yo no estoy con ellos. Como siempre, estoy detrás de un teléfono, tratando de encontrar palabras que los hagan sentir mejor, que transmitan todo mi cariño, con la esperanza de que por un momento me sientan tan cerca como yo quiero estar de ellos.

Entonces odio haberme ido, no tener los recursos y los mecanismos para poder irme y estar con quién realmente me importa.


jueves, 6 de octubre de 2011

Preguntas

Sé que ante todo lo que tengo es cansancio. Y que por eso todo se siente más intenso.

Pero se siente.

Hoy fue un día largo. Muy. Largo. Y al final caí en la tentación de preguntar algo a sabiendas de que la respuesta no sería satisfactoria. Y tal vez sea que la terapia si ha servido, porque en este momento mi frustración no es con la respuesta ni con la persona de quién vino. Es conmigo misma.

Todo el tema es que pedí una validación y entonces todo el trayecto del taxi de regreso a mi casa me pregunté: ¿para qué necesito yo esa validación? ¿por qué la necesito? ¿por qué necesito que alguien más me defina?

Lentamente me he dado cuenta que me es más fácil verme en los ojos del otro que por mis propios medios. He tenido que preguntarme por qué le tengo tanto miedo a verme a mí misma. En teoría sé quién soy y eso me gusta... pero en la práctica, me encuentro a mí misma buscando validación de alguien que sé que no me la va a dar y que para mi tristeza, no es la amiga que yo creía que era.

Aún no sé la respuesta. Pero es algo que necesito cambiar. Necesito estar tranquila con lo que soy, lo que hago y cómo vivo mi vida. Esto no significa que no quiera oir a los otros, conocer su opinión... pero es eso. Una opinión. No una definición.

Hoy hubo tres definiciones. La de alguien que dijo que todo era grandioso, me abrazó y me hizo sentir muy bien. La mía, donde yo me sentí bien, me sentí tranquila (a pesar de que no paré de correr en todo el día) y me sentí orgullosa de mi propio crecimiento. Y la otra, que cuando la pregunté, recibí un frío "bien" cuyo subtexto era exáctamente lo contrario. Me hubiera podido quedar con la primera y/o la segunda y volver a mi casa contenta, sintiéndome satisfecha y tranquila. Pero la que pesó fue la tercera. Se clavó en mi interior y me llevó al punto de preguntarme, ¿por qué es precisamente esa la que decido tomar? ¿por qué es la que resuena en mi cabeza? ¿Por qué es tan difícil que me oiga a mí misma y me quede con lo que me hace bien?

No esta bien. No es lo que quiero para mí. Es algo que necesito cambiar. Y sé que la terapia esta para eso. Pero aún no sé exáctamente cómo hacer esa transformación en mi interior.


martes, 20 de septiembre de 2011

Just do it

Durante mi estadía en Colombia fui a que me leyeran el IChing. Durante una hora larga, las cartas, la carta astral y demás elementos de adivinación me dijeron una y otra vez que mi futuro es grandioso. Que simplemente es cuestión de que me concentre y ponga seria a la hora de realizar mis proyectos. Salí de la cita pensativa.


Es cierto. Necesito concentrarme y como dirían en México “echarle ganas”. Así que durante los siguientes días he estado elaborando un plan con acciones concretas para hacer. Llevo años con un mismo deseo y sin embargo, no he hecho nada concreto para sacarlo adelante. Es momento de cambiar la situación, de tomarme en serio y creerme que las cosas pueden pasar. Debo tener confianza en mí, en lo que he sembrado, en lo que soy. Yo sé que soy una persona fuerte y dedicada y no sé exactamente por qué me ha costado tanto trabajo, creer que si me esfuerzo, las cosas se darán. Nuevamente me doy cuenta de lo rendida que estaba. Y yo no estoy aquí para darme por vencida. No es quién soy.


Así que es momento de tomar la fuerza que he adquirido en estos años, la certeza de saber que yo si puedo y dejar de soñar, para empezar a hacer.




lunes, 12 de septiembre de 2011

Desde Colombia

Venir a Colombia siempre me obliga a reflexionar, a ver en dónde estoy y qué quiero. Ayer mi primo me llevóa ver una amiga y en el camino él hablaba de cómo quisiera no irse nunca del país. Yo por mi parte pensaba en lo diferente que soy y cómo cada vez me convenzo más de que no tengo a qué volver.

Y es un sentimiento extraño. Porque yo vengo y soy feliz, y me siento querida, protegida, respetada y valorada. Están las personas que mejor me conocen, los que más me quieren y aquellos que son incondicionales. Aquí no tengo que explicar quién soy o por qué soy. Y sin embargo... siento que no podría volver. Que la felicidad de los primeros días, pronto se traduciría en la sensación de que no encajo, de que mis amigos han cambiado, que yo he cambiado y que los planes que antes hacíamos ya no nos funcionan ni a ellos ni a mí. Cuando estoy aquí me cuesta imaginarme cómo sería una vida en Bogotá. No quisiera vivir con mi mamá y no sé quiénes serían mis amigos del día a día, de salir los fines de semana, ir a cine, ir por un café e ir a cenar.

Nuevamente el deseo es el mismo: Si yo me encontrará una lámpara mágica, quisiera tener la posibilidad de venir más seguido. Poder estar en los cumpleaños, paseos, comidas grandes, etc., sin tener que dejar mi mundo que en estos casi-cuatro años por fuera, he construido.

Tocará pensar en cómo se logra eso.

*** Durante el paseo con mi primo, él también habló de lo fácil que es conocer gente. Tengo que enfocarme en eso. Abrir espacios, encontrar otros mundos.


viernes, 2 de septiembre de 2011

Preguntas que rondan mi cabeza

Como ya he dicho muchas veces, las palabras siempre tienen un efecto grande en mi vida. Ciertas frases se quedan clavadas en mi alma y resuenan en mi cabeza durante años. Uno de los ejemplos más recientes es de la canción Fuckin' Perfect de Pink:

Made a wrong turn
Once or twice
Dug my way out
Blood and fire
Bad decisions
That's alright
Welcome to my silly life

Hay días en que siento que en realidad mi vida es "Silly" que doy vueltas sin sentido. Que me muevo en círculos, llegando siempre al mismo lugar. Hoy me pregunto si me es posible reinventarse, soltar la comodidad de la estabilidad y arriesgarme.

Ayer me entregaron mi documento migratorio donde me dicen que tengo derecho a un año más en México... Esto me ha generado la incomodidad de sentir que estoy echando raíces sin estar realmente convencida que éste es el lugar donde quiero hacerlo. Es cierto que en los últimos meses me he sentido mucho más contenta con mi vida (incluso con el post-drama de Open-boy), la terapia me ha servido, me gusta mi trabajo, estoy aprendiendo, tengo retos nuevos y he comprobado que si hay posibilidades de conocer a alguien, así no esté segura de que los que he conocido permanecerán cerca.
Sin embargo, a veces me pregunto si ésta es realmente la vida que quiero vivir.

Y cuando pienso en todas las posibilidades por haber... no dejo de preguntarme ¿Cómo?