Al igual que la canción de Bare Naked Ladies, ha pasado ya una semana. Y que mala semana ha sido. Pero al menos estoy mejor. Y me gusta tener una prueba empírica de que me siento mejor. O al menos, no me siento peor. Finalmente ese día clasifica en el Top 10 de malos días en México.
Esas últimas horas siguen rondando mi cabeza. Recuerdo todo y quiero no recordar nada. La nota que me dejo la escondí en una caja, pero da lo mismo, de tanto en tanto recuerdo exáctamente cada una de esas palabras y entonces siento de nuevo que no puedo respirar. Y mientras estoy aquí, trabajando, puedo devolverme a mi cuarto, a ese último abrazo, donde los dos llorábamos, donde yo ya estaba arreglada para ir a trabajar aún cuando eso parecía un mal chiste. Aún siento lo difícil que fue despegarme e ir a fingir que nada pasaba.
Y desde entonces llevo una semana de tratar de volver a mi realidad, de ir a clase, salir, trabajar, trabajar y trabajar. Asumir los retos nuevos y agradecerle al universo que me obligue a estar concentrada cuando yo lo único que quiero es meterme entre mi cama, no pensar y sacar este dolor que sigue en mí.
Y esta semana ha sido la semana de recordar que cuando yo termino me convierto en esa niña insegura que esta convencida de que él ya no la piensa. Siento que él regresó, encontró la vida que quería y se dio cuenta que lo que vivimos en realidad no era tan grande. Sin embargo, y a diferencia de otras terminadas, esta vez hay un pedazo de mí que cree que eso no es cierto. Yo sé lo que vivimos y sé lo que signifiqué. Sé que siempre seré una parte importante de su historia... tan sólo quisiera ser una parte más permanente.
Con vergüenza acepto que si no lo he podido sacar de Facebook es porque en el fondo espero que uno de estos días ponga algo que yo pueda interpretar como un mensaje para mí. Sé que no va a pasar, sé que su silencio es todo lo que puedo esperar de él. Pero la esperanza es difícil de vencer.
No hay nada más que hacer. Ya sé cómo es esto. Yo seguiré soñando aún cuando no deba. Seguiré estando triste hasta que ya no haya más tristeza en mí. Y seguiré, porque como ya dije, no hay otra opción.
Esas últimas horas siguen rondando mi cabeza. Recuerdo todo y quiero no recordar nada. La nota que me dejo la escondí en una caja, pero da lo mismo, de tanto en tanto recuerdo exáctamente cada una de esas palabras y entonces siento de nuevo que no puedo respirar. Y mientras estoy aquí, trabajando, puedo devolverme a mi cuarto, a ese último abrazo, donde los dos llorábamos, donde yo ya estaba arreglada para ir a trabajar aún cuando eso parecía un mal chiste. Aún siento lo difícil que fue despegarme e ir a fingir que nada pasaba.
Y desde entonces llevo una semana de tratar de volver a mi realidad, de ir a clase, salir, trabajar, trabajar y trabajar. Asumir los retos nuevos y agradecerle al universo que me obligue a estar concentrada cuando yo lo único que quiero es meterme entre mi cama, no pensar y sacar este dolor que sigue en mí.
Y esta semana ha sido la semana de recordar que cuando yo termino me convierto en esa niña insegura que esta convencida de que él ya no la piensa. Siento que él regresó, encontró la vida que quería y se dio cuenta que lo que vivimos en realidad no era tan grande. Sin embargo, y a diferencia de otras terminadas, esta vez hay un pedazo de mí que cree que eso no es cierto. Yo sé lo que vivimos y sé lo que signifiqué. Sé que siempre seré una parte importante de su historia... tan sólo quisiera ser una parte más permanente.
Con vergüenza acepto que si no lo he podido sacar de Facebook es porque en el fondo espero que uno de estos días ponga algo que yo pueda interpretar como un mensaje para mí. Sé que no va a pasar, sé que su silencio es todo lo que puedo esperar de él. Pero la esperanza es difícil de vencer.
No hay nada más que hacer. Ya sé cómo es esto. Yo seguiré soñando aún cuando no deba. Seguiré estando triste hasta que ya no haya más tristeza en mí. Y seguiré, porque como ya dije, no hay otra opción.
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