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lunes, 5 de mayo de 2014

Y entonces te das cuenta...

Sin que supiera muy bien a qué horas, se decidió que me iría a Los Ángeles a un curso. Viaje exprés de 2 días, uno de vacaciones para conocer la ciudad. Suena normal y a algo que pasa muy seguido en mi vida, pero esta vez era algo más. Era ir a Los Ángeles. 

Su ciudad. 

Y ya sé que es de las ciudades más grandes del mundo, donde es imposible encontrarse con alguien sin planearlo y que era ilógico pasar las noches desvelándome por qué pasaría si lo viera. Pero fue justo después de la muerte de GGM que tanto me hizo pensarlo y volvemos a que al universo le gusta reírse haciendo que me pase lo imposible. Si viviendo en otro país, trabajando en una industria no relacionada con la suya y en una empresa sin vínculos con Colombia, terminé dándole un curso al Ex, ¿por qué no me voy a encontrar con Open-Boy en la mitad de la calle?



Y aún cuando lograba convencerme que no iba a encontrármelo, no podía quitarme el miedo de sentirlo en cada milímetro que recorriera de LA. Aún recuerdo sus palabras "I see you everywhere, and I never know when a piece of you is waiting around a corner for me". Conozco bien esas minas emocionales, durante mucho tiempo estuvieron por todo el DF, encontré una en Toronto y hasta llegaron a Cartagena. Estaba segura que habría muchas en el lugar donde él vive. 

Pero me equivoqué. 

Resulta que cuando me di cuenta que durante el viaje, pensé en el que debo pensar. Una grabación, la iglesia mormona y hasta sudaderas de Mi pequeño pony me hicieron pensar en el Sr. Gelatina. Y eso esta bien, eso es lo que pasa cuando uno esta enamorado, las cosas chiquitas e insignificantes le recuerdan a uno a la otra persona. 

Así, aún cuando caminé calles que tal vez Open-Boy ha recorrido y tomé té en un café que seguramente él conoce, yo pensé fue en el Sr. Gelatina y mi corazón lo extrañó fue a él. Claro, luego de varios días de miedos irracionales, tenía en mi cabeza que estaba en la ciudad donde vive Open-Boy pero lo tuve porque fue fantástico descubrir que ya no sentía su ausencia. Ya no me dolía el hueco. 

Todavía me duele el "pudo haber sido" y me hubiera gustado poder al menos tomarme un café con él y saber en qué va su historia. Al final él siempre será la persona que me amó cuando creía que eso nunca sucedería, el que me cambió la vida... él siempre será importante en mi historia... pero soy feliz de que por fin es un recuerdo que no duele. 




martes, 10 de diciembre de 2013

Un año más sin él

Hoy me tardé en darme cuenta que hoy era hoy. Que hoy es ese día donde ese hueco que siempre esta, se hace más profundo. Ese día donde me acuerdo de como de un momento a otro, mi abuelo ya no estuvo. 


En las últimas semanas he pensado acerca de qué ha sido este año para mí. Siento que ha sido un poco de limbo. Han pasado cosas buenas, ha habido días malos, pero estoy segura de que en unos años, el 2013 será ese que pasó sin pena ni gloria. 

Y hoy, hoy realmente quisiera tenerlo cerca, para que me oyera, para que me recordara la profunda confianza que él tenía en mí y que hoy siento que me hace falta. Veo mi futuro y cada día me doy más cuenta de lo paralizantes que pueden ser mis miedos. 

Hoy hace 4 años no solo lo perdí a él, sino que perdí la certeza de saber que pasara lo que pasara, hiciera lo que hiciera, siempre estaría él para oírme, abrazarme y hacer que todo fuera mejor. Y así me fuera a India, a México o al rincón del mundo que se me ocurriera, yo siempre podría volver, sentarme a su lado, poner mis manos entre las de él y saber que él creía en mí, que él estaba seguro que yo sería feliz y que estaría bien. 

Hoy... hoy me está costando creer en todo eso y hoy daría todo por tenerlo cerca y sentir su amor por mi y la certeza que tenía en que las puertas se iban a abrir, los obstáculos se despejarían y yo tendría la vida que quiero vivir. 



lunes, 25 de noviembre de 2013

Soltar

Me subo al elevador, se cierran las puertas y suena la alarma sísmica. Ya entendí, querido universo, tengo que trabajar más duro por tener la vida que quiero vivir. En eso estoy. Déjame lograrlo y mientras tanto por favor párale con los temblores. O al menos que no me agarren entre un elevador. 

Han sido días de pensar mucho. Muertes inesperadas, buen cine del que hace pensar y la lucha intensa por recuperar mis espacios. Se acaba el año y una parte de mí siente que pasó sin pena ni gloria. No tengo muy claro qué he logrado en este 2013, tal vez la certeza - por primera vez en mucho tiempo - de qué es lo que quiero. Dónde, cuándo y con quién. 

Siento que es algo que siempre he sabido pero no me animaba a reconocerlo como ahora lo hago. Y ahora sé que no veía todos los miedos que mis sueños me generan. Pasé de la ansiedad de un futuro que no quería, a la tranquilidad de tener un rumbo, a una nueva ansiedad de descubrir que no controlo mi futuro y que solo puedo intentar lograr lo que quiero. 

Pero esta vez no quiero que mis miedos me derroten. Quiero hacer las cosas bien y sé qué es lo mejor para mí, entonces seguiré intentándolo, tocando puertas y esperando que se abra el camino. 



lunes, 6 de mayo de 2013

Días de días

Tal vez es porque estoy trasnochada. O porque es lunes. O porque en 16 días cumplo años. O por todas las anteriores. Pero hay días en que amanezco sintiéndome sin esperanzas. Con ganas de tener a alguien y con la horrible sensación de que ese alguien no esta anywhere near. 


Así solía sentirme antes. Antes de Open-Boy, antes del harakiri emocional. Y luego la vida cambió, fui a terapia, conocí a varios personajes que me demostraron que podía tener a alguien. Pero esos personajes no han perdurado y al final sigo sin una pareja. 

Y sí, he aprendido a ser feliz conmigo misma, he entendido que eso depende de mí y no de nadie más. Pero eso no significa que no quiera compartir mi vida con alguien. Y sí, es cierto que en los últimos meses me he permitido estar cerca de alguien y que con ese alguien me siento más cómoda de lo que jamás había estado en la vida... pero ese es un alguien que no quiere nada más. 

Le he dado vueltas a ese "nada más". Hay días donde es suficiente ya que al final es mucho. Pero hoy no lo es. Hoy amanecí con el deseo de alguien que quiera estar conmigo, con quién yo me sienta tan cómoda como con Alguien y a quién yo quiera. La lista podría ser más larga y la he hecho muchas veces... pero al final, los 3 puntos clave son esos. 

Y hoy... hoy siento que no sé dónde esta ese alguien, si podré conocerlo algún día; y temo que si eso llegara a pasar yo sabotee las cosas a punta de mis miedos convertidos en pretextos y si habré dejado atrás los dolores de mi pasado. 

Y por eso es que hoy no siento mucha esperanza.  


jueves, 6 de diciembre de 2012

Otra entrada sobre los miedos

No hubiera pensado que iba a escribir dos entradas seguidas sobre mis miedos. Pero qué le hacemos. Los tengo alborotados y esta vez ni siquiera es por una bonita película

La cosa es que ayer tuve una pésima experiencia con un taxista. No voy a entrar en detalles porque la verdad es que no quiero contar por enésima vez la misma historia, pero el punto es que se emputó conmigo y a las 8:30 de la noche, paró el carro, en la mitad del bosque y me ordenó que me bajara. No lo hice y después de llamadas al sitio de taxis, peleas, muchos estrés y sobre todo, mucho susto, el hampón este me dejó a unas cuadras de mi casa (no quería que viera donde vivo). 

Después de eso dormí mal. Tuve pesadillas. Y hoy hubiera querido quedarme entre mi cama, metida debajo de mis cobijas. 

La cosa es que la experiencia me alborotó el miedo que le tengo a que algo me pase estando yo en México. La psicóloga decía que yo tenía un leve caso de estrés post-traumático luego de partirme el brazo y la espantosa caída de la bicicleta. Ambos eventos fueron muy fuertes emocional y físicamente. 

Con lo del brazo me operaron y tuve que enfrentar la cirugía despierta y en un pedazo sin anestesia. La recuperación fue larga y complicada por el hecho de vivir sola y no ser propiamente hábil con mi mano izquierda. Luego fue lo de la bici que me dejó atrapada en la casa, moviéndome en muletas en un apartamento de 3 pisos sin elevador. 

En esas ocasiones (particularmente la de la bici), conté con grandes personas que me ayudaron de manera incondicional. Y solo por ellas pude salir adelante. 

Y sé que si algo volviera a suceder... probablemente volvería a tener a grandes personas cerca que me ayudaran. 

Pero no dejo de tener miedo de que algo pase. Ayer mientras me dormía, pensaba cuánto tiempo pasaría antes de que alguien notara que yo desaparecí. Y sé que a lo mejor algo similar pasaría en Colombia... pero no dejo de pensar que sería distinto. Cuando mi prima se desapareció este año porque un taxi le hizo el paseo millonario (secuestro express) pasaron algunas horas antes de que lo notaran, sin embargo, una vez se dieron cuenta toda la familia y amigos nos movilizamos. Y cuando por fin apareció, ahí estuvo toda mi familia, intensa y loca como siempre, dando esa cantidad de amor que solo ellos pueden dar. 

Aquí... todo sería muy distinto.  

Pero para algo sirven las cosas. Y hoy tomé la decisión de que así vaya en contra de mis ahorros y sea costoso, voy a pagar un seguro internacional que me de la tranquilidad de que si me pasa algo grave, puedo ir a tratarme a Colombia. 







miércoles, 5 de diciembre de 2012

Amour.... o los miedos que uno esconde debajo del colchón

De las mejores cosas que han estado pasando en este momento es que estamos en Muestra de la Cineteca. Lo cual significa que hay muchas más películas de lo normal y que aunque los cines están invadidos por vampiritos glow-in-the-light, hay mucho más que ver y mucho mejor. 

Entonces ayer fui a ver Amour. Y es una de las mejores películas que he visto. Y eso que este año he visto muy buen cine. Es intensa, profunda y absolutamente hermosa. 

El problema es que se fue directo contra mis sentimientos. El primero... el más obvio, el que siempre esta a flor de piel. Mi abuelo. Me dolió saber que él no fue feliz sus últimos años. Al ver a Anne (la protagonista de la historia) atrapada en su cuerpo, avergonzada de no poder hacer por si misma las cosas más básicas y más íntimas como bañarse o hacer pipí, desesperada por vivir una vida que no es, no pude evitar pensarlo. Y nuevamente sentí ese dolor de no haber estado en la última época, de no haberlo acompañado. 

Pero luego... la película tocó otras fibras. Para ser más exacta, otros miedos. Por un lado está el que siento cuando pienso qué va a pasar con mi mamá en unos años. Su salud nunca ha sido fuerte y yo he pasado algunos de los días más horribles de mi vida en las clínicas temiendo por lo que le podría pasar. Y ahora, de nuevo, como con mi abuelo... estoy lejos. Y por como se ven las cosas y por lo que yo quiero, seguiré estando lejos. Entonces ¿qué va a pasar el día que se enferme? 

En esos días cuando mi mamá ha estado enferma, yo he tenido el apoyo de mis tías, pero al final del día ellas se iban y la que se quedaba en la noche era yo. Y eso sucederá de nuevo. Además, yo tendré que tomar todas las decisiones sola. Es en esos momentos donde odio ser hija única. No hay a quién achantarle un turno de cuidado o con quién pensar que hacer. 

Con mi papá digamos que la situación es similar, pero tengo la confianza de que su esposa estará y yo contaré con su apoyo cuando sea necesario. Él ha construido una familia con quién podré cuidarlo. 

Y luego... luego queda ese otro miedo que es el que vive en el lugar más profundo de mi colchón. El de qué va a pasar el día que sea yo la que esta enferma. La que llega a vieja. Volvemos al problema de ser hija única. No voy a tener hermanos cuidándome como hacen mis tías. No voy a tener sobrinos pasando la noche en la clínica como yo lo he hecho. 

Y, seamos honestos, en este momento de mi vida, no sé si voy a tener un Georges (el esposo de Anne en la película) que me ame de una manera tan profunda, honesta y por tantos años, que esté dispuesto a cuidarme, cambiarme el pañal y alimentarme. Además, como tantas veces lo hemos hablado con Adri, siempre esta el tema de que las mujeres vivimos más, entonces incluso si encontrara a ese hombre que envejezca a mi lado, nada me garantiza que yo me voy a enfermar primero. 



Por supuesto una solución es tener hijos. Y achantarles a ellos el problema. Pero ese no es motivo suficiente para reproducirme y como ya lo he escrito tengo muchas dudas acerca del tema. 

Así que no sé. Salí del cine con el corazón arrugado, queriendo tapar los miedos que siento y preguntándome si es necesario pensar más acerca del futuro. 

Por suerte llegue a la casa y estaban dando When Harry met Sally (que bien podría ser la precuela de Amour) y elegí dormirme oyendo hermosas historias de amor. 


jueves, 8 de noviembre de 2012

De por qué se me ocurrió que era una buena idea desnudarme frente a 150 personas

Dice mi amiga Gabidearest que a veces sería más fácil que yo metiera drogas. El domingo pasado en un momento pensé que tal vez tiene razón. Al menos las drogas podría consumirlas en una casa, protegida de la lluvia, con gente de confianza a mi alrededor y… vestida.

Pero por muchos motivos y una larga historia familiar desde que era una adolescente tomé la decisión de no consumir drogas y no lo hago. Así que busco otras formas de provocarme emociones fuertes. Otras formas de enfrentar mis miedos y medir mis límites.

Y qué mejor forma de hacer eso que desnudándome en público.

Ahora. Una cosa es enfrentar los miedos y otra terminar arrestada por exhibicionismo. Y yo podré ser muy valiente pero por un lado las cárceles mexicanas me aterrorizan y por el otro, no tengo tanta personalidad como para empelotarme en frente de la gente porque sí.

Así que la ocasión fue una sesión de fotos de Spencer Tunick, ese fotógrafo que se ha hecho famoso por sus imágenes de miles de personas desnudas en lugares públicos. Desde que empezó en el 92 eso es lo que le gusta al tipo.  Aparentemente en 1994 posó y fotografió a 28 personas desnudas frente a la ONU en Nueva York y ahí fue cuando vio lo poderoso que pueden ser esta especie de instalaciones artísticas momentáneas donde la gente se quita la ropa para la foto.

En una entrevista Tunick dijo que le gusta como cuando tantos individuos se desnudan al tiempo hay una reconfiguración individual de lo que es la desnudez y lo que es la privacidad. Y eso es efectivamente lo que pasa. De repente todo se transforma y uno empieza a ver las cosas de forma distinta.

Pero vamos a cómo fue el cuento. Y cómo además de ser una experiencia maravillosa en términos de cómo me relaciono con mi cuerpo, fue una lucha casi que innecesaria contra la naturaleza que terminó conmigo a punto de la hipotermia.

Hace unas semanas mi amigo Barragán me preguntó si iría a lo de Tunick. Dos minutos después yo ya estaba registrándome en una página para el festival La Calaca en San Miguel de Allende, el primer pueblo que conocí en México y que queda a unas 5 horas del DF. Aparentemente en esta ocasión el fotógrafo quería hacer algo relacionado al día de muertos y tenía un cupo limitado para los que quisieran posar. Sin importar que el evento fuera en domingo y yo al día siguiente tuviera que trabajar me registré y esperanzada esperé el mail donde me dijeran que había sido aceptada. Unos días más tarde el correo llegó y con Barragán organizamos el viaje.
El sábado salimos del DF, paramos a comer en Querétaro y hacia las 6 de la tarde llegamos a San Miguel. Dado que Barragán tenía que trabajar yo decidí que saldría a dar una vuelta. Bajé los tres pisos del hotel hasta el lobby para encontrar que diluviaba. Me regresé pensando que es bastante inusual que en noviembre llueva. Y menos de esa forma. También pensé que ojalá el día siguiente amaneciera despejado porque el mail era claro: estábamos citados a las 3:30p.m. “Rain or shine”.

Mis deseos no se hicieron realidad, al día siguiente San Miguel amaneció gris y lluvioso. Un correo de la producción decía que solo había cupo para los primeros 300 que apareciéramos, razón por la cual con Barragán decidimos llegar una hora antes. Lo único que yo no iba a permitir era que después de viajar hasta allá, yo fuera la número 301 y quedara por fuera del plan.

La cita era en una cosa llamada Los Senderos que por lo que pude entender es el terreno donde planean hacer un condominio ecológico con viñedos y huertas orgánicas. Es enorme y hasta el momento lo único que tiene es un restaurante pequeño, una oficina donde me imagino entre semana le muestran a los hippies ricos donde podrían construir su casa y unos baños bonitos pero donde solo hay un inodoro por género.

Y como buen terreno ecológico que se respete, el piso no está pavimentado. Como la noche anterior había diluviado y ese día seguía lloviendo, había barro por todas partes. “Esto va a estar divertido” dijo Barragán mientras buscábamos el lugar para registrarnos. Una vez que hicimos ese proceso nos dedicamos a esperar. Y esperar. Y esperar. Como al principio solo lloviznaba nos sentamos bajo un árbol pero para cuando empezó a llover más duro nos refugiamos bajo el techo de la oficina de registro.

Unas horas más tarde algunos aparecieron con cobijas las cuales no fueron suficientes para todos, a pesar de que nunca llegamos los 300 que estaban esperando, tan solo 150. Inicialmente nos dijeron que empezaríamos a las 5 “allá arriba pasando ese árbol”. Pero gracias a la lluvia nunca llegamos a allá arriba y ante la opción de cancelar la sesión de fotos, la producción y Tunick decidieron cambiar la locación.

Ahora, yo no soy fotógrafa y en general cuando hago eventos en la oficina subcontratamos a los que se encargan del tema, pero quiero pensar que no es tan absolutamente avanzado la idea de contar con un plan b cuando uno va a hacer una sesión de fotos a la intemperie. Pero parece que para esta gente lo fue. Así que para cuando decidieron que la locación se movía empezaron a medir el nuevo terreno, a decidir dónde pondrían a la prensa que había ido a cubrir el evento (y que por una vez no me tocó atender… fue raro no estar pendiente de ellos) y dónde nos haríamos los salvajes que seguíamos dispuestos a desnudarnos en ese maldito frío y bajo esa maldita lluvia.

Vimos como los asistentes de producción desarmaron pacas de paja, para luego extenderla sobre el barro sin que pudiéramos comprender muy bien la lógica del tema. También vimos como los 3 megáfonos que llevaban no funcionaban y no podían darnos informes de lo que estaba pasando. Las horas pasaban y la lluvia subía y bajaba de intensidad. Pero nada más pasaba. Ninguna foto.

Yo trataba de no pensar mucho en lo que pasaría. Veía a la gente, los oía hablar y bloqueaba la idea de que en un rato los vería desnuda. Con más esfuerzo bloqueaba el pánico de saber que en un rato me verían desnuda. Y es que la verdad es que sí era algo que me daba mucho miedo. Unos días antes del tema, le conté el plan a un ex romance quién me preguntó si yo no tenía complejos acerca de mi cuerpo.  Claramente tengo, y muchos. Puede que hoy tenga menos que hace unos años pero eso no quiere decir que me sienta 100% cómoda con la forma que me veo. Menos estando desnuda y muchisisimo menos frente a un montón de extraños.

Finalmente y después de casi 3 horas de espera nos dijeron que estaban listos para empezar, llamaron a 30 hombres altos quiénes salieron de la oficina donde nos encontrábamos y bajaron a donde habían puesto la paja. Allí les dijeron que se desnudaran mientras el resto seguíamos esperando. Sin que hubiera mucha claridad sobre el proceso, eventualmente los hombres terminaron adelante y las mujeres nos quedamos de nuevo esperando.

La sensación en el ambiente era de nerviosísimo y alegría. Algunas hablaban del frío y lo que sería estar bajo la lluvia, otras preferían comentar la última película que habían visto y algunas como yo enmudecimos. Finalmente nos llamaron y ahí empezaron los problemas, para llegar a donde teníamos que desnudarnos teníamos que bajar por una trocha llena de barro (lodo). No había forma de escapar. Cada una intentó ensuciarse lo menos posible pero todas llegamos con los zapatos negros.

Ahí vimos a los primeros 30 hombres que ya estaban desnudos y tenían unas telas blancas transparentes con las que trataban de cubrirse. Esa primera imagen fue extraña y aunque uno no quisiera mirar era imposible no notar la absoluta desnudez de quiénes estaban a unos pocos metros de mi.

Ahí a los genios de la producción se les ocurrió que era el mejor momento para darnos las instrucciones para la foto. Por qué no lo hicieron cuando estábamos en un espacio cubierto y no había 30 idiotas empelotos es algo que jamás voy a entender. Sin que hubiera un buen traductor, Tunick procedió a explicarnos que haríamos de espíritus, de muertos, que debíamos tomar las telas y cubrir con ellas nuestro cuerpo pero que teníamos que tener mucho cuidado de no ensuciarlas en el barro. Nosotros podíamos estar sucios pero las telas no.

También añadió que esta no era una experiencia para todos, que aquel que no se sintiera bien debía salirse y que por favor nos cuidáramos los unos a los otros. Que nos fijáramos quién estaba bien y quién no. Palabras sabías para lo que sería una sesión de prácticamente una hora.

La cosa es que entre los problemas a la hora de traducir las instrucciones, la pelea de Tunick con los que no se querían salir de debajo del balcón donde guardarían nuestra ropa y ya ni sé qué más cosas, los que estábamos vestidos oyendo, tuvimos que pasar 20 minutos bajo la intensa lluvia. Yo solo pensaba en lo horrible que sería regresar a vestirme con ropa emparamada y en que por qué carajos no podíamos empezar ya a desnudarnos.

Para cuando por fin pudimos tuve ese instante de “no quiero, qué carajos estoy haciendo aquí, muero de la pena, no quiero que nadie me vea”. Pero ya no había nada que hacer así que respiré y me quité el saco. Afortunada o desafortunadamente lo siguiente que pasó fue que vi mis tennis, los cuales estaban totalmente embarrados. Fue afortunado porque entonces solo me concentré en pensar cómo podría quitarme la ropa sin embarrarla toda. Desafortunado porque no encontré una estrategia lo suficientemente buena y todo, terminó con barro.

Necesitaba quitarme los zapatos sin tocarlos pero era tal el barro que no podía hacerlo con mis pies, así que me quité la camiseta, me quedé en el brasiere, me llené de lodo las manos al quitarme los tennis y ponerlos en una bolsa plástica que por fortuna tenía. Mis medias entonces quedaron mojadas al tener que pisar el barrial, me quité los jeans que ya tampoco estaban limpios y me bajé los calzones como quién quita una curita rápido para que no duela.

Y entonces tocó quitarme el brasiere. Pero entre que mis manos estaban embarradas, que mi espalda estaba mojada y que yo estaba muy nerviosa, simplemente no podía. Cual adolescente inexperto, no podía soltarlo. De repente sentí una mano fría que lo quitó con total expertise. Roja de la pena pero profundamente agradecida, me limité a decir un “muchas gracias” sin atreverme a ver quién me había ayudado. Nunca sabré si fue hombre o mujer.

Terminé de poner mis cosas en la bolsa de papel que me dieron (si… de papel porque para la ropa mojada es la mejor opción según estas bestias), me anotaron un número en el brazo para que pudiera reclamarla y me dieron mi telita transparente.

Caminé entre personas vestidas, a medio vestir y totalmente desnudas. Intenté taparme con la tela lo mejor que pude sin que se cayera al suelo, metí la barriga como si eso sirviera de algo y me dirigí a donde sería la foto.

Y entonces fue que vi un amplio terreno donde ya había varias personas intentando elegir el mejor lugar para posar. Me concentré en no pisar el popó de vaca que había en el piso, en no caerme entre el barro, olvidarme del frío, de la lluvia y de la infinita sensación de vulnerabilidad.

Dicen los medios que la zona donde nos tomamos las fotos tenía mezquites, que según wikipedia (porque yo no sabía) son unas plantas que se dan en zonas áridas y semi áridas. La descripción dice que son “árboles que llegan a medir entre 6 y 9 metros de altura, aunque es común encontrarlos como arbustos. Tienen hojas angostas, largas con puntas suaves y ramas con espinas”. Y sí, todos vivimos las espinas.

Los asistentes de producción nos hicieron meternos entre las matas. Como si estuviéramos vestidos y con botas de jardinero, nos obligaron a hacer un lado las hojas y las espinas hasta estar entre los arbustos. Cada uno fue encontrando su espacio. Y luego volvimos a esperar. Bajo la lluvia. En el frio. Desnudos.

A lo lejos se oía una música espantosa, una especie de trance noventero al cual todos terminamos bailando para calentarnos. (Si hubiéramos estado en Colombia alguien probablemente hubiera cantado la marcha del calentamiento, pero aquí no sucedió). Pronto perdimos la timidez, empezamos a hablar y a todos se nos olvidó la desnudez.

En un intento de protegerme de la lluvia me puse la tela sobre la cabeza y los hombros. Un tipo que estaba a unos metros de mí me dice “perdóname que te diga, pero con la tela así pareces una virgen”. La carcajada fue general y le dije que yo de virgen tenía poco. “¿Entonces no eres milagrosa? Yo ya te iba a pedir que me hicieras el milagro de un jacuzzi”, ante lo cual le respondí “Si fuera a realizar milagros, empezaría con ropa seca y una chimenea para mí”.

Tras un rato más de espera, por fin empezaron las fotos. A lo lejos veíamos a Tunick quién en algunas ocasiones no encontraba la cámara que quería, porque volvemos a que los de producción son la cosa más inútil que he visto en mi vida. Debíamos tapar todo nuestro cuerpo con la tela y pegarla para que se viera la desnudez. Tras algunas fotos nos pidieron dispersarnos y cambiar de lugar. Los de atrás hacia adelante y al revés.

Caminé buscando un lugar con pocas espinas y barro y sin darme cuenta terminé en la primera fila. A mi lado una argentina me dijo que ahora sí seguro íbamos a salir en las fotos. Una parte de mí quiso salir corriendo, otra se negó a volver a meterse entre los mezquites y una más ya estaba demasiado cansada y congelada para tomar decisiones. Las poses variaron, que con los ojos cerrados, que con los brazos estirados, que con los brazos a los costados. Cada vez que tenía que reacomodar mi tela era una pequeña tortura por volver a ponerla fría y mojada sobre mi espalda.

Y ahí me quedé, en la primera fila, siendo fotografiada, quieta, con los ojos cerrados. Sentí el silencio, la lluvia sobre mi cuerpo y los clicks de la cámara. De repente me olvidé que estaba desnuda. Dejé de sentir frío.

Finalmente la sesión terminó y la ventaja de estar en la primera fila fue que fui de las primeras en llegar a donde tenían las bolsas con nuestra ropa. Me la pasaron y procedí a ponerme los jeans mojados, el brasiere mojado y la camiseta… mojada. Estaba en esas cuando me reencontré con Barragán a quién en algún punto de la sesión perdí. Él es un muy buen amigo, fue el que me llevó a la clínica el día que me caí de la bicicleta, es una buena persona. Pero no es alguien tierno, ni es alguien dulce, ni quién muestre preocupación fácilmente. Así que cuando le vi pánico en sus ojos y me agarró el brazo ordenándome que me pusiera YA el saco me asustó. Le dije que estaba mojado y que iba a ser peor. “Pues algo tienes que hacer porque tienes los labios azules. Sube ya a pedir una cobija. Me preocupas”. Y aunque yo me sentía bien, el miedo que le vi me asustó. Caminé de regreso a la oficina, mientras apretaba con mis dedos los labios para descubrir que efectivamente no los sentía. Hubiera podido hacerme un piercing y no me hubiera enterado.

Mientras yo me ponía el saco menos mojado que tenía y recibía algo que parecía té pero sabía a agua caliente, el resto de la gente sufrió para que le dieran su ropa porque el lugar donde la guardaron no tenía luz y ya eran las 6 de la tarde, razón por la cual no podía distinguir los números de las bolsas. De nuevo, un punto menos para los genios productores de esta aventura.

Me encontré con Barragán quién tuvo que quedarse en bóxers y abrigo ya que sus jeans estaban completamente emparamados. Llegamos a su carro donde yo volví a quitarme la ropa, estaba vez para poder ponerme un saco seco que él tenía y que estoy segura, me salvó de la hipotermia. El resto de la historia es bastante predecible, cuando me metí a la ducha del hotel, mi piel estaba tan sensible que no podía distinguir entre el agua caliente y la fría, las dos quemaban por igual. Me tardé en estabilizarme y necesité de una muy buena cena, tres sacos sobre mi pijama y varias cobijas para finalmente sentirme bien.

Regresamos al día siguiente a las 6 de la mañana porque yo tenía que trabajar. Mientras Barragán manejaba, yo revisé los distintos medios y con horror me encontré en muchas de las fotos publicadas en las notas sobre la sesión de Tunick. “¿Y qué esperabas si estabas en primera fila?” preguntó mi chofer con su inexistente dulzura.

No sé qué esperaba. Pero esa ha sido la parte más inesperada de la experiencia. La pena de saberme expuesta. No me importa que cualquiera que googlee sobre el tema encuentre fotos mías, porque finalmente ese cualquiera no me conoce. Pero la idea de que la gente que sí me conoce pueda verme desnuda… me hace sentir incómoda. Supongo que es parte de lo que viví. La prueba de que a pesar de todo si tengo algo de pudor. 
Sé que al escribir esto abro la puerta a que busquen esas fotos. Yo publico algunas donde NO salgo para que tengan mejor idea de la experiencia. En mi mundo ideal no me van a buscar, pero si lo hacen no me digan y si lo hacen y me encuentran y me dicen… al menos díganme que me veía muy bien.

sábado, 22 de septiembre de 2012

Nueva York, Toronto y por qué terminé caminando a 356 metros

La cosa era que yo no quería pasar mi cumpleaños en el DF. Me daba susto encontrarme con algunos recuerdos que no quería y terminar triste el día que celebraría mis 30. Entonces un día, como a mediados de marzo se me ocurrió que podría visitar a Pollo, mi mejor amigo, en Toronto donde vive desde hace 5 años. Le escribí emocionada y a él le encantó la idea.

Pero pronto empezamos a ver que no era tan fácil, él no estaba seguro de estar por esos días en Canadá y la visa parecía tardarse muchísimo. Además, el avión estaba carísimo. Así que una tarde recibí un correo de Pollo donde me proponía cambiar la huída de cumpleaños, por unas vacaciones en septiembre “donde además de que verás el inicio del otoño, podrás ir al TIFF”. TIFF siendo el Toronto International Film Festival. Y ahí cambiaron los planes.

Pasé los siguientes meses organizando las cosas, ahorrando más y soñando con lo que vería. Decidí parar 3 días en NY y luego ir 10 más a Toronto. Y aunque los meses se me hicieron eternos, por fin pude irme a mis vacaciones.

El Highlight de NY es el High Line.

De NY no hay mucho que contar. Llegué absolutamente adormilada tras el vuelo de 12 a 6 a.m., durar 2 horas haciendo migración y otras 2 llegando a mi hostal. Gracias al patrocinio de mi papá pude quedarme en Chelsea lo cual fue la mejor opción ya que estaba cerca de todo. Lo malo es que mientras 50 dólares en cualquier parte del mundo te dan una muy buena habitación, baño y una bonita vista, en NY te dan un cuarto diminuto, compartido con un francés que jamás superó el hecho de que le tocara dormir en el mismo cuarto que a una mujer – según me dijo, le incomodaba muchísimo llegar y ver mis pequeños zapatos… vayan ustedes a saber por qué – y un baño compartido con el resto del piso.

Además de lo memorable que fue perderme en el metro dado mi cansancio (tomé dos veces seguidas el metro equivocado), los highlights del paseo fueron la visita al memorial del 11 de septiembre (impresionante), la mañana donde mientras esperaba a un amigo me di el espacio de sentarme bajo el sol en Washington Square, poner mis pies en el agua y simplemente relajarme mientras leía. Y el High Line.

The High Line es un parque nuevo en NY, lo cual no tendría mucho de interesante a no ser porque está construido en lo que fue una carrilera de tren sobre las calles neoyorquinas. La línea del tren fue construida en los 30, para que el aparato dejara de matar gente. Aparentemente cuando estaba sobre las calles, las personas no entendían que el aparato era peligroso y terminaban atropelladas.

La primera iniciativa fue contratar a un tipo que iba a caballo adelante del tren gritando que pilas, que se quiten, que viene el tren, pero como que no funcionó y entonces decidieron subir el tren encima de las calles y así evitar tanta desgracia. La idea funcionó hasta los 80 cuando el tren dejó de correr y dejaron la línea abandonada. Los años pasaron y en el 99 un grupo de personas se unió para evitar que demolieran la estructura convirtiéndola en un parque público que mide 1.6 kilómetros de largo.  



Entonces uno va y es un parque muy extraño por lo angosto, en la mitad están las antiguas vías del tren y a los lados un bonito jardín que es cuidado por jardineros con sombreros de paja como en las películas. Cuando fui había una exposición de arte por lo que en algunas partes había esculturas escondidas entre las plantas y hasta una instalación de audio en una de las bancas, la cual para ser sincera me pareció un poco simple ya que es la voz del artista leyendo dos listas de animales: buenos y malos. Uno se sienta y oye al tipo: Good animals: dolphin, cat, lion, bird, etc.  

Después de recorrer el parque, visitar el MOMA, comer delicioso en Brooklyn y recordar por qué es que me gusta tanto NY, me fui a Toronto.

De porqué creo que Toronto es como un gran aeropuerto.

La verdad es que Toronto me pareció una ciudad extraña. Varios residentes me comentaron que representa un reto para los turistas en la medida en que no tiene realmente grandes atractivos. No hay grandes parques ni plazas, no hay museos realmente importantes (aunque hay uno dedicado exclusivamente a los zapatos y su historia que estoy segura que a más de una de mis lectoras le fascinaría) y en un principio parecería que no hay mucho que ver.

Pero una vez uno se quita de la cabeza la necesidad de ver los landmarks… aparece una ciudad increíblemente interesante, llena de calles maravillosas, restaurantes deliciosos y ante todo, una multiculturalidad que no deja de sorprender. En mi opinión, la mayor gracia de Toronto es esa. Que es una ciudad donde uno puede encontrar cualquier pedazo del mundo.

Ese siempre había sido mi argumento a favor de NY, pero siento que Toronto le gana, básicamente porque mientras en NY viven personas de todas partes del mundo, también hay una grandísima población gringa. En Toronto en cambio, casi que no hay canadienses. Una estadística que encontré dice que uno de cada 3 residentes es extranjero. Eso significa que en cualquier parte que uno esté se oyen idiomas conocidos y desconocidos, se ven todos los tipos de vestimenta (de burkas a hombres en mini falda) y tuve permanentemente esa sensación que me dan los aeropuertos grandes de que la probabilidad de estar a punto de conocer algo absolutamente impensable es altísima.



En términos generales mis grandes actividades en Toronto fueron caminar, ir a las cataratas del Niágara, ver cuanta película pude y darme una vueltita a 356 metros de altura.

Las cataratas o el pueblo más feo

Cuando llegué a Toronto, Pollo tuvo a bien advertirme que él estaba feliz de que yo lo visitara pero que por ningún motivo me acompañaba a la CN Tower (seguir leyendo para detalles al respecto) ni a las cataratas del Niágara. Yo le dije que fresco, que yo hago lo mismo con los que vienen al DF, yo ya no visito Teotihuacán ni aunque me paguen. Así que un buen lunes me fui acompañada de mi libro y mi iPod a conocer las cataratas.

Yo asumí que dado que este es uno de los lugares más turísticos del país habría buses cada 10 minutos, pero no, sale uno cada hora y cuando uno llega, el amigo de información no pudo explicarme cuál era el bus que me llevaba directamente a las cataratas, por lo que terminé como idiota esperando por 25 minutos por un bus que cuando finalmente apareció, resultó que costaba 7 dólares en vez de 3 y que tenía que pagar en efectivo. Como no los tenía, decidí que mejor me iba a pie siguiendo la recomendación de Pollo.

Tras una muy agradable caminata llegué a las cataratas, las cuales son tan hermosas como uno se imagina. Tomé el barquito que lo lleva a uno a conocerlas y fui muy feliz viendo el agua caer. Y en media hora se acabó el cuento. Pero yo tenía hambre así que decidí comer algo por ahí.



Resulta que el pueblo donde están las cataratas es (o era, ya no me acuerdo) una reserva indígena, por lo que la mayoría de los negocios los manejan ellos. Y debo decir que tienen una extraña idea de lo que atrae al turismo. Pero es lo mismo que se puede decir de Agra, donde está el Tah Majal o de todos los puntos híper turísticos del planeta. Viven convencidos que los turistas son multimillonarios de mal gusto.

En el caso del Niágara, esto significa una cantidad de casinos, almacenes con souvenirs carísimos, casas de miedo, casas de la risa y lugares donde pretendían cobrarme 35 dólares por jugar laser-tag (como si fueran los 90) o por sentarme en la silla más alta del mundo (en la tienda de Guiness Records). Terminé comiendo en el Hard Rock Café porque ya entrada en mood turístico, había que aprovechar. Además, al menos la comida estaba buena cosa que no era tan obvia en el resto de los restaurantes temáticos que vi.



El TIFF y como no vi ninguna celebridad in the wild.

Siendo muy honesta creo que de no haber sido por el TIFF, 10 días en Toronto hubieran sido muchos y a lo mejor hubiera terminado yendo a otras ciudades cercanas. Pero el cine me consumió. Mi idea del paraíso ahora involucra la posibilidad de ver al menos 1 o dos veces al día buenas películas con sesión de preguntas y respuestas. Y eso es el TIFF.

No voy a llenarlos con las reseñas de todas las películas que vi (aunque podría) pero si voy a decir que el top 3 fue:
  •       No, dirigida por René Saavedra y protagonizada por el tan bonito Gael García Bernal, sobre el interior de la campaña de marketing político en el referendo del 88 en contra de Pinochet. La peli esta filmada con cámaras viejas, lo que hace que se vea vieja y uno realmente sienta que es un documental de la época. Además de mostrar los spots originales, actúan algunos de los que en su momento fueron parte de la campaña. Al finalizar la sesión de preguntas y respuestas con el productor, el tipo quiso hacer un homenaje a todos los que murieron o desaparecieron en la dictadura ya que era 11 de septiembre, aniversario del golpe de estado. Cuando dijo esto el teatro se quedó en silencio y de repente oímos a alguien sollozar, era un viejito chileno llorandThe 
  •      The Deep, dirigida por Baltasar Kormákur de Islandia, cuenta la historia real de un naufragio y uno de sus sobrevivientes. Tiene algunas de las tomas más hermosas que he visto en mi vida y aunque me dejó con la tarea de ir a Islandia algún día, también me generó la certeza de que si voy, no me subo a un barco por ningún motivo. 
  •     Aquí hubo un triple empate entre Capital de Costa-Gavras sobre el sistema bancario; Lore de Cate Shortland, candidata por Australia al Oscar para las películas extranjeras y que cuenta la historia de la hija de un par de nazis al final de la segunda guerra mundial; y Jayne Mansfield's Car dirigida por Billy Bob Thorton a quién pude conocer (hasta le recomendé un libro en los 15 segundos que se tardó una señora en tomarme una foto con él) y que muestra el choque cultural entre una familia de Alabama y una inglesa en los 60. Absolutamente maravillosa y la última escena le da a uno la vuelta a la historia y lo deja con el corazón arrugado.


Para el TIFF la ciudad se llena de gente, por todas partes hay voluntarios con camisetas naranjas que se pasan el día recibiendo boletos de entrada y dando instrucciones a turistas confundidos sobre cómo llegar a su siguiente película. Porque aunque hay muchas cosas maravillosas en Toronto, debo decir que fue una ciudad que retó mis capacidades de ubicación.

No sé si es una cosa del primer mundo, de Canadá o simplemente de Toronto, pero todo el mundo parece estar perfectamente ubicado geográficamente. Todo el mundo sabe dónde está el noroeste, le dicen a uno que tome la línea hacia el sur en el metro y luego le piden a uno encontrarse en la esquina suroriental. Y por todo el mundo, me refiero a colombianos como yo que en teoría tienen las mismas bases educacionales, pero que o siempre han sido más inteligentes y ubicados que yo, o que en su vivencia en Toronto aprendieron a saber donde están parados.

Yo jamás, en ningún momento de la vida, le he dicho a nadie que se dirija al este por tal calle o que nos veamos en el café que queda en la esquina noroccidental del metro. Por tanto, pasé muchas más horas de las que hubiera querido viendo los mapas con cara de confusión, para eventualmente decidir que ya sabía para qué lado debía caminar, avanzar una cuadra y descubrir que claramente, iba para el lado que no era. Tal vez tantos años en el tercer mundo me han dañado para siempre, o tal vez heredé conocida desubicación de mi mamá.



Probablemente fue por estar mirando mapas que jamás vi a las tantas celebridades que estaban en la ciudad por esos días. Cada mañana en el Publimetro veía como a unas pocas cuadras de donde yo había estado el día anterior había estado Bill Murray, Halle Berry, Tom Hanks y otros más. Yo al único que vi fui a Billy Bob Thorton, pero ese no cuenta tanto ya que fui a ver su película. El resto, los que caminaban por ahí, jamás los vi.

Venciendo mis miedos.

Prometo que esta es la última parte de la crónica. Sé que esta larga, pero fueron muchos días y muchas cosas.

Un buen día mientras dejaba de trabajar para soñar con mis vacaciones, encontré algo que se llama Edge Walk. Básicamente es un recorrido por una plataforma afuera de la CN Tower, la torre más alta de Toronto. Una pequeña caminata a 356 metros de altura. Al aire libre. Sin medio vidrio que prevenga que uno se vaya de bruces.

Aquí debo aceptar que efectivamente a lo mejor yo soy masoquista. Ya había pensado en eso cuando estuve en Xilitla, muerta de susto y feliz al mismo tiempo, en las torres del castillo surrealista. Ahora lo comprobé. Yo le tengo miedo a las alturas. No es un miedo que me paralice, porque finalmente me trepo al castillo y a las pirámides. Pero no soy capaz de mirar hacia abajo y todo el tiempo estoy muerta del susto.

Corrijo. No ERA capaz de mirar hacia abajo. Porque eso fue lo que hice. A 356 metros de altura. (voy a decirlo más veces porque sigo sin creer que fui capaz de hacerlo). Para que se hagan una idea del miedo que yo tenía, desde que vi la página de Edge Walk, tuve pesadillas con el tema. La posibilidad de hacerlo me daba pánico. Pero yo quería.



Y lo hice. Junto con otros 3 locos. Un inglés que vive en Ottawa, un alemán bastante atractivo y que estaba igualmente muerto del susto y una canadiense de Montreal a quién admiré y odié al mismo tiempo ya que era la única que no parecía estar cagada del susto mientras caminábamos a 356 metros. Finalmente la señora me aceptó que ella también le tenía pánico a las alturas hasta que hace 15 años empezó a escalar para vencer el miedo. Y que aunque no estaba asustada, si tenía mariposas de la emoción de estar tan arriba.

Para hacer el recorrido le ponen a uno un traje rojo espantoso, se aseguran que uno no tenga nada que se le pueda caer y matar a alguien (desde el celular hasta las hebillas del pelo), le dan a uno tennis si no tiene zapatos con buena tracción (obvio mi caso que iba en sandalias) y le ponen un arnés al que le amarran dos cuerdas de seguridad para estar doblemente seguros de que uno no se les va a caer.

Nos tocó una guía súper amable y entusiasta que antes de salir nos explicó que haríamos distintas actividades uno por uno, y que mientras uno estaba haciendo algo, los otros debían animarlo y aplaudirle. La amargada en mí pensó que qué pereza y que obvio yo no iba a hacerlo. Pero una vez estuvimos afuera y empezamos a compartir la experiencia, a sentir el miedo y la ansiedad, la cosa se convirtió en una experiencia de grupo, donde todos nos animamos mutuamente. Para el final del recorrido esta gente era mi mejor amiga en el mundo y nos despedimos con abrazos espichados como si nos conociéramos de toda la vida.



Yo debo decir que fui la más gallina del grupo. Y tengo un video que lo prueba. Me aferré a la cuerda como si eso sirviera de algo y todo el tiempo mi estómago estuvo hecho un nudo. La guía nos puso a hacer cosas como caminar de espaldas, llegar hasta el borde y echarnos para atrás y luego hacer lo mismo pero de frente. Fue una experiencia increíblemente emocional y muy interesante al ver cómo el cerebro se parte en dos: la voz que dice que estás segura, que duraron 20 minutos explicándote cómo el arnés no va a dejar que te caigas, como nadie se ha matado haciendo esto… y tu instinto animal que grita que te devuelvas, que estás loca, que te vas a caer.

Lo hice porque creo que es importante vencer los miedos, porque sabía que sería una experiencia única en mi vida… y porque claramente estoy loca. Disfruté y odié cada segundo de los 35 minutos que duró la caminata. Al final logré estar más tranquila y soltar la cuerda. Eso sí nunca dejé de sentir ansiedad.

Y muy pronto la cosa terminó. Bajamos, devolvimos la ropa y los zapatos y nos dijeron que las fotos, video y certificado de que uno hizo lo que hizo, se tardaban entre 15 y 20 minutos. Pero eran las 10:55 y yo tenía película a las 11:30, así que con la promesa de que podía volver al día siguiente por mis cosas, salí corriendo al otro lado de la ciudad. Corrí hasta el metro, me estresé porque iba despacio, me bajé, corrí a un café, compré corriendo un restaurante y luego corrí al cine.

Finalmente llegué, sudada y cansada, me senté y suspiré. La señora que estaba a mi lado me vio y con una sonrisa me recordó que había llegado a tiempo, que ya podía respirar. Le expliqué que venía desde CN Tower y antes de que ella dijera algo más le conté lo que acababa de hacer. De repente me di cuenta que no me había dado la oportunidad de procesar la experiencia que había tenido. La señora me oyó, me dijo que era muy valiente y que ella no podría hacerlo. Luego las luces se apagaron, hicieron la presentación de la película y después pasaron los cortos del TIFF. Siempre eran los mismos, comerciales de los patrocinadores y al final, uno de agradecimiento a los voluntarios que es momento cuando todos los asistentes aplauden. Yo ya lo había hecho varias veces. Pero esta vez fue diferente. De repente me encontré gritando emocionada, aplaudiendo más fuerte de lo que jamás había hecho en mi vida y a punto de pararme a ovacionarlos.

Claramente la adrenalina del Edge Walk no se quedó a los 356 metros de altura.
 

miércoles, 2 de mayo de 2012

Entre el miedo y la confianza


Un par de personas que conozco andan tristísimas porque sus bonitas relaciones terminaron. Estas personas hace un par de semanas o meses eran los que uno siempre quiere odiar porque destilan felicidad y curlisería. Gente que se veía a sí misma ya del otro lado, que sentían haber encontrado al amor de sus vidas y para quienes, como en una buena película mala, la búsqueda de la felicidad había terminado. 

Y ahora andan en drama. 

Y aquí ando yo... feliz. Contenta con mi vida. Sintiéndome a gusto en la oficina, en la casa, en la vida social. Y sí algo he aprendido en la vida es que nada es para siempre, ni el dolor ni la felicidad duran. Gabriela me pasó un link a una historia llamada I'm happy and it's scary as hell Y entiendo perfecto el sentimiento: 

So I'm the happiest I've ever been in my life, and simultaneously afraid to acknowledge, enjoy or talk about it. And I'm pretty sure a piano or something is going to fall on my head at any moment.
Por algún extraño motivo yo no tengo tanto pánico. Sé que mi felicidad actual es fruto de mucho trabajo, de haberme dedicado a mí y a sacar el valor para destapar una olla interna, llena de dolores, tristezas, angustias y vergüenzas. Y por eso, sé que cuando el momento de plenitud pase -porque pasará- yo podré lidiar con las cosas y podré enfrentarlas de una forma distinta. 

Pero en este escenario... claramente hay un punto que no depende solo de mí: Mr. M. Con él, la sensación de que la vida funciona y que por fin I'm getting the break I deserve, ha sido completa... Y siento que las cosas funcionan, que son reales, que en ambos lados estamos igual de felices y de conscientes de lo grande que ha sido encontrarnos... que los dos sentimos que It feels right... Tengo la tranquilidad de saber que incluso si mañana se cayera en aquel hoyo negro donde desaparecen los personajes, yo podría rearmar las cosas para seguir estando bien.... 

Pero a veces... cuando veo a estas personas que pasaron de la felicidad total al dolor... no puedo evitar que me de miedo. No quiero tristeza. No quiero que las cosas se dañen con él. Pero por fin he cambiado... y ya no salgo corriendo por el miedo a salir herida. Aquí estoy y no me muevo. Y trato de pensar que estoy haciendo las cosas de manera sana, haciéndolas bien para no llegar a los días de tristeza. Para que todo sea realmente diferente.

domingo, 30 de octubre de 2011

Deja Vu

Y entonces uno se encuentra con que la vida se repite. Que hay un amigo interesante. Con quien uno puede hablar. Y yo ya estoy cansada de las ironías.

Y no he podido dejar de comparar. Y de pensar que además de todo se conocen. Y de sentir que salir corriendo es absolutamente razonable. Que esto no es un do-over para ver si las cosas salen mejor ahora.

Pero tampoco quiero cerrar esa puerta. Y no sé exáctamente por qué. Por fin he aceptado dejar que mi corazón se abra y aunque estoy muerta del miedo, llena de prevenciones, no quiero seguir cerrando posibilidades.

Porque existe el chance de que este personaje, que se parece al otro, que viene del mismo lugar, en unas condiciones similares (pero mejores para mi corazón)... pueda llegar a hacerme sonreír por sí mismo y no por todas las similitudes.

Y esa posibilidad, es la que me hace no querer cerrar la puerta.

sábado, 22 de octubre de 2011

Una solicitud

Yo no rezo. Mi cerebro y mi corazón no funcionan de esa forma.

Pero hoy le pido al universo que haga que ella este bien, que la cirugía salga bien y que todos podamos darle la vuelta a esta horrible página.

Y como solo sé hacer estas cosas escribiendo, aquí estoy, pidiéndole al universo, a la energía, a esa cosa que jamás he podido definir pero que creo que existe... que haga que las cosas salgan bien.

A silent prayer for her I give tonight.

viernes, 14 de octubre de 2011

Esperar o no esperar...

El tema es que en teoría iba a salir hoy. Y son las 8:18 p.m y el personaje en cuestión no ha aparecido. Sé que tenía un tema largo y medio complicado pero ¿hasta qué horas debo esperarlo? ¿cuándo debo dar por perdida la salida? ¿a qué hora me puedo poner mi pijama y asumir con entereza que me dejaron metida?

A mí la independencia me da para irme a almozar sola, ir a cine sola, viajar sola pero no para irme a un bar por mi propia cuenta. Salen todas mis paranoías: me van a echar burundanga en el trago y voy a amanecer violada y sin un peso; además ahí si creo que todo el mundo me va a ver y se preguntarán qué carajos hago sola en un bar. Y yo hoy realmente quería salir, tomarme un trago, hablar tonterías y celebrar que la semana se terminó y yo salí ilesa.

Pero el personaje no aparece. Y mi plan B no contesta. Necesito encontrar más gente. O vencer el miedo a ser la loca que toma sola en un bar. Whatever happens first.