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sábado, 17 de agosto de 2013

Atreverse a aceptar la felicidad o el drama de tener una monja interior

"Yo lo que creo es que a ti te da miedo aceptar que eres feliz en algo que no es en lo que el mundo nos enseñó que era lo normal". 

Así, en una frase, Adri logró desenredar mi cabeza. Y es que esa es la verdad. Yo solita me pongo la presión de ¿cómo es que puedo ser feliz en algo que no cabe dentro de la norma? ¿cómo es que me importan más ciertas cosas que otras que en teoría son las importantes? ¿por qué no me jode más la cabeza que él no sea mi novio? 

Una y otra vez sale la realidad. Y la realidad es que yo soy feliz. Muy feliz. Y sí, el personaje en cuestión no es mi novio. No estamos en una relación formal, definida y definible con un término que salga en el diccionario. No caminamos hacia un lugar donde hay una casa, un par de niños María José y José María diría el Ex–, un golden retriever y una mamivan. De hecho, hay días donde incluso cuestiono si estamos caminando. 

El problema es que yo siempre fui la más liberal entre mis amigos, fui la que se pintó el pelo de colores a los 17 y que desde niña quería irse YA de la casa para ver ese mundo que hay ahí afuera... Y a mis 31 años vengo a descubrir, que resulta que tengo una monja metida entre la cabeza. Y esa monja, se estresa y angustia de que a mí no me estrese y no me angustie que no somos exclusivos. La maldita monja es tan poderosa, que logra hacerme sentir mal, por no sentirme mal. 




Para fortuna mía, tengo una mejor amiga, que en vez de darle voz a la monja, me hace ver que desde hace tiempo soy muy feliz. Que más allá de los términos, yo me siento acompañada, me siento aceptada, valorada y comprendida. Me siento retada intelectualmente y me siento querida. Que me divierto infinitamente y que no tengo problema de tener mis espacios donde él no cabe. 

Claro, hay una parte que a veces duda qué tan especial soy para él y cómo se cuenta él mismo nuestra historia, pero resulta que también me han hecho ver... que eso va a pasar en cualquier relación que tenga. Incluso si es exclusiva y bien normalita. Todo el mundo en algún momento cuestiona las cosas y se pregunta cómo las ve el otro. 

Lo que es cierto, lo que yo sé... es que la que ha armado dramas soy yo y el que se ha quedado cerca, es él. La que ha contemplado mandarlo a la mierda soy yo y él que me ha dicho que no quiere eso, es él. 

Entonces, lo que necesito es aceptar que soy feliz, muy feliz, en algo que no importa nunca haya contemplado como posible en el mundo de limitadas opciones en el que crecí.


lunes, 4 de junio de 2012

The moment just passes you by

Michael O'Neill: Kimmy says if you love someone you say it, you say it right then, out loud. Otherwise, the moment just...
Julianne Potter
: Passes you by. 

Y así uno crece creyendo que las palabras son importantes, que las cosas que se callan pesan cuando la vida se encarga de que uno ya no las pueda decir jamás. Sin darme cuenta a qué horas, en mi cerebro se creó una unión la idea de silencio y la de informalidad. Tantos días de no decir lo que siento, quiero o espero, por esa maldita lógica de "y a cuenta de qué le voy a decir eso" o peor aún por el espantoso miedo de "si le digo eso, se va a ir y yo me quedaré sola".

Y ahora debo enfrentar un silencio distinto. Hacer un leap of faith para creer que las acciones son palabras, que no hay informalidad y que aún cuando no tengo los indicadores para saber cuándo algo es importante... las cosas son importantes y los sentimientos están ahí. Pero no sé si pueda o deba hacerlo.  Y no sé cuál es el punto intermedio donde los dos nos sintamos cómodos y las cosas continúen fluyendo.






Y lo que menos quiero es que the moment just passes us by.