Mostrando entradas con la etiqueta sylvia plath. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta sylvia plath. Mostrar todas las entradas

lunes, 16 de septiembre de 2013

Malditas hormonas

Yo siempre he sido vulnerable a mis hormonas. Una vez al mes como mínimo, amanezco sensible y puedo llegar a llorar viendo un anuncio de televentas. Quisiera que no fuera así, pero lo es. Y aunque trato de cuidarme, de racionalizar las cosas, de decirme que no es tan grave.. Pues la verdad es que son días donde todo me afecta un poco más. 

Si la depresión es el Bell Jar de Sylvia Plath, las hormonas en mi caso son subirle el volumen a las emociones negativas. Porque eso sí, no es que una vez al mes yo pueda reírme con más entusiasmo del que toca. Pero si me emputo con más entusiasmo, la paranoia me convence de que el mundo conspira en mi contra, la ansiedad no me deja dormir y volvemos a que lloro con más facilidad que un bebé. Y no es que todo sea al tiempo. No. Tampoco soy una loca psicópata. Pero si hay un día en el mes en el que yo me pongo brava por nada o lloro por cualquier idiotez, es el día que estoy hormonal. 

Así hoy de malas porque trabajé todo el día en uno de los únicos 3 puentes que hay en este país en vez de andar de paseo. Y tengo más ansiedad de la que debería por temas laborales que al final, ni son mi tema. Y me enfurrusqué más de lo que quiero aceptar cuando me dejaron metida. 

Y me dolió más cuando el personaje en cuestión hizo los chistes que siempre hace. Porque eso es él. El que hace chistes y usa el humor negro para todo. Es un gran componente de su atractivo. Pero hoy no. Hoy me duele, me cansa, me aburre, me frustra y de nuevo, me duele, que todo tenga que ser un chiste negro. Que todo tenga que ser en negativo. Que no pueda decir a nada que sí a la primera. Que le de pánico conocer a mi mamá y se esconda en el miedo. Que hoy no este en mi cama arrunchándome. 

Y sé que mañana amaneceré bien, que me gustará que me haga chistes, entenderé que no conozca a mi mamá y sabré que me hace muy feliz siendo cómo es. Pero nada es perfecto y las cosas que en los días normales no son graves... en estos días hormonales, son pequeñas grandes tragedias que duelen. 


viernes, 15 de octubre de 2010

10 años

Llevo varias semanas pensando en que lo que sucedió hace diez años. Por protección a mi propia intimidad prefiero no aclarar qué pasó. Creo que además, eso no importa. Importa que estos diez años han significado un cambio de vida. Hace diez años tuve que transformar la manera en que vivo, me relaciono, pienso y enfrento las cosas. Ha sido un proceso increíblemente largo. Un proceso donde he necesitado la ayuda de otros y el valor que hoy me enorgullece saber, tengo.

How did I know that someday - at college, in Europe, somewhere, anywhere - the
bell jar, with its stifling distortions, wouldn't descend again?
The Bell Jar, Sylvia Plath.


En estos diez años aprendí a conocerme y saber quién soy. Aprendí que lo más importante en la vida es ser responsable conmigo misma y mi tranquilidad. Así, he aprendido que hay cosas buenas para uno y cosas que hacen daño. De la mano de Ángela, aprendí como si fuera diabética a identificar estas últimas. También aprendí a no tener miedo de aceptar cuando las cosas no están bien, a alzar la mano, decirlo en voz alta, cambiar las cosas y tomar las medidas necesarias para
estar bien.

Al comienzo lo que sucedió era una parte muy importante de mi historia personal. Hoy ya no lo es. Ahora, cuando encuentro personas con quienes tengo una confianza muy grande y siento que son parte de mi vida de una manera significativa, les cuento. No porque sea relevante hoy ni sea algo en lo que piense constantemente. Pero es una parte de mi recorrido y fue determinante para
hacerme quién soy. Suena cursi pero en mi vida hay un antes y un después. Y ese antes no lo olvido.

I took a deep breath and listened to the old bray of my heart: I am, I am, I am.

The Bell Jar, Sylvia Plath.


Luego de lo que pasó, hace diez años tuve que reconstruirme. Y establecí metas, prioridades y objetivos. Creo que logré casi que todos ellos. Volví a disfrutar de estar sola, seguí en la universidad, me gradué, viajé, reconstruí mis amistades más valiosas y me enamoré. Hoy, diez años más tarde siento que estoy bien, he logrado encontrar la estabilidad en México y tengo proyectos y sueños a los que ya no les tengo miedo. He vuelto a escribir y a despertar la parte
creativa en mí. Tal vez sólo hay dos cosas que en este momento cambiaría: quisiera tener mayores posibilidades de ir más seguido a Colombia… y quiero encontrar a alguien a quién querer. Otra vez.

I need love. I need the thing that happens when your brain shuts off and your
heart turns on.
Prozac Nation, Elizabeth Wurtzel.


Hoy vivo. Porque puedo y porque quiero. Porque hoy y todos los días yo elijo hacerlo.