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domingo, 4 de septiembre de 2016

La distancia

La distancia... la distancia me ha permitido ver mundos que imaginaba desde niña; me ha hecho crecer y madurar. Ha hecho que mi corazón sea más grande de lo que hubiera podido pensar y pueda tener un cariño profundo por personas que no veo hace años. 

La distancia me ha permitido conocer a gente que jamás se hubiera cruzado en mi pequeño radar bogotano y me ha enseñado que puedo quererlos y dejarlos que cambien mi vida. Me ha dado amistades profundas, aventuras que me harán sonreír cuando tenga 80, una carrera de la que me siento orgullosa. La distancia me ha hecho fuerte y me ha enseñado a aprovechar los momentos que tengo con los que quiero cuando puedo estar con ellos. 

La distancia me ha permitido crear la vida que quería y soñaba. Pasaré mi vida entendiendo todos los motivos por los que yo necesitaba irme, crear una vida lejos, rodeada de extraños y con el reto constante de entender códigos foráneos. 

Y soy feliz con la distancia. Soy feliz en este país, esta ciudad y estas calles que se convirtieron en mi casa. 

Pero hay días en que aborrezco esta distancia. Donde me siento egoísta por necesitar estar lejos de los que más quiero. Donde no puedo entender por qué desde niña quería vivir en otro país, con otra gente, en otra realidad. 

Este mes me ha hecho vulnerable, me ha hecho sentir sola y me ha asustado. Estas semanas de tristeza se han instalado en mi corazón. 

Cierro los ojos y sé que mi vida esta aquí, que es aquí donde quiero estar. También sé que he logrado construir una vida que me permite tener fines de semana en Colombia y abrazar y ser abrazada... Cierro los ojos y no hay duda de que no quiero volver. Pero no sé cómo quitarme la tristeza de la distancia, la culpabilidad de no estar, la rabia conmigo misma por ser esa que siempre necesitó irse... 


sábado, 5 de junio de 2010

La pérdida de un amigo...

Hace unos días escribí un post sobre la importancia de las relaciones. Y hablé sobre un amigo que ya no es mi amigo.

V.

Hoy su ausencia me duele. La relación con V siempre ha sido un poco extraña. Lo conocí en la excursión y nos hicimos amigos. Vivíamos cerca. Y pronto empezó a gustarme. Iba a mi casa y me leía poesia. Nos coqueteábamos y de tanto en tanto, me abrazaba y a mí me daban mariposas. Pero V tenía novia. Una niña rara con la que tenía una relación MUY rara. Aún así, V pasaba sus viernes en mi casa. No en la de la novia. Nunca tuvimos nada. Nunca pasó de abrazos largos y conversaciones eternas. Los meses pasaron y de repente yo me cuadré con Novio-número-dos y ya nada más importó. Pero V por ahí seguía apareciendo.

Cuando a mi mamá le diagnosticaron cáncer una de las pocas cosas que recuerdo fue contándole a V en mi carro. Me tomó la mano y se portó como el gran amigo que él sabe ser. Pero la entrada a la universidad cambió a V. Dejó la mochila y la poesía y se convirtió en un javeriano ingeniero. Las cosas de él que nunca me habían gustado se potencializaron y él afianzó la relación con la novia rara. Así que nos alejamos. Nos encontrábamos en fiestas y en cumpleaños pero ya no era lo mismo. Y muy pronto dejamos de hablarnos.

V siempre ha dicho que durante esos años yo lo odié. Eso nunca fue cierto. Simplemente dejé de pensar en él. Pasaron muchas cosas. Su novia, la hermana de mi mejor amiga, sus amigos que nunca me cayeron tan bien. La distancia. Chismes. Y al final él se alejó no sólo de mí sino de mi círculo social.

Y una tarde, muchos años más tarde, él buscó a mi mejor amiga. Quería reconciliarse con ella. Y por el camino se reconcilió conmigo. Y empezó una de las épocas más felices de mi vida. Recordé lo maravilloso que era tener a V en mi vida. Lo divertido que era. Lo especial que es. Los tres estabamos solteros y nos dedicamos a salir. Fue el año de grandes cambios en mi vida, fui a Europa, renuncié a Gravitas, me corrieron de Dattis y decidí venir a México. Y durante todo eso, él estuvo ahí. Durane largas noches de alcohol, tardes de café, paseos en mi carro y muchas, muchas, muchas conversaciones.

Mi mamá siempre ha dicho que cada persona debe aportarle a uno algo. Y con V, yo compartía la parte emocional. A él siempre pude contarle mis sentimientos. De resto... era un poco complicado hablar. Las conversaciones con él eran difíciles y al profundizar sobre ciertas cosas siempre salíamos peleados. Ahora, unos años después, creo que lo que más nos unía era la parte emocional y el poder compartir un estilo de vida. Fue un gran año.

Pero ese año terminó y yo me vine aquí. Las cosas inevitablemente cambiaron. Pasaron muchas cosas en mi ausencia y él se refugió en mí para consolarlo. Mantuvimos la cercanía a pesar de la distancia. Seguimos estando. Pero como todo en la vida, el mal momento pasó para él y de repente se encontró en un gran momento. Buen trabajo, tranquilidad emocional y junto a la niña que siempre ha querido.

Y entonces recordé que V no es bueno siendo amigo cuando esta enamorado. Seguramente yo también hice cosas que me alejaron. Al final del día, yo me fui de Bogotá y dejé de compartir la rutina y la vida diaria con él. Y asumo eso plenamente. Pero este espacio es mi lugar para contar la historia desde mi punto de vista. Y como yo lo veo, la distancia nos ganó. Él dejó de tener tiempo para llegar a su casa y llamarme. Jamás ha sido bueno escribiéndome. Y yo empecé a resentir la distancia. El tiempo fue pasando y cada vez dejamos de compartir nuestras vidas. Nuestros sentimientos.

El año pasado, durante el horrible diciembre... debo ser sincera y aceptar que no lo sentí cerca. Cuando le dije que iría a Colombia su postura fue: no voy a tener tiempo. Y durante los poquísimos días que estuve allí, fue claro que no lo tuvo. Salimos una noche los dos solos, y aunque estuve contenta de verlo, también fue muy evidente que ya nada era como antes. Que las cosas se habían roto.

Seis meses han pasado desde que nos vimos. Y la distancia nos terminó de ganar. Se convirtió en un amigo de conversaciones casuales por messenger. Ese amigo, que olvidó el día de mi grado y que no escribió el día de mi cumpleaños. Ese, que no extrañé en mi cumpleaños.

Y sé que esta bien. Sé que el cariño perdura, tan sólo ya no existe como parte de mi vida. Y no tengo clara la respuesta de si realmente lo quiero de vuelta. Sé que si estuviera 100% segura, hubiera hecho algo. A cambio escribo este post. Tal vez se lo mande, como quién pone una carta en una botella y la tira al agua. Tal vez no le diga nada.

Hoy solo sé que su pérdida me duele.


martes, 23 de febrero de 2010

Día internacional de la lucha contra el cáncer.

Ayer fue el día internacional de la lucha contra el cáncer. Una prima puso esto en su status de Facebook:

Hoy es el Día Internacional contra el cáncer... En memoria de quienes perdieron la batalla contra el cáncer y para todos aquellos que siguen luchando para ganarla. Rezo para que se encuentre una cura para esta enfermedad. El 92% no copiará y pegará este texto, ¿verdad? Yo lo hice por los que amaba, por todos los que se fueron. Orgullosa de ser parte del 8%.


Por supuesto lo puse en mi status. Pero al ponerlo se me hizo ese nudo en mi garganta que se forma cada vez que pienso en los que se fueron el año pasado. Ante todo, el 2009 fue un año de profundas pérdidas emocionales. Mi tío, mi tía, mi abuelo. Gente maravillosa, valiosa y que le aportó a mi vida de formas indescriptibles.


Y mientras pegaba el status me pregunté cuándo tendré la coraza fuerte. ¿Cuándo dejará de doler tanto? El otro día iba en el carro de una amiga de la oficina, por algún motivo llegamos al tema de la muerte y ella compartió conmigo la historia de cuando su abuelo falleció. Fue una historia hermosa y yo agradecí profundamente que me la contara... pero en alguna parte de la historia dejé de oírla. Se formó el nudo en la garganta y yo sólo pude pensar en mi abuelo. Y yo sólo quería llorar. Cada vez que me doy cuenta que jamás volveré a verlo... siento que no puedo respirar.
Y sé que no ha pasado tanto tiempo. También sé que nunca dejaré de extrañarlos y que nunca dejará realmente de doler. Pero hoy acepto que me gustaría adelantar un poco el tiempo, al momento en que ya no me duela tanto. Al día en que pueda oir las historias de los otros y quedarme en ellas.