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viernes, 16 de diciembre de 2016

Love is out there

El otro día estaba hablando con mi mamá y le dije que este año ha sido una mierda. 

Y es que lo ha sido. 

Y me voy a permitir ser egoísta. Entonces no voy a hablar de Trump. O de Siria. O de cómo ganó el No y yo pasé lo que ha debido ser una tarde feliz, llorando. Y no quiero ni recordar la tristeza de Orlando. O pensar en Viviane Morales y su cruzada en contra de la realidad. O del hecho de que hay gente que cree en lo mismo que ella. Ni hablaré del resto de las cosas feas que pasaron en el mundo. 



Hablaré de mí. 

Fue un año feo por cosas muy profundas. Porque físicamente lo menos grave que me pasó fue que tuve una endodoncia que no funcionó a la primera así que tuve que pasar muchas horas en la silla del dentista y muchas más adolorida. 

Porque lo que todo el mundo me prometió que sería una cirugía sencilla, fue mucho más complejo y doloroso de lo que jamás pensé. Quiero pensar que va a llegar el día que se me olvide lo horrible que fue despertarme gritando del dolor después de la operación. Que eventualmente se me pasará la tristeza de que mi mamá no haya venido. Que la sensación de vulnerabilidad se me va a pasar. 

Fue un año de mierda porque una de las personas a las que más quiero en la vida esta enferma. Y es grave. Y prefiero no pensar en lo que puede pasar porque no puedo pensar en un mundo donde ella no esté. Y yo estoy lejos y esto me ha hecho odiar y cuestionar la distancia, preguntarme por qué es que necesito vivir lejos, por qué me vine aquí. Y fue un año de mierda porque su enfermedad le cambió la vida a toda mi familia, le ha generado una tristeza a mí mamá que no sé cómo quitarle y ha roto lazos que no sé si se pueden rehacer. 

Y uno pensaría que eso es más que suficiente pero hubo muertes que no nos esperábamos. Porque 2016 y 2016 es una mierda. 

Pero entonces al día siguiente de hablar con mi mamá, vi el video de Google del resumen del año. 


Y resulta que sí. El amor siempre estuvo por ahí y seguirá por ahí. 

Y este año tuvo grandes momentos. Bailar y gritar a todo pulmón con mi papá en el concierto de los Rolling Stones es uno de los momentos más felices de mi vida. Y no puedo olvidar que empecé el año profundamente feliz abrazada al Sr Gelatina (al que habría que conseguirle nuevo apodo porque y ano somos gelatina) cumpliendo mi sueño de llevarlo a Colombia a que viera de dónde vengo. 

Hubo conversaciones increíblemente largas y profundas con Adri, las cuáles me recordaron que el amor es más grande que la distancia y que no todas las amistades se pierden, que soy tan importante para ella como ella lo es para mí. 

Tuve el valor de tomar el reto más grande de mi carrera y aunque aún no sé a ciencia cierta cómo terminará la historia, todo lo que he aprendido en estos meses y el hecho de estar haciendo cosas que nunca había hecho, ya hace que valga la pena. Y tengo la sospecha que este nuevo camino será determinante para mí. O al menos eso espero. 

Y aunque como en cualquier relación hubo días buenos, días malos, días increíbles y otros horribles con el Sr Gelatina, este año siento que tantas tantas cosas se consolidaron entre los dos. Hoy somos mucho más que hace un año y eso es increíble. Y cortesía de mi vesícula defectuosa, vi un amor, compromiso y dedicación que nunca pensé que tendría en la vida. Jamás pensé que alguien me iba a amar tanto como para cuidarme como él me cuidó. 

Y sí, fue un año horrible para mi familia y por tanto para mí en esta distancia. En muchos sentidos me recordó aquel 2009 cuando literal hasta se murió mi gata. Pero hubo una diferencia enorme. 

Yo ya no soy la estudiante que no puede ir a estar con su familia. 

Ahora soy la profesional exitosa y por tanto pude no solo ir a la boda de mi prima, sino que pude darme el lujo de ir 72 horas a Bogotá a abrazar a mi tía. Porque love was out there y yo ya podía hacerlo. Porque no importa que mi mamá ya no viva en Bogotá, Adri me da una casa y un lugar donde respirar. Porque mi mamá fue a Bogotá para abrazarme y vivir el momento conmigo. 

Entonces no puedo decir que el 2016 fue un buen año. Pero tampoco creo que fuera una mierda. 

Y como todo en la vida, este año también pasará. Y me quedarán los recuerdos, algunos dolores y muchos aprendizajes. Hoy elijo además, intentar quedarme con el recuerdo del momento en que me paré bajo la cascada de Hierve el Agua y como en ese instante, todo lo que podía sentir en la vida era felicidad. 







domingo, 4 de septiembre de 2016

La distancia

La distancia... la distancia me ha permitido ver mundos que imaginaba desde niña; me ha hecho crecer y madurar. Ha hecho que mi corazón sea más grande de lo que hubiera podido pensar y pueda tener un cariño profundo por personas que no veo hace años. 

La distancia me ha permitido conocer a gente que jamás se hubiera cruzado en mi pequeño radar bogotano y me ha enseñado que puedo quererlos y dejarlos que cambien mi vida. Me ha dado amistades profundas, aventuras que me harán sonreír cuando tenga 80, una carrera de la que me siento orgullosa. La distancia me ha hecho fuerte y me ha enseñado a aprovechar los momentos que tengo con los que quiero cuando puedo estar con ellos. 

La distancia me ha permitido crear la vida que quería y soñaba. Pasaré mi vida entendiendo todos los motivos por los que yo necesitaba irme, crear una vida lejos, rodeada de extraños y con el reto constante de entender códigos foráneos. 

Y soy feliz con la distancia. Soy feliz en este país, esta ciudad y estas calles que se convirtieron en mi casa. 

Pero hay días en que aborrezco esta distancia. Donde me siento egoísta por necesitar estar lejos de los que más quiero. Donde no puedo entender por qué desde niña quería vivir en otro país, con otra gente, en otra realidad. 

Este mes me ha hecho vulnerable, me ha hecho sentir sola y me ha asustado. Estas semanas de tristeza se han instalado en mi corazón. 

Cierro los ojos y sé que mi vida esta aquí, que es aquí donde quiero estar. También sé que he logrado construir una vida que me permite tener fines de semana en Colombia y abrazar y ser abrazada... Cierro los ojos y no hay duda de que no quiero volver. Pero no sé cómo quitarme la tristeza de la distancia, la culpabilidad de no estar, la rabia conmigo misma por ser esa que siempre necesitó irse... 


viernes, 6 de mayo de 2016

Un año después...

En la última entrada de este blog yo escribía mis deseos de cumpleaños. Y la semana pasada alguien, un anónimo, me preguntó si es que mi deseo era no escribir más aquí... 


Y ese nunca fue mi deseo. Pero fue algo que pasó. Y me han tomado muchos meses, muchas noches de no dormir, muchas días de no sentirme yo y muchas sesiones de terapia para entender qué pasó. 

Yo he escrito desde antes de saber escribir. A mi mamá le dictaba historias para que ella las escribiera en su máquina de escribir. Como he dicho tantas veces, yo solo sé sentir, pensar y procesar mi vida a través de la escritura. Fue escribiendo que pude sacar tantos dolores, miedos, traumas y angustias. Escribiendo descubrí lo que quería y lo que me hacía falta. Escribiendo es que yo me construí a mi misma. 

Y un día dejé de escribir. El silencio se apoderó de mi vida porque todo lo que quería era escribir sobre lo que me había pasado. Y por respeto a quién era la otra mitad de la historia no lo hice. ¿Cómo podía sentarme aquí y ventilar todo mi dolor cuando cualquiera que leyera lo que me pasaba sabría de quién estaba hablando? Tantas veces él me había reclamado que yo hiciera eso con mis amores, "te expones demasiado", "dejas todo en un espacio público y visible para cualquiera"... ¿cómo podía hacerle eso precisamente a él? Y entonces no lo hice. Y en el camino me perdí a mí misma. 

Un año ha pasado y realmente no puedo decir que yo ya esté bien. Es muy difícil procesar que perdí a mi mejor amigo. Escribo esto y me angustia pensar en publicar esta entrada. Pero ya no sé cómo hacer este duelo. Yo sé cómo terminar con un novio, yo sé cómo enterrar a una mascota, yo sé cómo intentar aceptar que se me murió alguien a quien quiero y no sé muy bien cómo pero he logrado que los días y los años pasen desde que mi abuelo se murió. Pero no sé cómo decirme a mí misma que ya no tengo a mi mejor amigo. Que todos los días que me quedan de vida él ya no va a estar. 

Años y años de amistad y un día ya no fue más. De alguna forma, esta pérdida se ha parecido a terminar con un novio en el sentido en que es un duelo por alguien que sigue vivo y que simplemente decidió que ya no quiere ser parte de mi vida. Pero cuando uno termina con un novio, eventualmente llega otro y aunque con cada persona es distinto, al final se establece una relación de pareja con ese otro. 

Pero yo no voy a volver a tener un mejor amigo como él. Y no porque no pueda tener otras amistades profundas y sinceras. Pero porque la amistad que nosotros teníamos se inició en un momento de la vida que ya no voy a repetir. Mis 33 (casi 34 años) hacen que ya no quiera mochilear con nadie por Europa con un presupuesto de 5 euros por comida para poder bebernos el resto. La intensidad de la vida laboral ya no permite que yo coma todos los martes con una misma persona como lo hicimos durante nuestros cinco años de universidad. Ya no volveré a tener la cantidad de tiempo libre que tenía al terminar el colegio o estar en la universidad. Lo que pasó en mis 20, ya no lo voy a volver a vivir. 

Y entonces no voy a poder construir una amistad como la que tenía con él. Porque con nadie voy a tener esas historias, esos momentos, esa cantidad de recuerdos que hoy me siguen partiendo el alma. 

Hay días en que estoy mejor, hay días -hoy por ejemplo- en que pude contar una historia que viví con él sin sentir que se me parte el alma. Pero no siempre es así. Justo ayer entré a un baño y la decoración era algo que a él le hubiera fascinado y que me hubiera permitido burlarme de él por algo que muy pocas personas saben (o sabían, tal vez en este punto él ya lo cuenta a cualquiera... quién sabe), y entonces sentí que no iba a poder respirar. Y estaba en evento por lo que no podía atacarme a llorar como hubiera querido, así que me tocó sacar toda mi fuerza, contar hasta 50 y poner mis lágrimas en hold.  

Hay un capítulo de Grey's Anatomy en que la mamá de Meredith se despierta de su Alzheimer y la ve y en vez de decirle que se siente orgullosa de que esta a punto de ser doctor,a que tiene un novio maravilloso y que ha construido una vida chévere, le dice que se avergüenza porque ella se ha convertido en alguien ordinary (y lo dejo en inglés porque ordinary no es lo mismo que ordinario así esa sea la traducción). 

 

Y yo me siento así. Como que un día desperté y me di cuenta que soy ordinary. Tengo un trabajo normal, una relación maravillosa y estable que (afortunadamente) hace que ya no tenga que salir con personajes que saqué de debajo de una enorme piedra, la economía (y tal vez lo cómoda que estoy en mi zona de confort) ha logrado que cada vez viaje menos. Como si no fuera suficiente que solo quisiera contar una sola historia que no me permitía contar, logré que mi vida ya no generara más historias para escribir. Y entonces dejé de hacerlo. Ni realidad ni ficción. Dejé que el silencio me ganara. 

Pero ya no quiero más eso. Quiero volver a sentirme yo, quiero volver a sentir y pensar a través de mis palabras. Y si vuelvo a escribir, tal vez pueda encontrar una forma de sanar esta herida y yo logre recordar el pasado sin tristeza. 

Aún cuando sé que él no me leerá, mientras escribo estas palabras no dejo de pensar que le molestaría que yo escriba esto. Pero tengo que hacerlo. Me lo debo a mí. Y él ya no está así que no puedo ni por un minuto más dejarlo estar por encima de mí. 

Así que aquí voy, de nuevo... convencida, como siempre, que la escritura será la forma de sanarme. 


PD. Querido anónimo, GRACIAS. Necesitaba ese empujón. 




viernes, 12 de diciembre de 2014

Mi resumen de fin de año

Este ha sido un año extraño. Un año de muchos cambios. Me cuesta trabajo pensar en que tan solo hace 6 meses mi vida era muy diferente. Este fue el año de llorar de emoción con musicales en NY de la mano del que quiero, sentir que no me veían en mi trabajo, de pasear por Los Ángeles y hacer desaparecer lo que quedaba del fantasma de Open-Boy, de aprender a tener tiempo libre, ver muchas, muchas, MUCHAS películas. Del Sr. Gelatina cenando con mi tía. De enfrentar abejas. Volver a oír la tristeza. Tardarme en darme cuenta que la estaba oyendo. Ir a terapia, dejar de ir a terapia, volver a ir a terapia. Preguntarme qué quiero hacer con mi vida y aceptar que lo que quiero es quedarme en México. "Eres mucho más que eso...". Tomar el riesgo de cambiar de trabajo y descubrir un mundo nuevo. Despedirme de lo que fue mi casa por 4 años y a cambio encontrar la mejor jefa que he tenido. Sentirme nuevona y lentamente dejarme llevar. Sonreír al ver mi tarjeta de residente Permanente. Decidir que no hay espacio en mi vida para alguien que me miente. Pasar 4 días en Bogotá sintiéndome querida por mis amigas y mi familia. Luchar con todo mi ser por tener la vida que quiero y ser feliz. Sentir que poquito a poquito -incluso cuando hay setbacks-, lo he logrado. 



El amor siempre será buena idea. 

Pienso en el inicio del año. Levantarse, tomar un camión lleno de gente para ir hasta la oficina, viajar casi todas las semanas, tener dudas sobre dónde quiero vivir mi vida, tener una relación de amor/odio con mi trabajo... Quiero poner la línea: "y de repente todo fue diferente". Pero la verdad es que ese cambio requirió de mucho esfuerzo, de mirar muchas opciones, de aplicar a diferentes sitios y ante todo, de hacer la reflexión de qué quería hacer con mi vida. Quedarme en México y apostarle a algo abstracto que tal vez no tenga el futuro que yo creo/creía que quiero o comprometerme con irme a otro lugar y arriesgarme a todo. 

Cuando entendí que parte de mi naturaleza y del lugar en el que me situé en la vida hacen que sin importar qué haga, siempre me preguntaré "¿qué hubiera pasado si...?", pude evaluar con cuidado qué what if era peor o menos grave. Y la idea de vivir el resto de mi vida preguntándome qué hubiera pasado si yo decidiera elegir el amor y apostarle todo... fue espantosa. No quiero vivir con la duda de cuál sería mi historia si yo me hubiera quedado y hubiera explorado esta relación extraña, abstracta, intensa, profunda y fantástica en la que me metí. 

Así que la exploré. Cuando abrí esa puerta y los dos la atravesamos, cosas fantásticas pasaron: viajes, tardes juntos, mañanas de arrunche. Derribar sus barreras y romper las mías. Conocerlo y dejar que me conociera. Sentir. Estar. Todos los días aprendo que mi peor enemigo es la monja interna que tengo y que suele intentar encajar lo que somos en un esquema cuadrado y arcaico, aún cuando somos mucho más que eso. 

Al mismo tiempo fue el año para recordar que estar en una relación es un reto constante, que por más parecidos en unas cosas, somos opuestos en otras. Que siempre hay que negociar. Fue el año para aceptar que cuando estoy sensible me pongo como un puercoespín y que eso es absolutamente contraproducente. Así como el 2013 se trató de sus barreras y sus issues, el 2014 parece que se trató de los míos. Ya veremos de qué es el 2015. 



I was supposed to be having the time of my life (Sylvia Plath, The Bell Jar)

Este fue el año para recordar que mi Belljar siempre esta en mi interior y que soy sensible y vulnerable. Cambiar de vida, un bonito desorden hormonal, acercarme a alguien que ama desde la distancia y por fin tener tiempo para pensar y sentir hicieron que de repente cosas que llevaban años guardadas en lo más hondo de mis corazas, explotaran. 

Ha sido difícil entender y aceptar que aún no resuelvo mi pasado, que la forma en que veo la vida esta mediada por las ausencias de mi infancia, que el daño que me hicieron sigue doliendo. Me da rabia y me frustra ver que mucho de lo que hago y elijo es una reacción a la tristeza que cargo en mi alma. 

Creo ser buena detectando cuando la tristeza me gana pero esta vez no la vi. Una vez más cuando todo debía estar bien, no pude aceptar(me) que yo no lo estaba. Por fortuna ahí estuvo él, quién pudo verme y me quiso lo suficiente para que en vez de alejarse, decidiera quedarse y decirme que no me veía feliz. Sus palabras me mostraron mi realidad. Y por eso, siempre le estaré agradecida. 

Las cosas están mejor y ya por fin me siento bien incluso en los días malos. El reto sigue ahí: enfrentar esa voz que me recomienda la tristeza; estoy en el proceso de aprender a curar en el presente lo que pasó hace años.

Obras son amores y no buenas razones.

Tal vez es estar en una relación donde todos los días me recuerdan que no importan las palabras porque sus actos hablan loud & clear, tal vez es que he madurado, pero este también fue el año donde decidí ponerle un peso enorme a las acciones de las personas que dicen quererme. Y con eso se fueron 3 personas de mi vida. 

Podría decir que este año perdí 3 amigos, pero la realidad es que eran personas que hace mucho se habían ido de mi vida, yo simplemente no había querido aceptarlo. En los tres casos son personas que estoy segura me quieren muchísimo y a las que yo quiero. Pero en abstracto. En la vida práctica, son personas que no están en mi vida y que no me tienen en la de ellos. 

Es difícil, porque para mí es realmente importante ser buena amiga. Mis amigos son los que me han salvado la vida y los que me han animado a estar donde estoy. Su cariño es el que me ha dado la confianza de arriesgarme a vivir mi vida como quiero. Las personas que ya no están fueron increíblemente importantes en mi vida. Con dos de ellos, la distancia nos ganó. Dejamos de hablar, de buscarnos, de contarnos cosas... de estar. Y llegó el día en que ya no era importante contar con el otro. Me di cuenta dándome contra la pared cuando les pasaron cosas gigantes en sus vidas y yo me enteré de rebote. Pienso que si a mí me hubiera pasado algo tan grande como a ellos les pasó yo hubiera querido que ellos estuvieran cerca pero no puedo garantizarlo y al final sé que yo contribuí a la distancia. Yo pude haberlos buscado más y ese es el peso que tengo que cargar.

El otro caso... es algo tan profundamente doloroso y decepcionante que aún estoy procesándolo. Aún estoy intentando saber cómo contarme esta historia a mi misma. Este duelo me esta costando más de lo que pensaba y su ausencia me pesa todos los días. Pero saber que yo había estado engañada sobre su presencia es peor. Y por tanto, es mejor aceptar que no estamos. Me digo que el tiempo curará mi tristeza y que llegará el día en que yo pueda recordarlo como el que fue tan importante, el que estuvo tantas veces y con el que hubo tantas historias. Quiero creer que llegará el día en que deje de doler saber que fue la persona que me mintió por tantos años. 

Nobody but me is gonna change my story (Matilda, The Musical)



Durante el viaje a San Francisco una de las cosas que más felicidad me dio fue comprar unas botas Dr. Martens. En mi primer viaje a Londres había comprado unas azules hermosas que usé por varios años pero que cuando dejé de pintarme el pelo y el Ex apareció dejé de usar. Crecí y de repente pareció que no había espacio para ese tipo de botas. 

Pero cuando estuve en San Francisco supe que ya tenía una vida donde puedo vestirme como quiero y ser como soy. Dr. Martens incluidas. Y cada vez que voy a trabajar con mis botas soy feliz porque son el símbolo de mi libertad. Son el símbolo de la lucha que emprendí por vivir la vida que quiero. 

Este fue el año de luchar contra lo que tengo en mi interior que me impide ser feliz, contra mi pasado, contra la necesidad de darle más importancia a las palabras que a los actos, contra el miedo de tomar riesgos. De fracasar. 

Aún cuando quedan 19 días del 2014, creo que ya puedo decir que fue un gran año porque decidí luchar por la vida que quiero y aún cuando eso implicó dolor, angustia, miedo y muchas peleas... hoy me siento orgullosa de haberlo hecho porque la vida que hoy tengo se ajusta mucho más a lo que sueño que hace un año. Y eso es fantástico. 









martes, 22 de abril de 2014

Diciéndole adiós a García Márquez

Yo no suelo ser el tipo de personas que se pone realmente triste cuando un extraño muere. No es que la muerte de personas famosas - músicos, escritores o actores cuyas obras me gustaran- me sean indiferentes, pero no me generan una tristeza que realmente toque mi corazón. 

Pero la muerte de García Márquez fue distinta. Probablemente porque no fue un extraño. Yo no lo conocí, pero sus palabras marcaron mi vida con mucha más profundidad que las de personas con las que convivo todos los días. 


Desde el jueves que falleció he tratado de acordarme cuál fue el primer libro de GGM que leí. Probablemente fue Relato de un náufrago o tal vez Crónica de una muerte anunciada. No estoy segura pero me acuerdo de estar leyendo los dos y pensando que yo quería poder contar historias como él. 

Luego llegó Cien años de soledad. Estaba en noveno en el colegio y era lectura obligatoria. Acepto que hubo partes que no me gustaron y que casi me hacen dejarlo tirado en alguna parte. Pero nunca olvidaré cómo tras sentarme un recreo a terminarlo, sonó la campana y yo descubrí que me faltaban unas pocas páginas. Y no me pude esperar hasta el siguiente rato libre. Por eso el final lo leí a escondidas, el libro en mis piernas mientras el profesor de geometría fallaba en el intento de enseñarme algo relacionado con unos triángulos. La última frase fue tan poderosa que me acuerdo claramente de cómo pedí permiso de ir al baño para poder pensarla y releerla. 

Y que todo lo escrito en ellos era irrepetible desde siempre y para siempre, porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tenían una segunda oportunidad sobre la tierra.

Algunos años después, volvería a leerlo con otros ojos y esta vez cada página me encantó. El jueves lo compré porque coincido con Daniel Samper Pizano en que leerlo es el mejor homenaje.

Ahora que tantos medios han publicado su discurso de aceptación del Nobel, recuerdo que lo tuvimos que leer y analizar en la clase de Español cuando estaba en Once. Lo subrayé, marqué y leí y releí sintiendo que la decisión de estudiar Ciencia Política para luego hacer la Especialización en Periodismo, era correcta. 

Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano debió de parecer una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra.

La verdad es que las obras que a mí más me gustan de GGM son las que escribió como periodista. Su crónica "Caracas sin agua" es uno de mis textos favoritos y la que leía para inspirarme cuando no sabía cómo escribir una nota, en mi muy breve época de periodista. 

Probablemente por esto es que me leí de principio a fin La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, sentada en las escaleras de mi casa justo después de que lo encontré en la biblioteca. Y claramente por eso, mi libro favorito es Noticia de un secuestro. Lo leo cada dos o tres años y cada vez vuelve a emocionarme como la primera. 

No puedo evitar tener la esperanza que no maten a Diana Turbay y cuando sucede, nunca puedo dejar de llorarla. Lo termino y siempre quedo con el mismo dolor de que  los años han pasado y todo sigue igual. Siempre me duele que los problemas de mi país se han transformado pero seguimos sin resolverlos, seguimos matándonos y odiándonos. 

La prueba más triste de esto, claramente es la controversia sin sentido y sin lugar que ahora vivimos, cortesía de la polarización e intolerancia que nos divide y que logra que en vez de atesorar y reflexionar sobre el legado del escritor más importante que hemos, se debata si debió o no ponerle un acueducto a Aracataca, juntarse con los que quiso y tener sus propias preferencias políticas que nunca interfirieron con su objetividad como periodista o su grandeza como escritor. 

Ayer fui a despedirlo en el homenaje que le hicieron en Bellas Artes. Fueron 4 horas de fila para al final no poder entrar. Pasé de convivir con personas que comentaban los libros y sus historias, a los gritos de Fuera Peña. No puedo explicar claramente por qué me quedé tanto tiempo. Al inicio la fila se movía y no había problema, vi muchos personajes interesantes y había un ambiente de "aquí estamos por él". Cuando llovió yo ya tenía mi capa y estaba muy cerca de entrar por lo que pensé que no faltaba mucho.

Luego entraron los presidentes y fue obvio que había que esperar hasta que se fueran para poder entrar. Lo que no me esperé es que cuando por fin se acabó el show presidencial, duráramos otros 40 minutos con el "ya casi los dejamos pasar" para terminar en "ya se llevaron las cenizas, ya cerramos". Al parecer ante la furia de la gente luego volvieron a abrir pero yo para ese momento ya me había ido. Cansada, frustrada y con los pies mojados. 

Pero el punto no es la larga fila ni la frustración de no haber entrado. Yo fui porque estoy convencida que los ritos son importantes. Además de despedirlo, quería estar junto con los que comparten la tristeza de que ya no habrá más obras que me hagan pensar y sentir. Con los que escriben porque él los inspiro y porque como él, quieren ser queridos por lo que escriben. Para estar con los que como yo, admiraron la pasión que él tenía sobre la amistad y su terquedad a la hora de estar siempre para ellos. Y al final, viví eso. Aún si no entré, si no le dejé las flores que le llevé. 

He escrito cinco libros tratando de averiguarlo, de saberlo, de descifrar quién soy. Y todavía no lo tengo claro. Pero hay algo que sí sé: 
soy el mejor amigo de mis amigos, y ese primer puesto no me lo dejo quitar de nadie.

También fui por un motivo totalmente personal. Para darle las gracias infinitas y del fondo de mi corazón, por haber escrito El amor en los tiempos del cólera y darme la oportunidad de usarlo para, en uno de los momentos más tristes de mi vida, decir todo lo que necesitaba sin usar palabras. Para no arrepentirme de haberme quedado callada y no decir lo que mi corazón gritaba. 

Necesitaba agradecerle haber puesto en palabras, mi tristeza, soledad y la esperanza de algún día tener ese "Toda la vida" que hoy todavía me pesa al saber que no pasará. Así, el libro se convirtió en un mensaje que explicaba lo que no podía pedir, eso que no podía ni siquiera soñar pero que anhelaba profundamente. 

El amor en los tiempos del cólera además tradujo, el dolor que he sentido desde que tuve que despedirme de ese al que quería querer Toda la vida. 

"..los amputados sienten dolores, calambres, cosquillas, en la pierna que ya no tienen. 
Así se sentía ella sin él, sintiéndolo estar donde ya no estaba"



lunes, 24 de marzo de 2014

Las maravillas de la distancia y el silencio

Usualmente cuando escribo sobre la distancia, lo hago quejándome de ella. Por culpa de la distancia me he perdido de momentos importantes en la vida de los que más quiero, he perdido amigos y hasta he tenido que hacer duelos a la peor manera. 

Aún así, yo valoro profundamente la distancia porque es la que me ha permitido vivir la vida que quiero, obligarme a hacer cosas que jamás hubiera hecho en Colombia, hacer amigos que en mi pequeño mundo de Bogotá no cabían y tener espacio para enfrentar lo que realmente soy. Son muchos los motivos por los que todos los días elijo la distancia y todo lo que eso implica -bueno y malo-. 

Pero en los últimos días, he visto una nueva ventaja de la distancia. Y es la distancia que me regaló Open-Boy. Y con la distancia, su silencio que tantas veces he odiado y que hoy -tanto tiempo después- a veces todavía duele. Resulta que tengo un muy buen amigo que anda en la terrible situación de terminar algo que nunca tuvo nombre pero que era algo profundo en su vida. 

Mi amigo, anda sintiendo lo mismo que sentía yo en los días de tristeza por Open-Boy, que la persona de la que se tiene que despedir, es la persona con la que él debe estar. Que entre los dos hay algo grande, algo que vale la pena y que todo es mejor cuando están juntos. Por muchos motivos, algunos explicables y muchos más que él no terminará nunca de entender, no pueden estar juntos. 

Pero a diferencia mía, él tiene que verla todos los días. Hacerse fuerte cuando la ve, asumir que cerca no significa juntos y lidiar con una realidad compartida. Entonces todo es más difícil. 

Y cuando mi amigo me cuenta estas cosas, yo agradezco profundamente que Open-Boy se fue y nunca regresó. Que nunca ha escrito y que solo sé que existe cuando soy débil y cyberstalkeo lo poco que me deja ver. 

La distancia y el silencio que tantas veces he odiado y llorado, en realidad fue lo mejor que me pudo pasar. Nunca tuve que verlo seguir con su vida, nunca tuve que ver que a él también le dolía no tenerme, o peor, nunca tuve que ver que a él no le dolía no tenerme. Es cierto que me ha costado soltarlo, que los días pasan y aún hay noches en que sueño con él, cosas que me lo recuerdan, minas emocionales que me vuelven a romper el corazón. 

Pero también es cierto que he tenido el espacio para salir con otros, para hacer mi vida como quiero (o como pude, cuando el dolor era demasiado) sin tener que pensar qué le estaba mostrando a él e incluso he podido ver a nuestros amigos en común sin tener nunca el miedo de encontrármelo. 

Claro, hay noches en que me pregunto qué hubiera pasado si viviéramos cerca. Como alguna vez escribí, tal vez la razón por la cual otras historias de amor se resuelven es porque al seguir el uno en la vida del otro, el amor al final vence las dificultades y se puede estar juntos. Pero cuando llegan esas noches, recuerdo que él no era para mí, que yo necesito a alguien diferente, alguien que sepa amarme, que me elija y con quién la vida sea algo feliz. 

Hoy, cuando siento que tengo eso, agradezco su silencio, agradezco nuestra distancia, porque sé que si no fuera por eso, probablemente nunca hubiera terminado de soltarlo y entonces no hubiera tenido los brazos abiertos para todo lo que vino después. 

 


lunes, 16 de diciembre de 2013

Apostarle a la esperanza

La esperanza siempre es complicada de manejar. Al menos en mi caso. Puedo tener todas las señales en contra y siempre hay una esperanza de que a lo mejor todo será distinto y las cosas saldrán como yo quiero. 

Por la esperanza me he quedado en lugares donde no debería, no he podido soltar a personas que hace siglos no son parte de mi vida. El "tal vez" me ha hecho seguir por años en cosas que no tienen sentido. 

Y anoche le aposté a la esperanza. Pero esta vez, le apuesto a varias esperanzas a la vez. La primera, la más fuerte, es la esperanza que me tengo a mí misma. A que ya llegué al límite y estoy haciendo las cosas diferentes. Hoy creo en que puedo poner límites y que eso es sano para mí. SI en el camino pierdo lo que más quiero, esta bien porque yo estoy primero y eso es lo que importa. Ayer me sorprendí siendo inflexible a la hora de pedir lo que siento debo recibir. O el Sr Gelatina me da más de lo que hasta ahora me ha dado y se esfuerza por hacerme feliz, o yo me voy así mi corazón se rompa. Y aunque estaba la tentación de dejar que todo siguiera como ha sido, con tal de que dejara de mostrarme lo triste que estaba, recordé que primero estoy yo y que no voy a volver a sentirme poquito. 

Luego esta la esperanza en él. Ayer vi facetas de él que jamás había visto y lo acompañé a darse cuenta de todo lo que sus issues le impedían ver. Y decidí abrir el espacio para ver qué pasa ahora que él ha visto todo lo que somos. Hoy tengo la esperanza de que lo que él vio y el miedo que sintió ante la posibilidad muy cercana de perderme, se traduzca en un verdadero cambio. En una relación más sana para mí y una posibilidad más grande para él de recibir todo lo que en su vida se ha negado. 

También tengo la esperanza de que mis planes se concreten y yo pueda conjugarlos con lo que ayer se definió. 

Sé que va a doler. Al final, no hay manera de conciliar lo que cada uno quiere para el futuro a largo plazo. Ayer por primera vez en mi vida acepté que en este momento, para mí el amor esta primero que todo. Hoy sé que lo que tengo no existirá en el futuro pero en realidad quiero darle la oportunidad a ver cómo se dan las cosas de aquí en adelante. 

"Some love stories aren't epic novels, some are short stories But, that doesn't make them any less filled with love."

Ayer di un gran paso. Por primera vez dije todo lo que quiero, lo que siento, lo que me hace feliz, lo que me hace daño, mis sueños y mis miedos. Encontré que del otro lado había alguien que no sabía muchas cosas y que los dos habíamos estado actuando bajo creencias erróneas. La tranquilidad de decir mi verdad no se compara con nada y por fin puedo actuar sin la duda de "qué hubiera pasado si yo le hubiera dicho, si él hubiera sabido..." Ahora que la verdad esta sobre la mesa es momento de ver qué nos trae el futuro. 

Espero que no sea más de lo mismo. Pero también tengo la esperanza y la confianza en mí en que si nada cambia, yo ya lo he hecho y entonces ya no habrá ninguna duda y podré soltarlo sin miedo. Con todo el dolor de mi alma, pero sin la esperanza de que algo podría ser diferente. 





martes, 10 de diciembre de 2013

Un año más sin él

Hoy me tardé en darme cuenta que hoy era hoy. Que hoy es ese día donde ese hueco que siempre esta, se hace más profundo. Ese día donde me acuerdo de como de un momento a otro, mi abuelo ya no estuvo. 


En las últimas semanas he pensado acerca de qué ha sido este año para mí. Siento que ha sido un poco de limbo. Han pasado cosas buenas, ha habido días malos, pero estoy segura de que en unos años, el 2013 será ese que pasó sin pena ni gloria. 

Y hoy, hoy realmente quisiera tenerlo cerca, para que me oyera, para que me recordara la profunda confianza que él tenía en mí y que hoy siento que me hace falta. Veo mi futuro y cada día me doy más cuenta de lo paralizantes que pueden ser mis miedos. 

Hoy hace 4 años no solo lo perdí a él, sino que perdí la certeza de saber que pasara lo que pasara, hiciera lo que hiciera, siempre estaría él para oírme, abrazarme y hacer que todo fuera mejor. Y así me fuera a India, a México o al rincón del mundo que se me ocurriera, yo siempre podría volver, sentarme a su lado, poner mis manos entre las de él y saber que él creía en mí, que él estaba seguro que yo sería feliz y que estaría bien. 

Hoy... hoy me está costando creer en todo eso y hoy daría todo por tenerlo cerca y sentir su amor por mi y la certeza que tenía en que las puertas se iban a abrir, los obstáculos se despejarían y yo tendría la vida que quiero vivir. 



martes, 30 de abril de 2013

Dos años y el silencio

Te despiertas y antes de abrir los ojos ya sabes que será un día donde su recuerdo pesará. Los días han pasado y de repente, hoy se cumplen dos años desde la noche que lo conociste. Tomorrow you'll be worlds away and yet with you my world has started. Aún te acuerdas qué te pusiste, la sensación cuando él abrió la puerta y lo viste por primera vez, el roce con su brazo cuando tomaron mezcal. Caminar de regreso a tu casa tratando de decirte que no te gustaba. La vida ha pasado, tú has cambiado pero hoy sientes que aún hay cosas que no han cambiado lo suficiente. Hoy no puedes no extrañarlo, no querer sentir su mano entre la tuya o su cuerpo cerca cuando duermes. Te tratas de decir que es lo mejor pero hoy no se siente así. Quieres tener furia por durar tanto tiempo extrañando a alguien, quieres que te enfurezca que dos años más tarde te despiertes con su ausencia pesando en tu vida. Pero no es así, hoy solo sientes tristeza de la vida que no fue. Hoy oyes las canciones que decían lo que tú sentías. If he asked, I’d be his. Haces tu vida y finges que todo está bien. Eres buena en eso, ya no eres la que llora inconsolable frente a la compu. Esos días han quedado atrás. Hoy eres la que tiene el corazón triste pero puede sonreír, dar las gracias por el té que ha comprado, mandar mails de trabajo y hasta hacer chistes tontos sobre por qué olvidó el cargador en la casa. Pero todo se siente distante. Esta esa que bromea y la que tiene todos los recuerdos alborotados. Hoy todas las preguntas que no te permites hacer en tu vida normal, gritan en tu interior. ¿Cómo estará? ¿se acordará que hoy es hoy? ¿también le pesará? ¿será feliz? ¿pensará en mi? ¿habrá cambiado? Hace unas semanas cuando caminabas por la playa con Possibility-boy te diste oportunidad de hacer lo que nunca haces, preguntar en voz alta a alguien que tiene la respuesta, por él. Le dijiste que te dolía no haber recibido nunca aquel correo donde él te dice que es feliz. Possibility-boy respondió que él está bien y que tal vez si no te ha escrito es porque él solo es feliz si no se acuerda de ti, solo está bien si no deja que haya nada de ti en su vida. Tú pensaste que sería fantástico poder hacer eso. Pero esa no eres tú. Y sabes que estás mejor, que cada vez son menos las noches en que te sueñas con él y amaneces con el alma triste; cada vez eres más valiente a la hora de enfrentar las minas emocionales, pero aún no eres capaz de ir a ciertos lugares y entonces prefieres dejarlos tan solo como recuerdos… Y aunque cada vez su ausencia pesa menos, nunca se desvanece del todo. Ahí está. Sabes que jamás volverás a verlo pero hay noches donde no puedes evitar soñar con eso. Y claro, cuando hay diminutas posibilidades de ir a su ciudad, te dan ataques de ansiedad de tan solo pensarlo. Por más de que te digas que la probabilidad de encontrártelo en la calle es casi nula, una parte de ti quisiera ir un día caminando y verlo. Así sea de lejos, así sea por un instante… tal vez entonces sabrías que él realmente está bien, que estos dos años donde no han estado, esta vida completa que te espera de vivir sin él… todo lo que no fueron, vale la pena. Que el amor que le diste dejándolo ir, valió la pena. 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Pequeños pasos

A veces, cuando menos lo espero, piso una mina emocional. Una de esas que me devuelven en el tiempo, hacen que mi corazón sienta el viejo dolor de siempre y yo quede con ganas de meterme entre mi cama y llorarlo como antes. 

En esos momentos siento que de nada ha servido el paso del tiempo, la terapia, la nueva vida. 

Pero he de reconocer que en algunas cosas - tal vez pequeñas - he cambiado. Lentamente me he permitido pedir ayuda, aceptar que estoy triste y decir que necesito un abrazo. Lo hice cuando la vida me decepcionó hace unas semanas. Escribí mails, llamé a mis amigas, dejé que las palabras salieran. 

Hoy de nuevo lo hice. Pedí un abrazo para que no me doliera tanto el hueco, el silencio, el could-have-been. Dejé que me distrajeran, que me contaran cosas y que me hicieran sonreir. Y aunque no se me pasó del todo la tristeza, me sentí mejor. Sentí que estoy haciendo las cosas de forma diferente, que estoy dejando que otros entren a mi vida cuando me siento vulnerable. Cuando realmente, más lo necesito



martes, 20 de noviembre de 2012

Días de días

Hay días donde perder la fe en la humanidad y en el universo es facilísimo. Días como hoy. Y para mí es gravísimo perder esa fe porque dado que yo no tengo ninguna fe religiosa que me haga sentir que todo va a estar bien. 

Pero sí. Hoy, por lo menos hoy y por ahora, me doy permiso de odiar al universo. Porque la verdad es que ha estado insoportable últimamente. Entre la irlandesa que mataron en una clínica al rehusarse a hacerle un aborto cuando sabían que el bebé se iba a morir de todas formas; el pendejo de Gerlein convenciéndome que definitivamente siempre habrá un homofóbico con micrófono recordándonos que no todos somos iguales aún cuando deberíamos serlo ante los ojos de la ley y los pesqueros sanandresanos que ahora no van a tener con que vivir, el universo me tiene con ganas de meterme en una cueva y no salir de ahí. 

Y no. No voy a unir a esta lista la estrellada contra una realidad fea y decepcionante que tuve este fin de semana donde sentí mis sueños romperse contra ese universo que tan aburrida me tiene, ni la diarrea (literal diarrea) que tuve todo el fin de semana y que me tiene hasta hoy tomando Pedialyte, ni como Pollo decidió mandar un mail terminando en Saludos el peor día posible, ni como los del sitio de fotos de la boda a la que fui decidieron que no puedo bajarlas negándome el placer de perder el tiempo de buena manera... no. No voy a unir esas cosas. Porque finalmente hay otras mucho peores. 

Pero sí. Hoy ando sin fe en la humanidad y en el universo. Con ganas de meterme en una cueva y no volver a salir nunca más. Entendiendo a los que un buen día mandan todo a la mierda y se van a vivir con los monjes budistas. 

Y sí. Sé que en todo esto ha habido grandes y muy buenos amigos que han estado, se han preocupado, me han dado sus palabras y cariños para hacerme sentir menos peor. Que afortunadamente he aprendido a no volverme ostra y pedir cariño cuando lo necesito, logrando que hasta me llevaran a ver Mary Poppins a que me cantara que todo puede ser. 

Pero en este instante... nada de eso es suficiente. En este instante, me duele vivir en un mundo donde hay tanta gente idiota, donde el odio gana tantas veces, donde no sé qué va a pasar y el "casi" nuevamente es la palabra que rige mi día. 

Así que si alguien tiene información sobre vuelos baratos a una bonita cueva en los Himalayas, aquí recibo los datos. 





martes, 3 de julio de 2012

Dear John o la prevención de la indigestión emocional

A veces uno necesita una buena llorada. Una de esas donde uno termine con los ojos bien hinchados, mil kleenex menos y un poco deshidratada por la pérdida de fluidos. 

Yo soy de lágrima fácil que llaman. Con casi cualquier cosa lloro. Trascendental o superficial. No importa. Pero por algún extraño motivo, no había llorado bien desde que terminé con Mr. M. 

Entonces ayer decidí inducirme la llorada. Así como uno se puede provocar el vómito cuando se ha comido algo dañino antes de terminar intoxicado, yo me provoque el llanto. Había sido un lunes de mierda, con frustraciones laborales, una lavada monumental y un malestar emocional sobre el que escribí en este mismo blog.

Así que busqué en mi colección de películas, una que me hiciera llorar. Desde hace como 2 años tenía Dear John esperando para el día en que necesitara una buena dosis de cursilería y drama. Finalmente es de los mismos de The Notebook, esas 2 horas de cine que le quitan a uno cualquier tipo de estabilidad hasta lograr que uno llore inconsolablemente. 

Dear John no es tan efectiva como The Notebook. Es menos híper dramática. Pero tiene suficientes elementos para inducirme el llanto. Para empezar es de una pareja que solo se conoce dos semanas pero que saben que han encontrado el amor verdadero. Luego tiene todo el componente de la distancia y del "es que no podemos estar juntos". El tipo no es perfecto y tiene varias cosas por las que yo hubiera salido corriendo (por ejemplo el hecho que ante una peleíta agarra a puños a medio mundo), pero (aquí vienen los spoilers entonces no digan que no estaban advertidos si me les tiré la película) es lo suficientemente charming como para que a mí me doliera que la vieja se fuera con otro y que se le muriera el papá y cuanta cosa triste le pasa en la vida. Y claro... esta el final, donde se encuentran cuando la vida ya les ha resuelto la vida y ya pueden estar juntos. Se abrazan y son felices para siempre. Y uno puede llorar tranquilamente. 

Y sé que en el fondo yo no estaba llorando por Mr. M, ni mucho menos por las frustraciones del día. Yo lloraba por lo que no fue con Open-Boy, lo que no fue con el que creí que era Mr. M y... y porque soy una berrietas que tenía varios sentimientos atascados y que si no los sacaba a tiempo, seguramente iban a terminar indigestándome. 





martes, 26 de junio de 2012

Blandita once again

El domingo fui a recoger mis cosas a la casa de Mr. M. Fui sin saber qué encontraría. Una pequeñisima parte de mí tenía la esperanza de encontrar una nota, un libro, un último mensaje de él. Pero eso lo hubiera hecho el primer Mr. M, ese del que yo me empecé a enamorar. El verdadero Mr. M, se limitó a dejar con su portero la bolsa con ropa que yo dejé la última vez que me quedé en su apartamento. 

Yo en cambio necesité dejar algo de mí. "Terminar bonito" como bien recordó Pollo. Así que le dejé una nota, escrita en un papel del libro que me regaló cuando fue a Los Ángeles y que además de decir el cliché de "te deseo lo mejor" le aclaraba que tenía razón. You were right. Para ser más específicos. 

Y es que he was right. No funcionábamos como pareja, no íbamos a lograrlo y era mejor terminar las cosas en ese momento. 

Pero hoy me doy cuenta que el cariño incomoda. Porque por más que yo sepa que todo es mejor, que yo ya había empezado a desencantarme del que él es realmente... Extraño tenerlo cerca. Y hoy cuando el Tweetdeck me hizo una mala pasada al mostrar un twitt de él (vuelvo a odiar la tecnología) se me espichó el corazón y me dieron ganas de meterme debajo de mi cama. 

Uno debería tener derecho a las vacaciones emocionales. Porque yo lo que necesito es unos días en la playa o en Bogotá, o caminando por algún pueblo desconocido de México. Anywhere but here. Ando grinch, neurótica, blandita y con la sensación de que si me molestan de más voy a entrar en un ataque histérico del que no podré recuperarme de manera honorable.


viernes, 22 de junio de 2012

C'est fini

¿Qué es lo que estoy sintiendo?

Hoy he pasado de un sentimiento al otro. Extrañamente en mí... no he llorado. 

Tengo tristeza de sentir que pudimos haber sido algo grande... Me duele sentir que él se mostró como alguien que en realidad no era. Y aunque sé que no lo hizo para herirme, esto también me genera rabia. Pollo me preguntó si fue una sorpresa que terminaramos. La verdad no. Y aunque ayer fue una conversación extremadamente triste donde me dijeron algunas de las cosas más dolorosas que haya oído... tuve que aceptar que eran ciertas. Que somos muy distintos, que vemos la vida de forma diferente, que cada día aparece un nuevo muro entre nosotros y que para qué seguir dándonos contra las paredes. 

Él ve ciertos muros que para mí no son graves. Pero yo me había negado a ver los que para mí sí son complicados... que a él no le gusta viajar, que un fin de semana de paseo no es motivo de felicidad, que no contempla su vida por fuera de esta ciudad... Que no habla y que se abruma y termina explotando sin decir nada. Que dejó de ser (o nunca fue) el niño que a la semana y media me dijo que me quería, que me llamaba a decirme que le hacia falta y que quería compartir su mundo conmigo, para convertirse en ese que es distante, que no dice las cosas, ese con quien la vida se convirtió en un drama, donde yo me sentía insegura, needy y confundida.

So of course I miss you and miss you bad 
But I also felt this way when I was still with you

Y entonces hoy me desperté sabiendo que vuelvo a lo mismo de siempre. Sola. A lo largo del día me he dado cuenta que  me pesa profundamente perder la compañía, el tener planes para los fines de semana y ese a quién contarle mi día. ¿Cómo es que eso es lo que más me pesa? Eso que tan poco tiene que ver con lo que él es como persona. ¿Lo quiero a él o la compañía que él me daba? ¿Por eso no estoy tan triste? 

¿Al final el tema es que me dio en el ego porque yo lo quise más de lo que él me quiso a mí? Porque no voy a negar que me duele saber que probablemente él tiene menos sentimientos que yo respecto a esta situación. Que él no tiene el hueco en el estómago que tengo yo. Y entonces me acuerdo de esa entrada de Solterica donde dice

Siempre que termino con un tipo y empiezo mi proceso de esperar a que el sistema procese la solicitud de baja, me siento un poco estúpida de ver que para el otro fue una cuestión de 30 segundos. Más que estúpida me hace sentir psicótica. Me pregunto si no habrá sido todo un delirio mío, si la relación estaba solo en mi imaginación y si en realidad esas conversaciones que creí haber tenido con el tipo las tuve con las voces de mi cabeza esquizofrénica, o esos recuerdos son parte de la alucinación.  Si no, ¿cómo más se puede explicar que el tipo que hace dos semanas era supuestamente feliz conmigo ahora se porte como si acá no hubiera pasado nada?

Y sí. Eso es un poco lo que siento. Que al final, le vale huevo. Y que por qué a mí no. Porque aunque este tranquila, aunque me pregunte si lo que voy a extrañar es la compañía y no a la persona, aunque mi cabeza me diga que maybe it was for the best... no voy a negar que lo quiero y que me duele perderlo. Y que me hubiera gustado que todo fuera diferente, que nuestros muros no fueran tan pesados y que el hombre del que yo empecé a enamorarme... siguiera por ahí, cerca de mí. 

martes, 29 de mayo de 2012

Un año

Pocas veces en la vida he tenido la oportunidad de ver tan claro cómo todo puede cambiar en muy poco tiempo. Hoy amanecí pensando en lo mal que estaba hace un año. Recuerdo esos días de levantarme con la almohada mojada de las lágrimas para pasar el resto del tiempo sintiendo un hueco que no se acababa. Vivir la vida en automático con un dolor tan profundo que pronto dejé de intentar fingir que estaba bien y me di permiso de sentir por completo la tristeza. 

Y ahí fue que todo cambió. Solo cuando sentí que me había roto, tuve el valor de pedir ayuda, de buscar la manera de reconstruirme. Solo entonces pude atreverme a ver por qué me había dado por vencida, por qué había llegado al punto de convencerme de la imposibilidad de tener amor en mi vida y por qué necesité algo tan profundo, tan fuerte, tan radical, dramático y efusivo para reaccionar. 

Y es que estoy convencida de que yo estaba tan bloqueada, que solo algo de la magnitud de Open-Boy tuvo la capacidad de romper mis paradigmas. Fue necesario un amor imposible que se convirtió, por un segundo, en posible. Nada menos que un terremoto me hubiera servido. 

Tras meses de intensa terapia hoy ya no necesito terremotos, lo cual no significa que no requiera de personas increíblemente especiales, complejas y particulares en mi vida.

Hoy cuando tantas cosas han cambiado, cuando me levanto contenta, recibo llamadas de personas que me acompañan y hacen feliz, cuando me gusta mi trabajo y cuando ante todo, por fin me siento cómoda con lo que soy... agradezco el terremoto-harakiri-amoroso en el que me metí. 

A veces me pregunto si del otro lado, la tristeza del mes de mayo habrá tenido un efecto igual de poderoso... intuyo que no, pero quiero creer que sí. Y aunque mi bienestar se debe al trabajo que he realizado, sé que el detonante fue él... 

Y yo soy yo... la que quiere que el impacto positivo haya sido mutuo. Así entonces siento que todo tuvo sentido.



sábado, 24 de marzo de 2012

Empacando

Suspiras mientras sientes que tu cuarto ha explotado. Cajas por todos lados, bolsas de basura, ropa, las maletas que sabes que tienes que renovar antes de tu siguiente viaje y un caos infinito. Sientes el cansancio de los últimos meses, así que le subes el volúmen a la música para distraerte.

Empacas en automático mientras tu mente divaga... tratas de evitar recordar que deberías hacer esa traducción para que el lunes no sea un infierno, te acuerdas del día que compraste ese vestido negro que ahora vas a tirar porque se ha desteñido y ya no tiene gracia, piensas que hace rato nadie te visita y que eso te hacce falta. Ante todo las visitas son cortes de la rutina. Y a ti la rutina laboral te tiene exhausta.

Continúas con tu tarea. Decides limpiar todas las bolsas antes de empacarlas. Agarras la roja que te prestó tu amiga hace ya muchos meses y que aún no le devuelves. Sin pensarlo mucho la abres y encuentras unos polvos y el blush que llevabas buscando hace meses. Te das cuenta que no has tocado la bolsa desde la noche que la usaste. Y ahora, sabes muy bien por qué. Fue la primera vez que saliste después de que él se fue. Cuando decidiste no quedarte llorando en tu casa y dejaste que tu amigo te llevara a aquella boda, donde toda la noche trataste de fingir que tu corazón no estaba totalmente destruido. Esa fue la noche en que llegaste y animada por los tequilas y besos que tu amigo te dio, le enviaste el primero de los correos que habrías de escribirle. Por eso no habías vuelto a tocar la bolsa. Primera mina emocional que pisas y ya estas llorando.

Le subes nuevamente a la música y prefieres concentrarte en la selección de cosas que tirarás. Papeles, chicles viejos, revistas que nunca leíste, medicamentos ya vencidos. Todo va a la basura. Sin dudas. Eliges otra bolsa para echar la ropa que le regalarás a la empleada. Los jeans que nunca te acomodaron y que hoy te quedan gigantes, un sweater negro que no has usado en 3 años, ese vestido verde que nunca te gustó. Si tan solo fuera tan sencillo tirar el resto de las cosas. El pasado. Los recuerdos. El hueco. La maldita costumbre de pensar en él.

Has empacado todo menos un cajón. Y no lo has hecho porque sabes que ahí esta la caja donde enterraste sus recuerdos. Los boletos de la película que vieron la última noche que estuvieron juntos. La página de Vanity Fair con el cuestionario de Proust que jugaron a responder en el vuelo de regreso de Zipolite. La nota que te dejo. Sabes que sería mejor no abrir la caja, pero que ya para este punto te es imposible no hacerlo. Por un momento dejas de oír la música, de sentir el cansancio corporal, el sueño atrasado de este mes y medio, solo sus palabras existen. Sus letras que hoy te parecen tristes, pero tienen el mismo efecto del día que las viste por primera vez. Penetran tu corazón con fuerza, te obligan a llorar y vuelves a ser la misma que no puede creer que él no pueda ser. You are somebody loved. You are somebody loved. You are somebody loved. You are somebody loved. Lees y relees sus palabras. Tratas de pensar que él llegó a tu vida para transformarte y ponerte en el camino hacia tu bienestar, pero en este momentoeso te suena a una explicación forzada y racional, que nada tiene que ver con la intensidad, profundidad y complejidad de un amor que ya no esta.

Te sientas en la cama. Quieres escribirle. En realidad lo que quieres es verlo, tenerlo cerca, abrazarlo. Pero eso no se puede. Así que te concentras en el deseo de escribirle que es lo único que puedes hacer. Pero sabes que no tiene sentido hacerlo. Él no responderá. Ni siquiera sabes si leyó tu correo de diciembre. Y de haberlo hecho, no sabes si le molesta, incomoda o genera problemas que lo hagas. Te da pánico que él te pierda el respeto y llegue el día donde seas "la vieja esa que me escribe aún cuando jamás le he respondido". Porque aún si no responde, aún si llevas tantísimos días de tan claro silencio, en tus manos tienes la prueba de que para él fuiste igual de importante. You are somebody loved. Y no quieres que eso cambie.

Continuas empacando. Ya casi terminas. Quieres adelantar el tiempo al siguiente sábado, cuando te pases a tu nueva casa, esa que tanta ilusión te genera. Esa donde estarás en tu espacio y podrás contruir un mundo propio. Con la ya conocida mezcla de dolor y resignación, sabes que aún cuando él jamás haya pisado tu nueva casa, de alguna forma ahí estará. Sus recuerdos ya los empacaste.

domingo, 12 de febrero de 2012

Lo que quita las ganas

La mejor forma de terminar este fin de semana de muchas emociones, tristezas, esperanzas y una larguísima jornada de trabajo es pensando en algo light. Y qué más light que la lista de los 4 turn-offs.

Day Seven: Four turn-offs.

  1. Enrique. O por dios cosa para quitarme las ganas.
  2. Mal aliento.
  3. Exceso de preguntas. Amigo, si necesitas preguntar cada 3 segundos si algo me gusta es porque no lo estás haciendo bien.
  4. La falta de creatividad. Amigo... aunque sea inspírate en el porno.

viernes, 10 de febrero de 2012

Los que son...

Hoy es importante concentrarme en las cosas buenas, en la gente que quiero y que me quiere y, en asumir que cuando toca, toca y que no es el fin del mundo. Un cambio en los planes no quiere decir que los planes se acaben y a lo mejor, puedo simplemente encontrar algo donde tenga más paz y mayor capacidad de concentrarme en mi proyecto.

Dicho esto, debo aceptar que llevo todo el día pensando cómo elegir solamente a 5 personas y entonces veo que soy muy afortunada por tener ese reto.

Day Six: Five people who mean a lot (in no order whatsoever)

  1. Mi mamá. Y no hay forma de incluir las infinitas razones de por qué significa tanto en mi vida.
  2. Mi papá. Y que emoción saber que logramos construir algo donde significamos, donde cuento con su apoyo y su cariño, donde pudimos dejar atrás el pasado y yo ya no tengo miedo de perderlo.
  3. Adri. Porque no importa la distancia, nos abrazamos, consolamos, entendemos y divertimos.
  4. Pollo. Porque nos entendemos en diversos niveles, nos une el peso y el alivio de la distancia, nos sabemos los secretos que nadie más sabe y somos los dos pequeños freaks que se quieren como nadie.
  5. Gaby. Porque nos oímos, nos leemos, nos retamos y hoy, tiene el corazón triste y quiero que se acuerde de todos los días que ella pasó recordándome que la vida da vueltas y uno debe estar tranquilo porque las cosas buenas están en camino, incluyendo a alguien que le ayude a olvidar la tristeza que siente hoy.



viernes, 30 de diciembre de 2011

Despidiéndome del 2011

La lección de la noche: conócete a ti mismo.


Ayer fui a tomar un larguísimo café con Pollo, que por supuesto terminó en un par de ginebras, una cena y una sobremesa con meseros revoloteando a nuestro alrededor con ganas de que nos fuéramos ya a la casa.


Hablamos del año, de todo lo que ha pasado y cuánto nos ha cambiado la vida, para que al final, casi todo siga igual. Por muchos años, al final de cada año, me tomaba el trabajo de escribir un resumen de lo que había vivido. Por algún motivo, dejé de hacer esto cuando llegué a México.


Pero el 2011 ha sido muy largo, muy intenso y muy profundo para no escribir al respecto.


El año empezó conmigo derrotada. Me cuesta un poco de trabajo de pensar en cómo pasé los primeros meses. Decidí poner distancia con Tattoo-boy para no salir herida cuando él se fuera del país. Barreras sobre barreras, muros sobre muros. Y se fue dejándome un vacío extraño de saber que él no era, que no lo sería y con la infinita sensación de que nadie lo sería. Los meses pasaron y mientras escribo esto, sigo teniendo problemas recordando esa época, tal vez por el hecho de que iba en automático, viviendo sin ganas, haciendo lo que tocaba, sin sentir.


Me aburrí en la casa, me mudé y traté de pensar que sería un nuevo inicio. Pero de nada sirvió cambiar de escenario cuando la sensación de haberme rendido, llenaba gran parte de mis días. Para complicar un poco más las cosas, los que en un momento consideré mis grandes amigos, mi familia en México, se desvanecieron dejando solo preguntas sobre su ausencia.


El único momento de ese inicio del año donde me sentí realmente bien, fueron los 4 días que vine a Colombia para el matrimonio de Adri. Por primera vez desde que me fui del país, sentí que encajaba, que mi presencia tenía sentido y esa sensación de incomodidad que tantas veces he sentido desde que vivo en México, no estuvo por ninguna parte. Como le diría mucho después a Open-Boy, fueron los 4 días más felices en mucho tiempo. Y fueron así de felices porque sentí que estaba compartiendo algo realmente grande con alguien a quién quiero con el corazón, porque tuve tiempo de estar con los que más quiero, de ver a mi familia y tener un día de felicidad con mi mamá. Por una vez, no tuve la culpa de no estar en los grandes momentos de la gente que quiero. Estuve y fui parte. Y eso significó mucho más de lo que me pude haber imaginado.


Pero regresé para seguir en el piloto automático de siempre, con la certidumbre de que no había, ni habría, a nadie a quién querer.


It was the best of times, it was the worst of times.


Y una noche, en una salida de guía turística mi vida cambió. Le decía a Pollo que aún recuerdo la sensación cuando Open-Boy abrió la puerta y yo lo vi por primera vez. Sonará cursi, pero desde el saludo, yo sentí que algo se movió en mi interior. Dadas las circunstancias, inicialmente me negué a aceptar que me gustaba, pero sin darme cuenta a qué horas, mi corazón volvió a abrirse. Encontré a alguien con quién me conecté como jamás lo había hecho, que me hizo sentir lo que pensé imposible, a quién amé como jamás he amado y quién me amó por lo que soy. Fueron los mejores y los peores días de mi vida. Ya no hubo barreras, no hubo muros, no hubo nada. Solo el amor que sentimos y la profundidad de una conexión que muchos meses después aún resuena en mi vida. Por primera vez entendí lo que era amar a alguien tanto, que su felicidad era más importante que el estar juntos; en la medida en que comprendí que para él la única opción posible de estar bien y ser feliz era alejándose, lo dejé ir, con la esperanza de que él este en lo correcto y así pueda tener una vida con la felicidad que se merece.


Open-Boy fue un terremoto cuyo impacto aún no termino de vivir. Y, como todos los clichés, tan rápido como llegó, se fue; dejándome destruida y sin saber cómo armar mi vida, sabiendo que era posible sentir amor pero que no era posible tener su amor. Los días que siguieron fueron de los más dolorosos de mi vida. Hoy me parece como si solo hubiera habido llanto en esa época de mi vida, volqué mi corazón en este blog y traté de exorcizar mi dolor a punta de palabras y canciones. Como nunca antes en mi vida, la música llenó mis días y me apoyé en las palabras de otros para decir una y otra vez lo mucho que me dolía su ausencia, sus palabras, su silencio. Mi frustración ante una vida que no era posible.


Pero ni el harakiri emocional que fue Open-Boy logró convencerme que era posible encontrar a alguien con quien compartir mi vida. Fue necesario que en medio de la inmensa tristeza, apareciera el Sr. S para que yo empezara a contemplar que las cosas pueden ser distintas. Unos besos atorados de sentimientos se convirtieron en salidas donde yo sentía algo distinto al dolor de la ausencia de Open-Boy. De repente me encontré disfrutando del Sol, teniendo conversaciones inteligentes y ante todo, me encontré sintiendo.


No era igual. No era tan profundo. No era tan intenso. Pero yo sentía. Y el Sr. S, también sentía. Y eso tuvo un gran efecto en la forma en que veía el mundo. Para lograr salir del hondo hueco en el que me metí, fue necesario volver a terapia. Y ahí aprendí la importancia de preguntarme para qué y no por qué. De dejar entrar y de tener confianza en el universo y sobre todo en mí. Volví a confiar en que las cosas saldrían bien. Hoy pienso y siento que las cosas, saldrán bien.


Y mientras pasaba mis días asoleándome, yendo a terapia e intentando terminar de dejar ir a Open-Boy, el universo se encargó de obligarme a frenar y detenerme. Me tocó darme contra el mundo, terminar en muletas y con el cuerpo totalmente golpeado, para que yo me permitiera estar conmigo misma, para que dejara de esconderme en la música, las películas, las series de tv. Tuve que parar, descansar, aceptar el silencio y la soledad. Con dolor acepté que el Sr. S nunca sería alguien dispuesto a estar de la forma en que yo quiero y lo solté también a él, agradecida de que al hacerme parte de su vida, me hubiera permitido recobrar la confianza en las posibilidades.


Al mismo tiempo, por fin dejé ir a V, quién tras repetir las promesas de siempre, continuó siendo una ausencia cuando más lo necesitaba. En las últimas sesiones de terapia he hablado mucho sobre la importancia de poner límites. Es algo que me cuesta trabajo y que me ha generado grandes problemas. Con V fue necesario soltarlo y darme cuenta que él realmente hacía mucho no era parte de mi vida. Anoche encontré algunas conversaciones que tuvimos cuando éramos más cercanos y me dolió su ausencia; lo veré próximamente pero ya no quiero continuar en una dinámica donde él promete, yo me ilusiono y luego enfrento la realidad de una ausencia. Quiero pensar que podré tener un contacto casual como lo tengo con tantos en Colombia, pero yo ya no quiero nada más profundo.


En septiembre, volví a Colombia, en muletas y por primera vez, en un plan distinto a las vacaciones. Crecer en el trabajo culminó en mí, dando un entrenamiento, con conocimiento de causa y con el Ex tomando nota. Entendí que el universo da las vueltas que quiere y que la ironía es parte de la vida, que incluso lo imposible pasa y que no puedo convencerme de que algo no sucederá, porque no controlo mi futuro.


El trabajo cambió, se abrieron posibilidades y en un año mis tareas, responsabilidades y retos se ampliaron, obligándome a desarrollar nuevas habilidades, enfrentarme a situaciones distintas y probarme que si puedo. El término frenemies adquirió completo sentido en mi vida y tuve que asumir que abrir el corazón trae sus riesgos en lo laboral, cuando los que fueron amigos dejaron de serlo. Aún así, opté por no volver a cerrar mi corazón. Porque ya no quiero vivir una vida con el corazón cerrado.


Cuando todo parecía estar volviendo a la calma, descubrí que en mi interior hay toda una faceta que yo desconocía. Ayer por primera vez hablé de ésta en voz alta con alguien diferente a mi psicóloga. Tener a alguien que no me juzga y a quien puedo aceptarle lo que me asusta, atrae y que entiende que aún estoy construyendo el significado del tema, me dio tranquilidad y la sensación de que no estoy sola.


Y otra buena noche, me encontré hablando con alguien que me generaba al mismo tiempo, atracción y rechazo. Al encontrar a Possibility-Boy temía estar repitiendo mi pasado y dudaba de qué era lo que realmente me gustaba, si él por lo que era o por su parecido con Open-Boy. Intenté hacer las cosas de manera diferente. Dejé mi corazón abierto, dejé que las cosas fluyeran y confié en mí, en el proceso que he hecho y en la sensación que él no me haría daño. Las cosas no fueron tan simples como yo hubiera querido y en un escenario ideal él y yo nos encontraríamos en un lugar donde tuviéramos la posibilidad de explorar lo que hay entre los dos. No creo que esto llegue a pasar, pero también soy consciente de que algo no termina de cuajar con él y que para rematar, él no tuvo la sensibilidad para despedirse como yo hubiera querido. Y para doblemente rematar, él no tuvo la necesidad de tener mayor cercanía antes de despedirse. Y esas tres cosas, sumadas a la certeza de que él vivió las cosas de forma completamente diferente, no las puedo obviar. Hoy tuvimos una larga conversación donde creo que finalmente se aclararon muchas cosas, pero también vi que me falta mucho para trabajar, que aún me cuesta mostrar lo que siento tal y como lo siento y que aún transmito barreras. Tengo miedo de volver al DF y encontrar que la tranquilidad que he sentido en estos días no es tan grande y que a cambio, hay una nueva ausencia. Él tiene confianza en lo fuerte que es nuestra amistad y yo quiero pensar que él seguirá siendo una parte importante de mi vida, porque ante todo, por él siento un inmenso cariño.


Y entre los diferentes hombres, en medio de los cambios laborales, las presencias y las ausencias, lo que más hice este año fue escribir. Construí una historia que está en camino, que es mi reto personal y que me hace crecer, pensar, sentir y ser mejor. Que es el mejor espacio para soltarme y sentirme bien.


Muchas cosas pasaron. Sigo en el mismo trabajo, sigo soltera, sigo viviendo en el mismo barrio. Pero soy otra. He recobrado la confianza en mí, en la vida, en el trabajo que hago, en la historia que escribo y en lo que puede suceder. Por fuera casi todo sigue igual. Por dentro, todo ha cambiado.


Y solo por eso… este año es importante.


Estoy decidida a que el 2012 sea el año en el que logre mis objetivos. Quiero que mi proyecto personal suceda y tener la fuerza para hacer mis metas realidad. Quiero ser la persona que hace que las cosas pasen y que se esfuerza por tener lo que realmente quiere y necesita. Además, quiero abrirme a más cosas nuevas, atreverme a nuevos retos, conocer más gente. Ante todo quiero seguir trabajando en mí, en tener una mejor relación con los que me rodean, donde yo tenga claro cuál es mi papel, donde los límites existan y se respeten. Quiero seguir conociéndome, quiero terminar de soltar los roles que no me corresponden, las ausencias que me hacen daño y los patrones que me impiden tener la vida que quiero. Por primera vez en mucho tiempo, siento que es posible encontrar a alguien que me quiera por lo que soy y a quién yo quiera, alguien que tenga claro quién es, que no le tenga miedo a sentir y que esté listo para construir algo a mí lado. Espero que esto suceda y el personaje aparezca; mientras tanto yo seguiré trabajando por estar bien, cómoda conmigo misma y en paz con lo que soy.