Mostrando entradas con la etiqueta oficina. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta oficina. Mostrar todas las entradas

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Las desgracias de la caballerosidad

"Tu no tienes novio porque no dejas que te paguen la cuenta ni que te abran la puerta". Esas son la clase de cosas que a veces tengo que oír en México y que me dan ganas de agarrar un avión e irme a uno de esos países híper desarrollados donde la equidad de género ya no es un reto. Y hoy que ando intolerante, trasnochada y con el cansancio del año encima... menos puedo aguantarlas. 

Resulta que a mí no me gusta que me paguen todo porque yo tengo un trabajo que me permite gastar en lo que quiero y porque he descubierto que de verdad no hay nada gratis en la vida. Cada peso que gastan en mí, lo pagaré de una u otra forma. Como dijo un amigo, esos hombres, suelen esperar que uno pague su parte de la cena, tan solo que no con dinero. Lo siento pero yo no me prostituyo por un pollo en salsa.

Y en el fondo de la historia esta el tema de siempre. Yo no quiero salir con tipos que esperan que yo les abra las piernas porque ellos me abrieron la puerta. Yo busco alguien con quién hacer equipo, alguien con quién poder enfrentar el mundo de la mano. Como iguales. No un papá que me pague las papas fritas. Yo sí tengo daddy issues, pero no me dan para tanto. 

Ese es uno de los grandes motivos por los cuales estoy en la gelatina en la que estoy. Porque ante todo, es un personaje que me respeta, me considera su igual, me valora por lo que soy y para quién el hecho de que sea mujer no es un factor a la hora de pensar qué tan capaz soy. 

Al final, cuando pienso en mi futuro, yo quiero un hombre seguro de su masculinidad, que no necesite afirmarse como macho alfa anulando mi opinión. Cuando tengo estas discusiones con los machos con los que convivo, siempre sale el argumento de "es por caballerosidad". Pues resulta que yo no soy una princesa del medioevo buscando un caballero. 

Para mí más bonito que me abran la puerta es que les interese mi opinión sobre la vida; yo prefiero pagar mi parte de la cuenta pero ser incluida en las decisiones. No le veo nada de malo a que el tipo no se baje a acompañarme 50 centímetros hasta la puerta de mi casa cuando llegamos. Le veo mucho de malo a que no admiren mi independencia, mi valor y mi obstinación por vivir mi vida como la quiero. 

E incluso si en el mundo en el que vivo se pudieran las dos cosas (el tipo que se baja del carro a abrirme la puerta y que me ve como una par en su vida), esos no son los detalles que a mí me gustan, enamoran o alegran la existencia. 








jueves, 16 de mayo de 2013

Bicho raro

Estas últimas semanas, he ido a comer muy seguido con dos amigos del trabajo. De esos que cuando yo quiero describir cómo son los mexicanos me sirven de modelo mental. Buenos, amables, caballerosos, con un sentido del humor distinto al mío y con una visión del mundo exactamente opuesta a la mía. 

Y entonces he recordado que muchas veces yo paso por bicho raro en este mundo. He tenido que responder una y otra vez las mismas preguntas "¿pero por qué no quieres tener hijos?", "¿no dejas que los hombres te inviten a todo cuando sales con ellos????", "¿cómo así que para ti es suficiente con irte a vivir con alguien, por qué no quieres una ceremonia?", "¿por qué no quieres comprar un departamento?", "¿por qué saldrías con alguien que no quiere casarse?"

Y así. Por horas. Y es cierto. Yo no necesito una ceremonia para sentir que estoy comprometida con alguien, sigo sin saber si quiero tener hijos pero tengo muy claro que si no pasa, yo no me voy a morir frustrada. Y no. No quiero un departamento. No es una prioridad para mí. Y odio que me inviten a todo solo por el hecho de ser mujer y estar en proceso de cortejo. Mis ovarios no son motivo suficiente para que paguen todo por mí. Yo tengo un salario. Ah! y puedo estar en relaciones extrañas, amorfas y sin definición en la medida en que me sienta cómoda y contenta. Punto. 

Claramente hay días en donde me estreso porque yo no tengo en dónde caerme muerta. Esos días usualmente pasan cuando me relaciono con mi mundo colombiano, ese que ya anda tan casado, tan con casa propia y todas esas cosas que yo no tengo. Porque al final, mis posesiones se limitan a un refrigerador que compré usado, un microondas que también compré usado, una laptop que realmente no funciona, un sofá-cama lleno de pelos de Ginebra y una cama que anoche se rompió y me mostró que lo malo de ser independiente es que las camas se rompen cuando uno esta solo, sin hacer nada divertido y por tanto, le toca a uno volver a armarla estando solo para dormirse sin hacer nada divertido antes. 

El tema es que esas son las cosas que menos me importan. Mis verdaderas posesiones son Ginebra, mis libros, las fotos de Pollo que decoran este depa, el reloj de mi abuelo, un escritorio en Guasca que probablemente nunca usaré en mi vida... 

Al final, luego de semanas de interrogatorios, he podido concluir que yo vivo muy contenta con mi vida. Sé que tengo prioridades distintas a las de la mayoría, pero siento que tengo lo que realmente quiero. Yo prefiero no tener donde caerme muerta y no ser parte del mercado inmobiliario pero haber hecho los viajes que he hecho. Haber tomado los cursos que he tomado. Vivir por fuera. Mi libertad de hacer lo que quiero como quiero, sin la red de seguridad (siendo la palabra clave RED) que representa tener a la familia y a los amigos cerca. 

En vez de gastarme la plata pagando cuotas para un departamento, yo me la gasto en mi taller de escritura, yéndome a Toronto a visitar a Pollo y a ver películas de 25 dólares, en viajes express a Chicago solo porque sí, tirándome de paracaídas (mi regalo de cumpleaños para mi misma de este año), comiendo rico con mis amigos los fines de semana y en cuanta cosa se me ha ocurrido. 

En 5 años probablemente seguiré sin tener el departamento, pero quiero pensar que tendré mi novela lista (y si no, al menos habré hecho el intenso ejercicio de haber escrito), habré caminado a 356 metros de altura,  tendré la foto desnuda de Tunick, habré enfrentado el miedo de pararme frente al mundo y contar mis historias de la forma más graciosa que puedo, habré viajado, conocido países, hecho amigos increíbles que están conmigo sin importar la distancia y se convirtieron en mi familia, la otra familia seguirá siendo el apoyo que siempre necesito y ante todo, tendré la enorme tranquilidad y felicidad de saber que he vivido mi vida como quiero, así la forma no siempre sea la que el mundo espera. 




miércoles, 28 de noviembre de 2012

Graves problemas de memoria

Hace un tiempo escribí sobre las obviedades que suelo olvidar, como que hacer amigos es muy importante a la hora de ser feliz. 

Hoy voy a volver a escribir sobre el tema. Porque ayer volví a recordar cosas que son muy importantes para mí. 

Cosas como lo feliz que soy cuando me doy mis espacios para hacer las cosas que más me gustan y estar conmigo misma. Resulta que llevaba muchos fines de semana seguidos con una vida social muy activa. Que vamos a Tunick, que paseo/boda en Cuerna, que cenas, cafés, etc. Y entre todo eso se me atravesó una bonita enfermedad, que estoy segura fue producto del estrés, la cual me dejó el 90% del único puente en meses, tirada entre la cama, arrastrándome al baño y durmiendo el malestar. Entonces eso no cuenta como espacios conmigo misma. 

Pero ayer... ayer volví a tener uno lo que suelo denominar como dates conmigo misma. Primero me fui de la junta en la que estaba hasta el cine en bici. Y aunque aún le tengo susto y ya no lo disfruto como antes, el placer de elegir por donde me meto, saltarme el tráfico y no estar entre un taxi, fue fantástico. En lo que empezaba la película me tomé un delicioso té y leí feliz mi libro del momento (The solitude of the prime numbers por si se lo preguntaban). Después, continué en silencio y me fui a ver Cosmópolis, la cual no me encantó. 

Pero lo que me encantó fue volver a tener mi espacio. Leer mi libro, estar en silencio, interactuar solo conmigo misma. Y entonces me acordé... que así como me encanta salir a cenar y estar con mis amigos, también me gustan los espacios conmigo misma. 

A veces por la pereza de salir sumada al cansancio del trabajo, termino quedándome en mi casa, descerebrándome frente a la tele. Pero en esos momentos necesito recordar que también es sano tener un date conmigo misma y ser muy feliz. 


martes, 16 de octubre de 2012

3 años

Una buena tarde hace 3 años y unas 3 semanas escribí lo que en su momento pareció un twitt inofensivo: "enviándole mi CV al universo". Pocos segundos después recibí un DM de quién en ese momento era una simple conocida preguntándome por qué estaba buscando trabajo si en teoría yo estaba en otro lugar. Tras mi respuesta me dijo que en su agencia estaban buscando a alguien. 

Tres semanas más tarde fue mi primer día en Guerra. Todavía me acuerdo del estrés de llegar tarde en mi primer día porque la autopista a Toluca estaba cerrada y el tráfico era imposible. Me acuerdo de preguntarme cómo haría para llegar todos los días a esta loma, que más lejos de mi casa no podía quedar. 

Llegué con las inseguridades de mi pasado, preguntándome si podría sobrevivir el mundo corporativo y cómo sería trabajar con mexicanos. Volver a trabajar en una oficina después de la vida de estudiante y freelancera tuvo sus retos, los cuales fueron aún más grandes por la enorme distancia que había entre mi casa y la oficina. Hoy veo en Google Maps que eran aproximadamente 20 kilómetros los que tenía que recorrer a diario, para lo cual tomaba bus, taxi, metro y transporte oficial de Guerra. Un mes más tarde ya estaba en la Condesa. 

Mi vida ha cambiado profundamente. Jamás había durado tanto tiempo en un trabajo y realmente puedo ver lo mucho que he aprendido. Ha sido una experiencia intensa, profunda y muy interesante. Disfruto plenamente de la variedad de temas, la posibilidad de que cada día sea distinto, las oportunidades para aprender de cosas que jamás me hubieran interesado y hasta los viajes a lugares inesperados

Hoy veo que pasé de la inseguridad de sentir que no podría vivir en el mundo corporativo a la sensación de que realmente lo he hecho muy bien. A punta de errores, reflexiones y muchísimo más trabajo del que jamás pensé que podría llegar, hoy siento que realmente he crecido profesionalmente. Y muy a lo cliché, ahora siento que me falta mucho más por aprender. Aunque ahora las áreas que necesito cubrir son distintas de las de hace 3 años, al igual que cuando empecé, hoy empiezo a buscar los caminos para aprender todo lo que me falta.

Claramente siempre habrá cosas que cambiaría y que preferiría que fueran distintas, pero eso es parte de lo que soy y si todo me pareciera perfecto e ideal, ya me hubiera aburrido hace rato. 

Y como yo soy yo, para mí lo más importante de toda esta experiencia ha sido la gente. Lo aprendido profesionalmente siempre servirá, pero la gente que ha estado, que me ha enseñado (a las buenas y a las malas... porque de eso sí que aprendí), que ha sido mi amiga y que en algunos casos, incluso llegó a convertirse en mi familia (sí, Mariana, hablo de ti), es lo que más valoro.  

En estos tres años he vivido algunas de las cosas más maravillosas y algunos de los peores días de mi vida. Y todo fue en el marco de esta oficina.