lunes, 7 de marzo de 2011

Sobre el acupunturista

Ahora voy al acupunturista. Voy porque desde que me fui a Galápagos estoy con tos, lo cual significa que hace 3 meses ando sacando medio pulmón cada 20 minutos. Y ya me cansé de los médicos tradicionales y sus remedios que no me sirven para nada.

Y a diferencia del cliché que uno tiene, mi acupunturista no es un chinito que mide 1.50 y habla como el de Karate Kid. Mi acupunturista es un argentino súper churro, alto, flaco y de pelo largo. Obvio yo quedé matada desde la primera cita. No me importó que se vistiera todo de blanco o que me pusiera un CD con Enya.

El viernes fue mi segunda cita y tuvimos la misma dinámica, saludo con abrazo, olor a incienso, música nueva era al fondo (por cierto, creo que solo tiene un CD y eso debe demostrar que es un alma superior porque yo oyendo todo el día los mismos canticos celtas, estilo el señor de los anillos y mato al primero que se me atraviese) y su acento porteño que tan bonito me parece.

Como cualquier médico preguntó por los avances del tratamiento y de repente me preguntó por qué había estado triste durante las 3 semanas que pasaron entre cita y cita. Le dije que por la ida de tattoo-boy. Y antes de que me diera cuenta estaba en llanto. Incontrolable y sin fin. Llanto. Un llanto que ni se paró del todo con las agujas que me puso en todas partes.

Creo que fue bueno. Creo que lloré lo que no había llorado por tattoo-boy pero también creo que lloré por todas las otras cosas que me tienen infeliz. y finalmente, ¿qué mejor lugar para llorar que aquel donde te clavan agujas en la nariz, frente y demás?


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