Unos seis meses antes de venir a vivir a México conocí a alguien. Trabajábamos juntos y teníamos una química increíble. A mí me gustaba pero sólo le veía PEROs: menor que yo, era mi editor y yo me iba a ir del país. Así que mejor no ponerle atención a lo que sentía. Muy pronto me convení que no sentía nada por él. Que era un buen amigo con el que a veces pasaban cosas pero que mientras yo tuviera claras las cosas, todo estaría bien. Y nos acercamos más y más pero yo siempre estuve segura que no sentía nada de fondo. Sólo amistad.
Y entonces me vine a vivir a México. Y de repente me encontré con que sentía un hueco enorme, que saber que ya no nos veríamos y que por cosas de la vida, jamás podría estar con él en una relación de pareja me partían el alma. Nunca me di cuenta que estaba enamorada y hasta hoy no sé si realmente lo estuve. Pero lo que si es claro es que mis sentimientos por él eran mucho más grandes de lo que me permití saber. Al día de hoy sigue siendo una de las personas que más quiero en la vida y de los pocos que me hacen sentir que tendría un mundo si volviera a Colombia.
Y entonces, tres años después, hoy me doy cuenta que el vacío que siento es más grande del que pensé que sentiría. Que aunque siempre he sabido que con Tattoo-boy no hay nada real y ni siquiera una posibilidad de algo, se ha ganado un espacio en mi vida y en mi corazón. Y tal vez sólo estoy triste porque ya no tendré con quien ir a cine los domingos, con quien arruncharme a ver películas, ir a cenar entre semana ni con quien pensar en voz alta. Y no es que nos vieramos tan seguido, y yo con mis commitment issues puse mil barreras y este año tomé la decisión de verlo menos en preparación para su partida. Y aún así estoy triste. Y sé que lo voy a extrañar.
Y no puedo dejar de preguntarme a qué horas pasó esto.
Y entonces me vine a vivir a México. Y de repente me encontré con que sentía un hueco enorme, que saber que ya no nos veríamos y que por cosas de la vida, jamás podría estar con él en una relación de pareja me partían el alma. Nunca me di cuenta que estaba enamorada y hasta hoy no sé si realmente lo estuve. Pero lo que si es claro es que mis sentimientos por él eran mucho más grandes de lo que me permití saber. Al día de hoy sigue siendo una de las personas que más quiero en la vida y de los pocos que me hacen sentir que tendría un mundo si volviera a Colombia.
Y entonces, tres años después, hoy me doy cuenta que el vacío que siento es más grande del que pensé que sentiría. Que aunque siempre he sabido que con Tattoo-boy no hay nada real y ni siquiera una posibilidad de algo, se ha ganado un espacio en mi vida y en mi corazón. Y tal vez sólo estoy triste porque ya no tendré con quien ir a cine los domingos, con quien arruncharme a ver películas, ir a cenar entre semana ni con quien pensar en voz alta. Y no es que nos vieramos tan seguido, y yo con mis commitment issues puse mil barreras y este año tomé la decisión de verlo menos en preparación para su partida. Y aún así estoy triste. Y sé que lo voy a extrañar.
Y no puedo dejar de preguntarme a qué horas pasó esto.
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