Y hay días en dónde es más difícil ser optimista o sentirme bien. Días como hoy por ejemplo. Siempre he sido emocionalmente vulnerable a las enfermedades y desde que vivo lejos, me dan aún más duro. Así que hoy, cuando estoy en muletas y me duelen múltiples partes de mi cuerpo, no puedo evitar sentirme triste y ver las cosas negras.
Y entonces, me pesan más las ausencias de lo que me alegran las presencias. Y no debería ser así. Pero no sé cómo no pensar en el que se está alejando o en la que no me ha llamado aún cuando yo creí que éramos muy cercanas. Mis amigas de Colombia han estado súper pendientes, un amigo me rescató y ayudó cuando más lo necesitaba, una gran amiga me trajo comida, otras han escrito y por supuesto, mi familia ha llamado hasta que el teléfono se descargó. Y yo solo siento el dolor de los que deciden estar lejos. Los que no quieren enviar ni un mensaje y prefieren cerrarse.
Es una tontería. Lo sé. A uno debería importarle más los que están que los que no... Así que seguiré con mi proceso de concentrarme en mí, en cuidarme y tratar de no sentir esas ausencias que hoy tanto duelen.
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