Hace mucho no escribo aquí. La vida ha dado vueltas y escribir se ha hecho difícil. Pero un día, a comienzos de este año, encontré la forma de escribir así no fuera con palabras en un papel.
Improv.
Era algo que había querido hacer desde hacía mucho. Tenía mucha curiosidad, particularmente después de mis clases de StandUp comedy. Y la verdad, lo he disfrutado muchísimo más. Y me ha tocado mucho más la vida.
En la primera clase nos contaron que en la Improv hay 3 principios básicos y entre más los aplico, más siento que son principios para la vida:
- Debes aceptar todo lo que te propongan, solo así funciona la improv, cuando aceptas y dices SÍ!
- Se consciente de tus alrededores: tienes que ver, oír y sentir qué están haciendo tus compañeros para poder incorporarlo a lo que tú estás haciendo
- Acepta los errores que cometes y no te quedes pensando en ellos: No pasa nada si te equivocas, de ahí viene lo divertido.
Y yo, tan perfeccionista, tan dura conmigo misma, he tenido que aprender que no me puedo quedar pensando en lo que hice mal o lo que hubiera podido hacer mejor porque entonces freno todo y dejo de estar en el momento. No voy a decir que ya nunca lo hago, pero si debo decir que esto ha sido una profunda lección de tolerancia conmigo misma (y con los demás).
Levantarme temprano los sábados dejó de ser algo negativo y ahora es algo que espero cada semana, porque de repente encontré cómo pasar 3 horas seguidas sin pensar en mi vida, riéndome y aprendiendo.
Si, la improv es mucho de agilidad mental, pero es más de aprender a fluir. Cada vez que uno intenta pensar en algo gracioso, se deja de ser gracioso. He aprendido a confiar en mi cerebro para que encuentre las ideas y las palabras perfectas para cada situación.
Y destaco confiar porque eso es lo otro que he aprendido. La improv ante todo es un trabajo en equipo, mientras en el standup aprendí a pararme en un escenario sola contra el mundo confiando solo en mí... en la improv he aprendido a confiar en mi grupo, en esos personajes que como yo, eligen pasar sus mañanas del sábado jugando y divirtiéndose.
Yo, la hija única, independiente, uniandina que nunca disfrutó trabajar en equipo porque jamás confió en sus compañeros, he tenido que aprender a la mala a hacer equipo y en la improv, aprendí a hacerlo pero ahora a las buenas. "No importa que se equivoquen, alguien vendrá a rescatarlos" es una frase dicha por mis profesores una y otra vez, hasta que se ha vuelto realidad. Me paro en el escenario y no tengo miedo (no tengo TANTO miedo) porque sé que no estoy sola, que hay otros jugando conmigo y que al final, juntos sacaremos las cosas adelante.
Juntos hacemos cosas imposibles como caminar todos al tiempo y sin decir una sola palabra, detenernos todos al tiempo para luego, otra vez todos al tiempo, volver a empezar a caminar. O crear historias que tienen sentido, cada uno diciendo solo una palabra. O convencernos que pararnos frente a nuestros amigos y familia no es una idea absurda.
Y entonces el sábado, después de uno de los meses más intensos de mi vida, donde por ley de murphy se me juntaron 2 proyectos, una noticia personal que me genera toda la ansiedad del planeta y cuanta cosa pudo ocurrir... yo tuve un momento de felicidad plena al estar parada en un escenario.
Mi yo interna, esa que jamás ha dejado de desear ser una actriz de broadway, tuvo la oportunidad de estar en un escenario, cantando, actuando y bailando sin morir en el intento. No importó el cansancio, el no saber dónde estaré viviendo en 3 meses o cómo será mi vida o si Trump nos va a terminar de joder a todos, yo levanté mi voz, me acordé de mi profesora de teatro gritándome que o me oían en la última fila o me sacaba del escenario y fui feliz. Profundamente feliz.