Mi mejor amigo esta triste. Una de mis mejores amigas esta triste también. Y aunque sus tristezas están conectadas son muy distintas. Él esta en Canadá y ella en Colombia. Él vive con su roomate y ella con su familia. Él me llora por Skype y ella sale con sus amigas que la oyen, la abrazan y sospecho la emborrachan.
Y es que al vivir por fuera todo es distinto. Todo se ve desde una perspectiva diferente. Un mal día en Colombia es diferente de un mal día fuera de Colombia. Es más duro y más difícil. Últimamente he pensado mucho en este tema. Mi psicóloga dice que vivir por fuera lo pone a uno en una posición de debilidad y de extrema vulnerabilidad. Y yo creo que es cierto. Las redes sociales que lo sostienen a uno en su país dejan de estar y se convierten en llamadas por teléfono llorosas. Mails tristes. Y eso no es lo mismo.
Entonces todo se ve desde una perspectiva diferente y eso altera las relaciones que uno crea. Y no sólo las relaciones de pareja, todas las relaciones. Se hace uno amigo de gente a la que jamás le hablaría en su ambiente natural, simplemente porque es alguien con quien hablar y salir. Y eso tiene cosas buenas, una de mis mejores amigas en India, una mujer a la que llegué a querer con todo mi corazón, era una persona a la que jamás me hubiera acercado si no estuviera forzada a hacerlo. Descubre uno gente cuando se ve obligado a ir más allá de los prejuicios, estereotipos, ideas, perezas y temores.
Pero también se queda uno en relaciones por miedo a la soledad. A veces se encuentra a uno mismo pensando en mantener ciertas relaciones no por lo que aportan, sino por ese pánico de quedarse aún más solo. Se aferra uno a cosas que no son sanas. Es muy probable que yo jamás hubiera salido en una segunda cita con el gringo si no hubiera sido porque me sentía sola. Y él era alguien con quien hacer cosas.
Y cuando las cosas no fluyen o no funcionan, duele mucho más. Hay más espacio para el dolor. En Bogotá yo era una persona que cuando no me aparecía un chico, llamaba a una amiga o amigo y armaba plan. Aquí, esa opción no siempre existe porque no tengo tantos amigos. Y nuevamente, eso hace que me aferre profundamente a los que tengo... y últimamente me he dado cuenta que eso trae unos riesgos muy altos.
Pero ¿se puede hacer algo? La respuesta obvia es expandir la red social. Hacer más amigos. Pero cuando pasan cosas particularmente felices, tristes o difíciles, yo extraño a mis verdaderos amigos, a los que me conocen hace años, a mi familia que me quiere desde siempre... y eso no esta aquí.
Y es que al vivir por fuera todo es distinto. Todo se ve desde una perspectiva diferente. Un mal día en Colombia es diferente de un mal día fuera de Colombia. Es más duro y más difícil. Últimamente he pensado mucho en este tema. Mi psicóloga dice que vivir por fuera lo pone a uno en una posición de debilidad y de extrema vulnerabilidad. Y yo creo que es cierto. Las redes sociales que lo sostienen a uno en su país dejan de estar y se convierten en llamadas por teléfono llorosas. Mails tristes. Y eso no es lo mismo.
Entonces todo se ve desde una perspectiva diferente y eso altera las relaciones que uno crea. Y no sólo las relaciones de pareja, todas las relaciones. Se hace uno amigo de gente a la que jamás le hablaría en su ambiente natural, simplemente porque es alguien con quien hablar y salir. Y eso tiene cosas buenas, una de mis mejores amigas en India, una mujer a la que llegué a querer con todo mi corazón, era una persona a la que jamás me hubiera acercado si no estuviera forzada a hacerlo. Descubre uno gente cuando se ve obligado a ir más allá de los prejuicios, estereotipos, ideas, perezas y temores.
Pero también se queda uno en relaciones por miedo a la soledad. A veces se encuentra a uno mismo pensando en mantener ciertas relaciones no por lo que aportan, sino por ese pánico de quedarse aún más solo. Se aferra uno a cosas que no son sanas. Es muy probable que yo jamás hubiera salido en una segunda cita con el gringo si no hubiera sido porque me sentía sola. Y él era alguien con quien hacer cosas.
Y cuando las cosas no fluyen o no funcionan, duele mucho más. Hay más espacio para el dolor. En Bogotá yo era una persona que cuando no me aparecía un chico, llamaba a una amiga o amigo y armaba plan. Aquí, esa opción no siempre existe porque no tengo tantos amigos. Y nuevamente, eso hace que me aferre profundamente a los que tengo... y últimamente me he dado cuenta que eso trae unos riesgos muy altos.
Pero ¿se puede hacer algo? La respuesta obvia es expandir la red social. Hacer más amigos. Pero cuando pasan cosas particularmente felices, tristes o difíciles, yo extraño a mis verdaderos amigos, a los que me conocen hace años, a mi familia que me quiere desde siempre... y eso no esta aquí.
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