lunes, 18 de mayo de 2015

La tradicional lista de deseos de cumpleaños

Pues llegaron los 33, un número que me parece que no tiene mucha gracia y en medio de días en que no he estado tan contenta. 

Pero yo creo que cumplir años es chévere y es una oportunidad de pensar y poner las cosas en perspectiva. Y creo que es un buen momento para dejar claro qué es lo que quiero y necesito por estos días. Así que queridos lectores y querido universo, va mi lista de deseos para este año: 
  • Tranquilidad y estabilidad emocional. Esto de andar jugando al yo-yo me tiene ojerosa y cansada
  • Un paseo al nevado de Toluca
  • Salud... claramente se ven los 33, estoy cansada de las partes defectuosas de mi cuerpo
  • Y si ya estamos en estas, varios kilos menos 
  • Muchos good hair days
  • Que Ginebra entienda qué días podemos dormir más y no me despierte llorando por comida que sí tiene y que solo quiere que yo vaya y le muestre
  • Organizar mis finanzas y tener más ahorros
  • Conocer un país nuevo
  • Poder tomar las clases de canto que quiero y que nada que puedo tomar 
  • Encontrar y entrar a un bonito diplomado/curso de Social Media 
  • Abrir mis horizontes profesionales aprendiendo cosas nuevas
  • Que el sueño de llevar al señor Gelatina a Bogotá se haga realidad
  • Una de dos... que las palabras que sueño sean dichas o que yo pueda dejar ir la necesidad de esas palabras y lo único que importe sean las acciones 
  • Gente nueva para conocer
  • Y que los que están se queden... 
  • Tener el valor de dejar mis miedos, superar los dolores de mi pasado y poder simplemente ser feliz 
  • Espacio mental para escribir mucho 
  • Más visitas de la gente que quiero
  • Muchas mañanas en Shakespeare 
  • Y si ya están buscando... alguno de estos vestidos

viernes, 10 de abril de 2015

¿Y ya viven juntos?

Uno de mis caballitos de batalla con el Sr Gelatina era que yo quería que eventualmente nos fuéramos a vivir juntos. Y él (por supuesto) no quería. Y yo (por supuesto) no entendía por qué. Esto era un motivo de frustración y miedo en la relación porque era claro que iba a llegar el día en que yo no aguantaría más que no viviéramos juntos y la cosa ya no iba a funcionar. 

Un día le conté a la psicóloga el tema y le lloré que yo qué hacía si él no quería que viviéramos juntos y ella me preguntó que cuáles eran mis motivos para irme a vivir con él. Y uno esperaría que dado que eso era tan importante para mí que yo tuviera mi lista de motivos perfectamente clara... pero pues no. En realidad entre más lo pensaba, menos ganas me daban de vivir con él. 

Resulta que soy un ser increíblemente independiente y la idea de volver a convivir con otro ser humano en realidad me resulta aterradora. A mí me encanta pasar tiempo con él pero yo he descubierto que la gente me desgasta y que recupero mi energía cuando estoy sola. Valoro profundamente los días en que salgo de trabajar, camino hasta mi casa y luego llego a encerrarme y no hablar con nadie. 

Por otra parte, esta el hecho de que aún cuando somos muy parecidos y vivimos la vida de forma muy similar, hay algunos detalles donde somos muy diferentes y que en una convivencia nos generarían conflicto. Por ejemplo, no tenemos los mismos horarios y nuestros estándares de desorden difieren. Y honestamente no tengo ningún deseo de empezar a pelear porque me despertó para irse a trabajar o porque la cocina esta sucia. 

Y ante todo hay un tema... algo que yo disfruto mucho es el hecho de que cada vez que nos vemos es porque queremos, porque hay un motivo así sea simplemente echarnos a ver televisión. Algo que oigo mucho de las parejas que viven juntas es el "nos levantamos, corremos, salimos a trabajar y por la noche llegamos a dormir entonces casi que ni hablamos". A nosotros no nos pasa eso. Buscamos que los espacios que tenemos sean de calidad y que nos dediquemos el uno al otro. A pasarla rico y hacer lo que nos gusta. Y viendo en términos de cantidad, la verdad es que sí nos vemos muchísimo y hay una convivencia permanente. 

Sé que me estoy perdiendo de cosas que solo surgen cuando uno vive con la otra persona. Y a lo mejor llegue el día en que las necesite por encima de las que tengo hoy. Pero al menos en este momento, me encanta nuestra dinámica y la forma en que nos relacionamos. Creo que parte del éxito de mi relación es precisamente que cada uno tiene su espacio y su libertad. 

Pero eso no es algo tan fácil de entender para el mundo. Así como con el hecho de no querer tener hijos, no querer vivir con él me hace a veces un bicho raro. Y entiendo el conflicto, finalmente yo lo tuve mucho tiempo y mi monja interior me gritaba histérica que si ya no quería casarme y no quería reproducirme que al menos por favor fuera tan decente de vivir en pecado. Pero pues no. No siento que sea para mí y menos para nosotros. 

Y entonces vuelvo a tener que explicar cosas que no debería. Vuelvo a sentir que odio vivir en una sociedad tan cerrada a otras formas de vivir y de amar. No solo hay que casarse con alguien del otro sexo y tener hijitos, además hay que vivir en la misma casa, dormir en la misma cama, visitar a los suegros todas las semanas, no estar nunca con nadie más y vivir felices el resto de la vida. Y pues resulta que esto no le funciona a todo el mundo. 

Hay días en que me siento sola porque vivo rodeada de parejas mucho más tradicionales. Pero sé que hay un mundo entero de personas que eligen vivir su vida de forma diferente. Fui muy feliz oyendo un podcast sobre poliamor, no porque sea algo que yo quiera hacer en mi vida, sino porque me recordó que hay muchas personas que aman bajo sus propios estándares y reglas. 

Como yo. 











jueves, 19 de febrero de 2015

La vida que no fue

El fin de semana me fui con el Sr. Gelatina de paseo y nos quedamos en un hotel que era un club de golf. Y no pude evitar pensar en la vida que por un instante pude haber tenido. En otro universo hay una Lina que se casó a los 23 o 24 con el Ex, siguió levantándose temprano los domingos para ir a jugar golf, eventualmente accedió a dominar su pelo y tuvo los hijitos que el Ex soñaba tener. Quiero pensar que ni siquiera en un universo paralelo llegué a ponerme el aretico de perla que él soñaba que yo me pusiera pero no hay manera de saberlo. 

Estoy convencida que si hubiera seguido por ese camino, hoy estaría divorciada porque yo no estoy hecha para la vida que él quería. Pero una vez cada 487 días me pregunto por esa opción. Soy feliz con la vida que tengo, soy feliz en la relación en la que estoy y con la manera en que he hecho mis cosas. Eso lo tengo claro... 

Pero a veces, a veces pienso en las cosas que no pasaron y que probablemente no van a pasar. En esa casa con vista al lago, con un esposo, un perro, sin gato y unos niños. Tal vez es porque durante un breve momento de mi vida yo me convencí de que ese era el futuro que quería aunque por dentro supiera que no era así. Tal vez es porque por un momento confundí su sueño de una familia con la estabilidad emocional (que tampoco me proporcionaba) y a veces recuerdo lo bonito que sonaba ser parte de una familia como la que nunca tuve. 

El caso es que en estos días he estado dividida entre la nostalgia por una vida que no tuve y que no quiero tener y la felicidad de la vida que tengo. Entender que hay cosas que probablemente nunca van a pasar es difícil, incluso si no son las que quiero. Ayer me senté en un consultorio médico y tuve que oír que al parecer mi cuerpo esta de acuerdo con mi cerebro en que no quiero tener hijos y por tanto, 
-por lo menos por ahora- es algo casi imposible de que pase. 

Y sí, en efecto yo no quiero tener hijos. Lo he pensado y reanalizado muchas veces y la conclusión siempre es la misma. No puedo garantizar que en 10 años no me levante un día queriendo reproducirme como tampoco puedo asegurar que no voy a querer ser vegana (querido universo, por favor que no me de por ser vegana) pero digamos que en mis primeros 32 años he sido bastante consistente con el tema. 

Yo elegí no tener la vida de señora casada con niños, perro y mamivan. Yo elegí mi vida de expat que usa dr. martens en la oficina, tiene a Ginebra como única roomate y vive un amor donde nosotros creamos las reglas. 

Entonces no debería ser muy grave que me digan que es muy difícil para mí tener hijos. Pero lo es. Porque una cosa es que yo no quiera y otra que no pueda.