domingo, 3 de enero de 2010

Renuencias

Mañana vuelvo a trabajar. Vuelvo a la rutina de levantarme temprano, correr en el metro, trabajar todo el día. Estar con gente. Me siento diferente. Le escribí a un amigo diciéndole que siento que el dolor me ha cambiado. Cuando estuve en Bogotá mi papá me dijo que me veía diferente, que por primera vez me veía adulta. En cualquier otro momento de mi vida ese comentario me hubiera hecho feliz. Ahora lo siento como una prueba más de lo que el dolor ha generado.

El 2009 por fin se acabo. Yo regresé al DF. Y aunque me hubiera encantado quedarme en Bogotá unos días más... creo que en el fondo fue mejor volver y tener una semana para estar conmigo misma. En silencio. Viendo televisión en exceso. Saliendo a caminar. No he llorado casi desde que regresé.

Pero sé que aún no estoy bien. Y así suene melodramático una parte de mí no sabe si volverá a estar del todo bien. En la película de Sex and the City, Carrie pregunta si ella volverá a reirse de nuevo. Hoy entiendo esa sensación. No es que no me haya reido en estas semanas. Lo he hecho. Pero no con ganas. Al menos no al 100%. Y aunque racionalmente sé que llegará el día en que este bien, sea feliz y no me sienta triste... aún no veo cómo sucederá eso.

***

Y mientras en Bogotá estuve concentrada en el duelo, en ver a la gente que quiero y en dejar salir todas mis emociones... al volver me encontré con el hecho de que no lidié del todo con la desaparición de Pandro-Fashion-Boy. Es un hecho absolutamente incomprensible. Me despedí de él con una carta. Una vez más y en menos de un mes tuve que poner en palabras un adiós. En la medida en que no teníamos muchos espacios, no hay muchas cosas que extrañe en términos prácticos. Pero la verdad es que extraño su presencia y siento su ausencia en todas partes. Y sobre todo, siento en mi interior la incomprensión.

No lo entiendo. No merecía lo que me hizo. Me había ganado un "no quiero más".