martes, 29 de mayo de 2012

Un año

Pocas veces en la vida he tenido la oportunidad de ver tan claro cómo todo puede cambiar en muy poco tiempo. Hoy amanecí pensando en lo mal que estaba hace un año. Recuerdo esos días de levantarme con la almohada mojada de las lágrimas para pasar el resto del tiempo sintiendo un hueco que no se acababa. Vivir la vida en automático con un dolor tan profundo que pronto dejé de intentar fingir que estaba bien y me di permiso de sentir por completo la tristeza. 

Y ahí fue que todo cambió. Solo cuando sentí que me había roto, tuve el valor de pedir ayuda, de buscar la manera de reconstruirme. Solo entonces pude atreverme a ver por qué me había dado por vencida, por qué había llegado al punto de convencerme de la imposibilidad de tener amor en mi vida y por qué necesité algo tan profundo, tan fuerte, tan radical, dramático y efusivo para reaccionar. 

Y es que estoy convencida de que yo estaba tan bloqueada, que solo algo de la magnitud de Open-Boy tuvo la capacidad de romper mis paradigmas. Fue necesario un amor imposible que se convirtió, por un segundo, en posible. Nada menos que un terremoto me hubiera servido. 

Tras meses de intensa terapia hoy ya no necesito terremotos, lo cual no significa que no requiera de personas increíblemente especiales, complejas y particulares en mi vida.

Hoy cuando tantas cosas han cambiado, cuando me levanto contenta, recibo llamadas de personas que me acompañan y hacen feliz, cuando me gusta mi trabajo y cuando ante todo, por fin me siento cómoda con lo que soy... agradezco el terremoto-harakiri-amoroso en el que me metí. 

A veces me pregunto si del otro lado, la tristeza del mes de mayo habrá tenido un efecto igual de poderoso... intuyo que no, pero quiero creer que sí. Y aunque mi bienestar se debe al trabajo que he realizado, sé que el detonante fue él... 

Y yo soy yo... la que quiere que el impacto positivo haya sido mutuo. Así entonces siento que todo tuvo sentido.



domingo, 13 de mayo de 2012

Canciones para salvar tu vida

Vino Paul McCartney a México y por muchos motivos yo no pude ir, cosa que me sigue doliendo. Más cuando todas las reseñas del que hizo en Bogotá fueron absolutamente maravillosas. Hasta Gaby dijo que era como haber visto un unicornio (aquí su entrada). Yo me tuve que contentar con verlo por internet y pensar que eventualmente volverá y yo lo podré ver como toca. 

Y claro, la emoción no fue la misma. No había gente a mi alrededor, mi pantalla es chiquita y yo estaba muy cómoda en mi silla. Pero de repente tocó Blackbird. Y yo lloré emocionada, igual que si lo hubiera tenido a un metro mío. 

Porque Blackbird es LA canción. Aquella que me ayudó a salir del peor momento. Esa que oía una y otra vez, tratando de creer que era cierto: 

"Take these broken wings and learn to fly  
All your life  
You were only waiting for this moment to arise"

La canción estaba en un cassette y yo aprendí cuántos segundos tardaba en devolverse para poder oirla sin parar cuando necesitaba sentir que no era el fin, que era un comienzo. 

Y así, cuando Paul McCartney la tocó, yo me transporté a esa tarde, un año después de terminar con Novio-Número-Dos, cuando tenía que llevarle algo que había escrito y que creía que era la mejor despedida. Tomé el carro de mi mamá, manejé las 4 cuadras oyendo solo esa canción. Le marqué y le pedí que saliera. Y mientras lo esperaba oía una y otra vez esas palabras con la esperanza de creérmelas. "All your life, You were only waiting for this moment to be free".



Como ya he dicho en este blog, yo no soy alguien particularmente musical. Eso ha quedado aún más en evidencia ahora que Mr. M ha aparecido en mi vida, cuya M podría ser por melómano. Conciertos, canciones, oye esta parte, son el día a día. En parte envidio un poco esa pasión que tiene. La mía esta dispersa en muchas cosas y siempre me he preguntado cómo sería ser así. Pero eso no significa que la música no sea importante en mi vida. Al contrario. Yo podré ser la que no sabe quién toca nada ni cual es el puente de una canción... pero yo necesito soundtrack en mi vida. De lo contrario me enloquezco. Y en los momentos difíciles, la música es aún más necesaria. 

El año pasado, durante el harakiri-amoroso, estoy segura que yo no hubiera podido salir del hoyo negro sin esas canciones que decían lo que yo estaba sintiendo. Así este blog se llenó de canciones: La primera y más difícil claro fue Somebody Loved de The Weepies, pero de ahí le siguió la lista de tristezas: The Humpty Dumpy Song de Travis, Los restos de nuestro amor de Fito Páez, Wake Up Alone de Amy Winehouse, They bring me to you de Joshua Radin,You Know Who I Am de Leonard Cohen y claro Soundtrack to the end de The Communist Daughter... 

"And they broke our hearts in two
While we walked away
So I just pushed on through
And I made my muscles move
'Cause I could never say

And all our hearts were breaking
There was music all around
And the walls were always shaking
'Cause our love was the sound
Our love was the sound"

Esas eran las canciones para llorar mi tristeza, para dejar salir el dolor y la frustración. Pero hubo una que me ayudó en la tarea de convencerme que había un "otro lado", que yo podía algún día recuperarme. Y entonces me dediqué a oír Her Morning Elegance y a creer que era cuestión de luchar por mi vida. Repetí esas palabras una y otra vez: 

And She fights for her life
As she puts on her coat
And she fights for her life on the train
She looks at the rain
As it pours
And she fights for her life



miércoles, 2 de mayo de 2012

Entre el miedo y la confianza


Un par de personas que conozco andan tristísimas porque sus bonitas relaciones terminaron. Estas personas hace un par de semanas o meses eran los que uno siempre quiere odiar porque destilan felicidad y curlisería. Gente que se veía a sí misma ya del otro lado, que sentían haber encontrado al amor de sus vidas y para quienes, como en una buena película mala, la búsqueda de la felicidad había terminado. 

Y ahora andan en drama. 

Y aquí ando yo... feliz. Contenta con mi vida. Sintiéndome a gusto en la oficina, en la casa, en la vida social. Y sí algo he aprendido en la vida es que nada es para siempre, ni el dolor ni la felicidad duran. Gabriela me pasó un link a una historia llamada I'm happy and it's scary as hell Y entiendo perfecto el sentimiento: 

So I'm the happiest I've ever been in my life, and simultaneously afraid to acknowledge, enjoy or talk about it. And I'm pretty sure a piano or something is going to fall on my head at any moment.
Por algún extraño motivo yo no tengo tanto pánico. Sé que mi felicidad actual es fruto de mucho trabajo, de haberme dedicado a mí y a sacar el valor para destapar una olla interna, llena de dolores, tristezas, angustias y vergüenzas. Y por eso, sé que cuando el momento de plenitud pase -porque pasará- yo podré lidiar con las cosas y podré enfrentarlas de una forma distinta. 

Pero en este escenario... claramente hay un punto que no depende solo de mí: Mr. M. Con él, la sensación de que la vida funciona y que por fin I'm getting the break I deserve, ha sido completa... Y siento que las cosas funcionan, que son reales, que en ambos lados estamos igual de felices y de conscientes de lo grande que ha sido encontrarnos... que los dos sentimos que It feels right... Tengo la tranquilidad de saber que incluso si mañana se cayera en aquel hoyo negro donde desaparecen los personajes, yo podría rearmar las cosas para seguir estando bien.... 

Pero a veces... cuando veo a estas personas que pasaron de la felicidad total al dolor... no puedo evitar que me de miedo. No quiero tristeza. No quiero que las cosas se dañen con él. Pero por fin he cambiado... y ya no salgo corriendo por el miedo a salir herida. Aquí estoy y no me muevo. Y trato de pensar que estoy haciendo las cosas de manera sana, haciéndolas bien para no llegar a los días de tristeza. Para que todo sea realmente diferente.