martes, 29 de junio de 2010

Paseando por el surrealismo: Crónica de Xilitla

Un domingo por la tarde, mi ex roomie me contó que se iría de paseo por algunos de los lugares que no conocía de México. Iría a Zacatecas, a Real de 14 (efectivamente así se llama y el gentilicio es catorceños) y otros pueblos. Y a Xilitla. Donde hay un castillo surrealista. Inmediatamente me pegué al plan. No me importó que el sitio quedara a más de 8 horas de distancia y que yo no tuviera vacaciones. Tenía que conocer el castillo surrealista. La ex roomie aceptó feliz que yo me fuera con ella, me indicó el nombre del pueblo más cercano a donde llegar y nos despedimos con la promesa de vernos en 15 días.

Los 15 días pasaron y para el momento en que yo me iba a ir ya había olvidado cómo se pronunciaba Xilitla. Y es que en México la X es un problema serio. Nadie me ha podido explicar cuál es la regla, porque en algunos casos la X suena como la X que nosotros conocemos, en otros es una J y en otros es una Sh. Así una de las estaciones del metro que yo estaba convencida se pronunciaba Sola (Xola) en realidad se dice Shola. Por tanto, cómo era el nombre? Jilitla? Silila? Shilitla? Ni idea. Y en cambio tampoco me acordaba de a dónde debía llegar. Y la Lonely Planet decía que no había rutas directas entre el DF y Xilitla. El viernes fue un día de estrés laboral permanente y yo llegué a la casa corriendo, a hacer la maleta y descubrir cómo carajos llegaría a un pueblo que no sabía pronunciar. Varios mensajes de texto con la ex roomie, llamadas a las empresas de buses y google ayudaron a que yo llegara a la terminal lista para tomar un bus a Tamazunchale. Pueblo tan poco importante que ni sale en Lonely Planet. Llegué allí a las 7 y media de la mañana con mucho sueño, de allí tomé un bus hasta la Y-griega (así se llama), un sitio que es básicamente una curva en la mitad de la carretera donde la gente cambia de buses. Y de ahí la buseta más vieja de la región que a 2 kms por hora me llevó hasta Xilitla donde por fin descubrí que se llama Jilitla.

Xilitla queda en el estado de San Luis Potosí. Y es MUY caliente. Y húmedo. Muy húmedo. Y además, está mal comunicado. Entre el pueblo y el castillo surrealista y principal atractivo turístico del lugar, no hay transporte público. Y entre los dos hay 45 minutos de caminata, empezando por calle pavimentada, siguiendo por carretera destapada y terminando en trocha llena de barro. La ex roomie insistía en que el lugar era increíble pero en silencio yo empezaba a creer que había cometido un terrible error al pasar mi fin de semana caminando por el infierno.

Y de pronto llegamos a la Casa Caracol. Nuestro hotel. Que si no fuera por la humedad, yo diría que es el paraíso. La Casa Caracol es un hotel ecológico, que prefiere no hacerse promoción para mantener el encanto y donde cada rincón tiene detalles. En el lobby los libros que los visitantes han dejado de regalo cuelgan del techo amarrados por ganchos, hay móviles por todas partes y hay una gallina que camina libremente por todo el hotel. Y a cambio de habitaciones tiene tipis. Para los que no sepan los Tipis son esas chozas indígenas que uno ve en las películas de vaqueros. Triangulitos con puntas de paja. Pero esta es la versión moderna donde en el interior caben 4 camas y hay luz eléctrica.


Pero el hotel sólo fue la mitad del encanto de Xilitla. Lo verdaderamente emocionante del pueblo es el castillo surrealista, construido por un escocés multimillonario llamado Edward James. El pobre James nació en una casita de 300 habitaciones, donde la familia era frecuentemente visitada por el rey Eduardo VII. Pero él no fue un niño feliz, su papá murió cuando tenía 5 años y su mamá nunca lo quiso. Pero aparentemente de algo le sirvió que nadie lo abrazara de chiquito, porque este niño se convirtió en un hombre extremadamente creativo. Dado que tenía muchísimo dinero, luego de estudiar Bellas Artes en Oxford decidió patrocinar distintos artistas, entre ellos a René Magritte quién llegó a pintarlo en 2 de sus cuadros (Aquí esta uno: http://www.artexpertswebsite.com/pages/artists/artists_l-z/magritte/Magritte_ThePleasurePrincipalPortraitOfEdwardJames1934.jpg). Dos de sus mejores amigos fueron Picasso y Dali, de quién también fue mecenas y quién también lo pintó en el cuadro “Cisnes reflejando elefantes”.


Como buen surrealista, James creía en el poder de los sueños y la importancia que éstos tienen en la vida de las personas. Alguna vez soñó que debía buscar un lugar en el mundo, donde pudiera hacer un jardín del Edén, lleno de mariposas, con orquídeas y ríos. Buscó este lugar intensamente hasta que alguien le contó que en Xilitla las orquídeas crecían silvestres. Y a Xilitla llegó. Inicialmente decidió hacer el jardín de sus sueños, trajo animales y plantas de distintas partes del mundo e inició su proyecto. Sin embargo, un buen día cayó una helada y lo destruyó todo. (Todavía me cuesta trabajo creer que en semejante infierno tan húmedo alguna vez heló, pero aparentemente es cierto). Deprimido por la destrucción de su jardín, James decidió crear algo que fuera resistente al clima y empezó a construir su castillo.


En su pequeño terreno de 40 hectáreas, que incluye una cascada, James construyó 36 estructuras de concreto y madera. Cada una tiene formas diferentes, escaleras que suben y no llegan a ninguna parte, serpientes con sombrero y flores de madera encerradas en habitaciones. James contrató obreros de la zona y no me imagino lo que debió ser explicarles por qué quería hacer estas construcciones tan absolutamente extrañas en la mitad de la selva. El lugar parece sacado de un viaje en ácido. Uno sube y baja por lo que parece un laberinto, encontrando formas y figuras sin sentido pero de total belleza.

La entrada al lugar nos costó 25 pesos y el pequeño boleto de papel por detrás tiene un aviso legal donde dice que cada quien entra bajo su propio riesgo, que los dueños no se hacen responsables de nada y que el caminar por las estructuras puede poner en riesgo la vida. Y es que a James no se le ocurrió poner media baranda en ninguna de sus construcciones, por lo que uno sube por escaleras que llegan a los 20 metros de altura y no hay de donde agarrarse. Para rematar la cosa, cuando entramos nos recordaron que por estar en la selva es sumamente peligroso tocar las paredes, las cuales están llenas de arañas, gusanos y ciempiés venosos.

Para mí la peor de todas fue la primera. Yo que le tengo pánico a las alturas pero que no por eso dejo de treparme en cuanta cosa me asusta, terminé subida en lo que James llamó “La escalera de la vida”. De acuerdo a Lore, la construcción mide más de 20 metros. Yo sólo sé que era tan alto que estábamos por encima de los árboles y que un águila volaba frente a nosotras. No pude hacerlo de pie. Al notar que no había nada de donde sostenerme, hiperventilando me senté. La ex roomie, que la noche anterior ya se había trepado a esta cosa, me tranquilizó diciendo que viera al frente y me olvidara del águila que revoloteaba en mi cabeza. Y cuando creí que lo peor había pasado me enfrenté a una especie de caminito de concreto por el que había que pasar. Pero este caminito era una simple loza entre dos columnas a muchos metros de altura. Y de nuevo no hay nada de donde agarrarse. Sudé, ya no por la humedad (que estoy segura no ayudó) y traté de respirar. Co la mirada fija en los ojos de la ex roomie tomé su mano y di los pasos con pánico. Llegué al otro lado y decidí que esta misma semana me meto al psiquiatra. No puede ser normal que yo utilice mis fines de semana, mi único momento de relax, haciendo las cosas que más pánico me dan, pagando por hacerlas y considerando que es una gran idea hacerlas.

Después de esto, y sintiendo que ya estaba segura porque estaba a 15 metros de altura en un cuarto que tenía letreros que decían allí no debía haber más de 10 personas al mismo tiempo ya que era una estructura muy frágil, pero al menos ya no veía el suelo a lo lejos, seguimos recorriendo el lugar. Y con cada paso que di me enamoré más de este lugar, quise ser multimillonaria y crear mi propio universo surrealista y tener mi propia cascada.

El resto del paseo estuvo muy tranquilo, quisimos subir en tirolesa pero el guía prefirió emborracharse por el partido de México – Argentina, así que nos dedicamos a leer, relajarnos en la hamaca y tener sueños surrealistas.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

hola! me gustaria hacerte unas preguntas y espero q me ayudes a resolveras, me serviría mucho
¿cuál es el costo de la noche en casa caracol?
igual que tu tengo miedo a las alturas,¿es necesario subir esas estructuras de tantos metros de altura o puedes recorrer el lugar sin subirlas?
gracias