sábado, 1 de septiembre de 2012

Sobre el cow-tipping, rednecks y muchas, muchas semillas.

Si hay algo que me gusta de mi trabajo es que termino en cosas que jamás me hubiera imaginado. Digan ustedes la feria más grande del mundo de granjeros. En la mitad de Iowa. Ósea en la mitad de la nada.

Y si, tal cual, un día mi jefe anunció que “tal vez este año vas tú al Farm Progress Show”.  Según me acordaba yo, el año pasado él había ido a Chicago a la dichosa feria. Buenísimo. Muero por conocer Chicago.  Unos días más tarde cuando me mandaron el borrador de la invitación que le enviaríamos a los periodistas que queríamos llevar al evento (porque todo el cuento es llevar medios, no que yo conozca granjeros), reviso la locación y dice: Boone, Iowa. ¿Boone? ¿Qué no era en Chicago? Pues no. Y es que claro, ¿por qué habrían de hacer una feria de granjeros en Chicago? Tiene mucho más sentido hacerla en Iowa, un estado granjero, lleno de granjeros a donde es dificilísimo llegar, como leerán a continuación.



Y claro, cuando ya no me pareció taaaaan chévere ir, mi jefe decidió que mejor sí me iba yo. Así que tuve que correr a Migración para que me dieran un permiso de salida ya que me visa está en trámite. El proceso me costó unos 30 dólares más 4 taxis y muchas horas perdidas. Pero una vez superado ese tema, el lunes llegué al aeropuerto lista a irme a conocer rednecks (Para los que no saben qué es un redneck, esta es la definición del Urban Dictionary: término ofensivo para las personas blancas de clase baja del sureste de Estados Unidos. Origina en la idea de que son personas que pasan mucho tiempo trabajando al aire libre por lo que su cuello se vuelve rojo).

Antes de empezar había una fila eterna en American Airlines. ETERNA. Resulta que llevaban 3 días con el sistema caído por lo que nos dieron tiquetes escritos a mano y nos dijeron que aunque íbamos en conexión, tendríamos que recoger las maletas en Dallas y volverlas a registrar porque “no hay sistema”. Esto claramente significó que en la práctica perdimos la conexión y en vez de llegar a las 8 de la noche, llegamos a las 10 pasadas a St. Louis.

Y ¿por qué St. Louis si yo iba a Iowa? Porque la primera parada fue a conocer el corporativo de Monsanto que ahí queda. Así el martes pasamos el día entre laboratorios y científicos locos que deciden pasar sus años viendo granos de semillas. Años y años analizándolas, haciéndoles pruebas, investigándolas. En uno de los experimentos que nos mostraron, intentan ahorrar energía ya que muchas de las incubadoras de semillas usan mucha luz (digan ustedes como cuando uno trataba de criar pollitos a punta de bombillo… o fui la única que lo hizo?). Entonces en este, utilizan luz rosada que gasta menos energía pero que hace que la sala del experimento parezca el sueño alucinado de Barbie.

En otro experimento, un poco menos girly lograron que las vainas de soya tengan entre 4 y 5 granos en vez de los 3 que usualmente producen. Todo fue muy interesante y los periodistas estaban súper contentos, yo hubiera sido un poco más feliz si no hubiera sido porque me tocó traducir ya que era la única que hablaba inglés, así que ahí fui descubriendo cómo se dice en inglés las distintas partes de las plantas, las células y que los procesos de polinización, entre otras cosas que claramente ni sé decir en español.

Y de St. Louis por fin nos íbamos a Iowa. A Des Moines su bonita capital. Pero como esto queda en la mitad de la nada, no es que haya muchos vuelos y para desgracia nuestra, ninguno directo desde donde estábamos. El itinerario era St. Louis – Chicago (rían con la ironía)– Des Moines. Pero una vez más descubrimos que habíamos ofendido al dios de American Airlines cuando nos informaron que el avión tenía una falla y seguía en Chicago. La solución más sencilla (léanlo bien… esto era lo MÁS SENCILLO) era ir hasta Dallas y de ahí, tomar un avión a Des Moines. Solo un detallito, mientras la agenda original hacia que llegáramos a las 7 de la noche… aquí arribamos a Iowa a las 11:30 de la noche. Para que se hagan una idea, hubiera sido más rápido irnos en carro (y no me pregunten por qué no lo hicimos ya que no hay ninguna respuesta lógica para el tema).

Así que para el primer día del Farm Progress Show, mis compañeros de viaje y yo ya estábamos un poco mamados. Nuestro conductor resultó ser Mohamed, un árabe medio somnoliento que solo parecía despertarse cuando ponía reggeaton, lo cual me hizo estar segura que yo había llegado a la capital del infierno. Y es infierno por lo aburrido. Iowa es un estado lleno carreteras infinitamente largas, campos de maíz, casas todas igualitas, rednecks y pare de contar.

Para que se hagan una idea, la leyenda urbana local es sobre el cow-tipping, una actividad que supuestamente consiste en emborracharse e irse en la mitad de la noche a buscar una vaca que esté parada para empujarla de lado hasta que se caiga. Dice internet que muchos intentan y pocos lo logran. Pero lo intentan. Porque así de aburridos viven. Y lo logren o no, la cosa es tan conocida y común que las camisetas de souvenir del aeropuerto hacen alusión al tema.


Así que entre estos personajes me fui yo a meter. El Farm Progress show es la cosa más loca del mundo, digan ustedes la feria del libro pero para granjeros. Así que en vez de stands con libros hay stands de semillas, fertilizantes, otros con tractores, moledoras, combinadas, cosechadoras, etc. Cada bicho más grande que el otro, razón por la cual cada stand es proporcionalmente gigante… en total el área de la feria son 120 hectáreas. Ni les digo la dicha que es recorrer esto a pie bajo el sol. Algunos más precavidos se llevaron sus boogies y otros más plays sus carros de golf. La ironía de granjeros con carrito de golf no pasó desapercibida en mi vida pero me dio un poco de pena preguntarles si en realidad lo juegan.  Va uno y los ofende y esta gente en promedio mide 1.90. Y tampoco es que sean propiamente poquitos, estaban esperando a más de 100 mil personas. Así que mejor ser bien polite y listo.

Ahí aprendimos sobre los cultivos de precisión. Una cosa que a mí me pareció como de los supersónicos, donde el agricultor a través de un software puede saber en qué parte de su terreno es mejor sembrar sus semillas, y por qué parte me refiero a qué centímetro de la tierra. Y además, qué semilla es mejor para sacar el mayor provecho. Ve uno a estos granjeros de overol cual película, con sus ipads bajando aplicaciones que les dicen la humedad de la tierra, cuántas semillas tiran por cada surco, a qué profundidad, etc. Una cosa de locos.

Y es que esta gente de verdad tiene recursos. Conocimos a un agricultor que uno lo ve y es lo más de normal. Vive en la mitad de la nada (lo que más cerca le queda de la casa es una bomba de gasolina a 15 minutos en carro), tiene una casita normalita, su terreno donde él y su papá cultivan… pero los distintos tractores, sembradores y demás aparatos que tiene… cuestan en total más de 2 millones de dólares. Hablamos con él y nos contó que su abuelo fue el que empezó la granja. Con lo que producía pudo sacar adelante a su papá y ahora él está al frente del negocio. Es soltero y no le interesa irse a vivir a ningún otro lado. Es feliz. Tiene una perrita, parece que a él sí le gusta el golf ya que tenía una talega en la oficina y quiero pensar que es cazador y no asesino porque al lado de los palos, había una escopeta que me tuvo paniqueada toda la entrevista.

Así pasamos 3 días recorriendo Iowa, cada lugar al que fuimos quedaba a 1 o 2 horas de nuestro hotel y cada día fuimos para un lado distinto. Pero todo se ve igual. Hermosos paisajes de maizales y soya. Muchas, muchas, muchas pickups. Ningún peatón en ninguna parte (¿esta gente caminará a alguna parte?) y pueblitos diminutos todos con sus iglesias, cementerios y llenos casas igualitas las unas a las otras. Y muchos McDonalds. Parecería que los pueblos se construyen alrededor de las hamburguesas desabridas.

Lo que no vi fueron vacas. Y volví con la angustia de no saber si es que no las vi porque no existen o porque estaban tiradas de lado víctimas del ataque de los redneck borrachos.  

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