jueves, 25 de noviembre de 2010

Insultos que duelen

Ayer salí de mi curso de escritura contenta. Volví en el taxi contenta con una amiga. Caminamos una cuadra juntas y luego seguí sola. Y caminé contenta. Llegué a mi edificio y había dos personas timbrando. Un hombre grande y fornido y una mujer gorda, chiquita y con un pelo rojo espantoso. Vi que timbraban insistentemente y procedí a entrar.

Cuando la mujer vio que yo había abierto la puerta metío su mano y pie para impedir que yo la cerrara. Y me ordenó dejarla pasar. Mi reacción ante su agresividad fue decirle que no. Al edificio se han entrado los ladrones y tenemos la política de no dejar entrar desconocidos, para eso esta el timbre. La señora se enfureció y me dijo que si acaso ella tenía pinta de ladrona. Y aunque no la tenía, uno nunca sabe y volvemos a que no estaba sola, y que el hombre con el que estaba era grande y fuerte. Ante mi negativa procedió a ordenarme que fuera al 203 y viera si su amiga estaba para que le abriera. Y cuando vio mi cara de sorpresa me gritó:

"Y es que usted es una extranjera, no tiene derecho a decir nada porque yo sí soy dueña de este país y no como usted. Cuidese mucho porque siendo extranjera no tiene qué estar haciendo aquí"

Iba a seguir diciéndome cosas cuando un vecino llegó, cerró la puerta y le dijo que si quería algo que timbrara. Pero que nosotros no ibamos a abrirle.

Después de eso llegué finalmente a mi apartamento. Pero ya no estaba contenta. La sensación de ser agredida por no ser mexicana es difícil de explicar. Nunca había tenido que enfrentar una situación así. Claramente muchas veces en la vida me han insultado (el mundo no es agradable) y no dudo que estando en México algunas personas hayan pensado o dicho a mis espaldas cosas desagradables por ser extranjera. Pero nunca a la cara. Nunca así. Y de repente pensé en mi amiga a la que le gritaron Sudaca en España y entendí porqué le dolió tanto. Porque es una intolerancia contra la que no hay argumentos, palabras o actitudes.



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