Domingo otra vez. Amanecí sensible. Pensando en mi abuelo. Con ganas de estar en mi casa de Bogotá, la que vendieron y ya no existe, ir a su cuarto y estar. Tal vez ni siquiera hablar. Sólo estar. Sentirme segura como cuando estaba con él. Verlo a los ojos.
Pero ya no esta. La casa ya no esta. Y esa parte de mi vida se acabó.
Mucha gente me pregunta cuáles son mis planes en México. Si quiero volver a Colombia. Y yo no quiero. No porque no haya razones para volver. Esta mi mamá, mi familia, mis amigos. Pero yo me fui sabiendo que no quería volver, y han pasado casi tres años y eso no ha cambiado. Extraño verlos y si pudiera cambiar en algo mi vida sería tener la facilidad de ir más seguido.
Pero hoy... hoy acepto, que un motivo más para no volver es no tener que sentir más su hueco. Ya es suficiente con el que tengo de manera permanente en mí como para estar allá, pasar por las calles donde estuvimos, ver de lejos la casa donde vivimos, sentir aún más su ausencia.
Pero ya no esta. La casa ya no esta. Y esa parte de mi vida se acabó.
Mucha gente me pregunta cuáles son mis planes en México. Si quiero volver a Colombia. Y yo no quiero. No porque no haya razones para volver. Esta mi mamá, mi familia, mis amigos. Pero yo me fui sabiendo que no quería volver, y han pasado casi tres años y eso no ha cambiado. Extraño verlos y si pudiera cambiar en algo mi vida sería tener la facilidad de ir más seguido.
Pero hoy... hoy acepto, que un motivo más para no volver es no tener que sentir más su hueco. Ya es suficiente con el que tengo de manera permanente en mí como para estar allá, pasar por las calles donde estuvimos, ver de lejos la casa donde vivimos, sentir aún más su ausencia.
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