Desde siempre ese ha sido un mal indicador en mi vida. Si no escribo no estoy contenta. Pero no estoy deprimida. Simplemente estoy en "desgana emocional".
Últimamente paso todo el día frente al computador. Llegó a mi casa y no quiero escribir. Y los días pasan y es difícil obligarme a hacer las cosas que más quiero.
Así que hoy me siento de nuevo a escribir con la esperanza de reactivar esa parte de mí que es la que más me gusta.
Ayer salí con un argentino. Fuimos a tomar un café. Hablamos. Estuvo rico. Pero no me gusta. Porque como siempre es casi imposible que a mí alguien me guste. Este argentino es interesante, es inteligente y sabe quién es Modigliani. Pero algo no encaja. Algo no termina de entusiasmarme. Y en cambio él habla de mis ojos y me pide que no lo mire fijo porque se pone nervioso. Y eso... en vez de gustarme, me aburre. Me hace sentir que me está hablando lora, que está diciendo un discurso repetido mil veces antes. Así que no le creo y no lo siento sincero. Y mientras me habla una parte de mí sigue pensado en el chico M.
M salió de dónde menos lo esperaba y me gustó. Mucho. Y como ya dije, eso casi nunca pasa. A M quiero volverlo a ver. Por M reviso mi celular cada 10 minutos con la esperanza de que haya alguna noticia de él. Pero a diferencia del argentino, M no aparece. M primero mostró entusiasmo y luego nada. Como buen mexicano se desapareció. Y yo me frustro. Yo no entiendo. Y mientras pienso en él acepto ir a cine ccon el argentino. Y la niña boba que siempre ha existido en mí cree que soy una mala persona. Pero este fin de semana he decidido no hacerle caso a esa niña. E ir a cine. Y tratar de no pensar en M, tratar de no revisar el teléfono y tratar de creer en ese gran consuelo de tontos que nos decimos cuando las cosas no funcionan: por algo será.
Entonces mi banda sonora del fin de semana es Bonka con El Problemón. Y lo digo sin pena. Acepto que el tropipop hoy me ayuda a definir mi estado anímico.
***
Hoy Vianey Esquinca, escribió en su columna de Excélsior: "La piel delgada de los mexicanos sólo se da cuando las declaraciones provienen de extranjeros o mexicanos que viven en el extranjero, los de casa sí pueden actuar contra México como les venga en gana, porque total 'a mi perro sólo le pego yo'”. Creo que tiene toda la razón... y no puedo dejar de preguntarme si alguna vez llega el día en que uno como extranjero pueda opinar sobre este país en el que vive, en el que paga impuestos, trabaja y cree, sin recibir la común respuesta de: pues si no te gusta, vete a tu país.
Últimamente paso todo el día frente al computador. Llegó a mi casa y no quiero escribir. Y los días pasan y es difícil obligarme a hacer las cosas que más quiero.
Así que hoy me siento de nuevo a escribir con la esperanza de reactivar esa parte de mí que es la que más me gusta.
Ayer salí con un argentino. Fuimos a tomar un café. Hablamos. Estuvo rico. Pero no me gusta. Porque como siempre es casi imposible que a mí alguien me guste. Este argentino es interesante, es inteligente y sabe quién es Modigliani. Pero algo no encaja. Algo no termina de entusiasmarme. Y en cambio él habla de mis ojos y me pide que no lo mire fijo porque se pone nervioso. Y eso... en vez de gustarme, me aburre. Me hace sentir que me está hablando lora, que está diciendo un discurso repetido mil veces antes. Así que no le creo y no lo siento sincero. Y mientras me habla una parte de mí sigue pensado en el chico M.
M salió de dónde menos lo esperaba y me gustó. Mucho. Y como ya dije, eso casi nunca pasa. A M quiero volverlo a ver. Por M reviso mi celular cada 10 minutos con la esperanza de que haya alguna noticia de él. Pero a diferencia del argentino, M no aparece. M primero mostró entusiasmo y luego nada. Como buen mexicano se desapareció. Y yo me frustro. Yo no entiendo. Y mientras pienso en él acepto ir a cine ccon el argentino. Y la niña boba que siempre ha existido en mí cree que soy una mala persona. Pero este fin de semana he decidido no hacerle caso a esa niña. E ir a cine. Y tratar de no pensar en M, tratar de no revisar el teléfono y tratar de creer en ese gran consuelo de tontos que nos decimos cuando las cosas no funcionan: por algo será.
Entonces mi banda sonora del fin de semana es Bonka con El Problemón. Y lo digo sin pena. Acepto que el tropipop hoy me ayuda a definir mi estado anímico.
"De qué me sirve quién no quiero que me quiera si quien quiero que me quiera no me quiere como quiero que me quiera".
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Hoy Vianey Esquinca, escribió en su columna de Excélsior: "La piel delgada de los mexicanos sólo se da cuando las declaraciones provienen de extranjeros o mexicanos que viven en el extranjero, los de casa sí pueden actuar contra México como les venga en gana, porque total 'a mi perro sólo le pego yo'”. Creo que tiene toda la razón... y no puedo dejar de preguntarme si alguna vez llega el día en que uno como extranjero pueda opinar sobre este país en el que vive, en el que paga impuestos, trabaja y cree, sin recibir la común respuesta de: pues si no te gusta, vete a tu país.
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