lunes, 24 de noviembre de 2014

Consecuencias

Me acuerdo de la noche que mi mamá me dijo que ella era Papá Noel. Estábamos en Girardot, ella sentada al borde de la piscina y yo nadando en esta. Seguramente ya había oído rumores porque de frente y sin anestesia le pregunté si Papá Noel realmente existía (nunca creí en el Niño Dios, me parecía -me parece- totalmente ilógico que un bebé ande repartiendo regalos por el mundo, al menos el otro tiene toda la logística armada con su trineo y los renos). Ella me respondió que ella era la que me daba esos regalos. Yo me di la vuelta y nadé un rato. No me acuerdo qué sentí. Solo lo que hice. 

Pero asumo que esa fue de las primeras veces en que tuve que lidiar con el darme cuenta que había creído en algo que era falso. Que había sido engañada. Asumo que mi mamá luego me dio alguna buena explicación y por eso no me acuerdo con trauma del tema. 

Pero hoy sí me siento engañada. Hoy sí tengo que lidiar con el trauma de darme cuenta que he creído en algo que era falso. 

Y duele. Duele saberme engañada. Duele preguntarme por qué no me di cuenta, si es que no vi las señales o no las quise ver. Duele pasar las noches revisando lo que ha pasado en estos años, tratando de entender cómo fue que me engañaron por tanto tiempo. 

La cosa es que eso me lo esperaba. El over-thinking es mi característica más poderosa y claramente yo iba a pasar días analizando el pasado para intentar entender algo que no voy a entender nunca. 

Lo que no me esperaba -y que me he debido esperar- es que esta situación me ha hecho desconfiar de los que quiero. Sin que me diera cuenta, en estas últimas semanas, cuando me han dicho que me quieren, que soy importante para ellos, que me extrañan... una parte de mí ha sentido que no es cierto. Que lo dicen por compromiso y no porque sea realidad.  

Y hoy tuve que pasar mi hora entera de terapia entendiendo que tengo una especie de estrés post traumático y que me está costando confiar porque me di contra el mundo. Pero durísimo. Y de una forma que jamás creí posible. 

Pero no quiero. No quiero desconfiar. En la misma medida en que no quiero jamás volver a sentir que he sido engañada por alguien en quién confiaba ciegamente, no quiero preguntarme si es cierto cada vez que me digan que me quieren. Quiero creer en las palabras que me dice el Sr. Gelatina porque él no me ha dado ningún motivo para desconfiar. Quiero confiar en lo que he construido con él y con el resto de los que quiero. No quiero comparar lo que creo de mi gente contra esa realidad espantosa donde por cinco años creí en quién no debía. 


0 comentarios: