miércoles, 6 de febrero de 2013

¿Se sobrevive el colegio?

Hace unos días, leí un artículo que se llama Why you never truly leave high-school y la verdad es que me dejó con la cabeza jodida. Básicamente explica que el cerebro de los adolescentes sigue en formación durante esos espantosos años. Y por eso los traumas de la adolescencia, nunca se superan. Aparentemente es una época determinante para la vida adulta. 

En resumidas cuentas, como uno era de adolescente es como uno será de adulto. Lo que le jodió la vida a los 14, le joderá a uno la vida a los 40 y en lo que uno se siente seguro (si eso en realidad existe) a los 16, es en lo que uno se sentirá seguro a los 50. Aparentemente los que fueron felices en la adolescencia, lo serán de grandes. Los que eran atractivos en el high-school son los que pueden casarse: 

"Attractiveness in high school has lingering effects, too, even fifteen years later. “It predicted a greater likelihood of marrying,” says Crosnoe, “better earning potential, better mental health.”

La cosa empeora, según el artículo los miedos, vergüenzas y definiciones sobre lo que uno es, se cargan el resto de la vida. Así, básicamente uno nunca sale del high-school y se queda con una cantidad de taras mentales que moldean la forma en que uno vive la vida. 

El cuento es que en las últimas semanas - no sé si influenciada por el artículo o no - he vuelto a sentirme como cuando tenía 17 años. Y no propiamente la felicidad intensa y desaforada del primer amor. 

Desde niña siempre fui independiente y en algunos casos solitaria. De adolescente logré establecer amistades, muchas de las cuales perduran hasta hoy y que son de las cosas más valiosas que tengo en la vida. Pero no lo sentía así a los 16. 

A esa edad, sentía que mis amigas eran más amigas entre ellas que conmigo. Lo escribo y suena increíblemente inmaduro, pero así era. Y finalmente es la edad para sentir esas cosas. Para tener ese hueco en el estómago de mis amigos no me quieren como yo los quiero y yo soy la añadida del grupo. 

Pero los años pasan, llego a mis 30 y resulta que hay días donde me siento exactamente así. Y con gente que sé que en realidad no es mi amiga, que por coyuntura terminan estando cerca pero que no pasaran a mi biografía. 

Entonces ahí voy en el dilema entre la adulta que dice que eso no importa, que yo tengo las cosas claras, que sé a quién quiero y a quién no, quién es mi amigo y quién no... y la adolescente que se enfurrusca porque no la invitaron a la fiesta. 







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