martes, 20 de marzo de 2012

Y entonces uno extraña...

Encontrar casa fue un proceso largo y frustrante. Hacer llamadas, ver sitios horribles, oír una y otra vez que no quieren vivir con gatos... Pero el día que encontré casa, cuando dije que sí, pagué el estudio y me aseguraron que ya lo tenían bloqueado para mí... en ese momento extrañé a tener a alguien... Alguien como Open-Boy.

No necesité a nadie para que me acompañara a buscar casa, no necesité a nadie en específico que oyera mi frustración, para eso conté con mi mamá y mis amigos... pero en el instante en que sentí que había encontrado un lugar que me hacia feliz... ahí quise volver a tener cerca a Open-Boy. Quise poder contarle, compartir mi emoción. Y de repente el corazón fue agridulce.

Y sé que en el fondo, no lo extraño a él. Extraño la idea de él. Extraño tener a alguien para compartir mis cosas. Como le dije el otro día a Pollo en un correo, extraño tener un compañero para contarle los cambios que estoy viviendo. Pero como es muy difícil extrañar en abstracto, mi cerebro convierte el anhelo de una pareja en nostalgia de Open-Boy. Y al hacerlo, su ausencia vuelve a pesarme, el dolor por su silencio regresa. No puedo evitar preguntarme cómo esta, si esta bien, si es feliz, si logró lo que quería. Y luego me pregunto lo que menos debería preguntarme... si me extraña, si de repente él también pisa minas emocionales que lo dejan pensando en mí y con el corazón adolorido, si a veces siente que el tiempo no ha pasado y que extrañarme es parte normal de la vida.

Pero debo dejar de hacer esto. Debo quedarme con las cosas buenas, con la felicidad de los cambios positivos. Adaptándome a ellos. Y dando el espacio para que cuando sea momento, alguien más entre en mi vida.


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