martes, 9 de agosto de 2011

A dos velocidades

No soy una persona particularmente musical, sin embargo, la música es parte de mi vida diaria. Necesito constantemente tener una banda sonora para poder concentrarme. Y a veces la música es la mejor expresión de lo que siento y vivo.

Hoy pasó algo extraño, dos canciones distintas evidenciaron cómo estoy enfrentando dos procesos de duelo. Y debo aceptar que me sorprendí un poco.

Esta mañana venía en el taxi y de repente sonó No hay nada más difícil. Esa canción que no paraba de sonar en mi cabeza cuando mi abuelo se murió. "No hay nada más difícil que vivir sin ti". Y antes de que me diera cuenta tenía un enorme nudo en la garganta y no pude evitar llorar. Sentí de nuevo el hueco y su ausencia dolió como siempre. Pensé en que aunque el tiempo ha pasado, el dolor sigue existiendo. No pude evitar preguntarme cuándo el dolor dejará de estar tan a flote.

En cambio, horas más tarde, estaba trabajando y sonó Soundtrack to the end, la canción que mi corazón gritaba en los primeros días de ausencia de Open-boy. "And all our hearts were breaking". Durante muchos días oirla me recordaba el vuelo de regreso: mientras esperaba a entrar al avión para encontrarlo, la canción sonó y por un instante, supe lo que venía, el dolor que llegaría y lo mucho que me pesaría su ausencia. Cada vez que sonaba, yo no podía evitar llorar. Hoy, solo noté que estaba oyendo esa canción porque tuve que ponerle pausa y entonces vi el título en mi teléfono. Y me encontré a mi misma estando tranquila, sin sentir aquel hueco que tanto tiempo ha estado en mi alma. Descubrí que de repente no tenía dolor y que podía recordar que es una canción hermosa. La puse nuevamente y la oí completa, por primera vez en meses, sin sentir la tristeza que durante tanto tiempo me acompañó.






0 comentarios: