lunes, 6 de junio de 2011

And then you do something stupid...

Desde ayer tenía esa horrible necesidad de escribirle. Necesidad más grande que de costumbre. Esa horrible urgencia de decirle Hola. De recordarle que todavía existo así ya no sea nada en su vida. Y me había aguantado. Esta mañana una amiga me hizo toda una lista de los motivos para no hacerlo. Motivos reales, ciertos contra los cuales no puedo decir nada. Así que me ocupe. Me dediqué a mi trabajo y por algunas horas no pensé en él ni sentí su ausencia.

Y volviendo a la casa, cuando estaba a tan solo unas cuadras, Tattoo-boy llamó para invitarme a cenar. Dijo que moría de hambre y le dije que sí. Y luego dijo que tenía antojo de comida India. Y yo sabía que se refería a ese restaurante al que fui con Open-Boy, donde hablamos de la vida, su relación, mi trabajo. Donde soñamos que podíamos ser. Sabía que sería una mala idea pero también estoy cansada de huir de todo. Así que dije que sí.

Llegué tarde y Tattoo-boy ya estaba sentado. En la misma mesa, en la misma silla que se sentó Open-Boy. Quise salir corriendo. No lo hice. Me senté y sin pedirle permiso me tomé un sorbo de su cerveza. La mitad de la cena tuve un enorme nudo en la garganta. La otra mitad fingi que todo estaba bien, y cuando él habló sobre cómo a duras penas lo conozco no pude refutar nada. Y cuando me preguntó si yo me casaría con Open-Boy... sin dudarlo le dije que sí. Y tal vez sea una idiotez, tal vez eso sea aún más estúpido que el resto de las cosas, pero lo haría. No sé exactamente por qué. Pero hoy lo haría.

Así que regresé a la casa. Caminando despacio. Sin ganas. Subí los tres pisos, abrí la puerta, prendi la compu y le escribí.

Y sé que no responderá. Y espero poder lidiar con la diminuta esperanza de que lo haga. Trataré de aferrarme a la esperanza de que cuando abra el correo, simplemente sonría. Así yo nunca me entere de que lo hizo.

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