Estas últimas semanas, he ido a comer muy seguido con dos amigos del trabajo. De esos que cuando yo quiero describir cómo son los mexicanos me sirven de modelo mental. Buenos, amables, caballerosos, con un sentido del humor distinto al mío y con una visión del mundo exactamente opuesta a la mía.
Y entonces he recordado que muchas veces yo paso por bicho raro en este mundo. He tenido que responder una y otra vez las mismas preguntas "¿pero por qué no quieres tener hijos?", "¿no dejas que los hombres te inviten a todo cuando sales con ellos????", "¿cómo así que para ti es suficiente con irte a vivir con alguien, por qué no quieres una ceremonia?", "¿por qué no quieres comprar un departamento?", "¿por qué saldrías con alguien que no quiere casarse?"
Y así. Por horas. Y es cierto. Yo no necesito una ceremonia para sentir que estoy comprometida con alguien, sigo sin saber si quiero tener hijos pero tengo muy claro que si no pasa, yo no me voy a morir frustrada. Y no. No quiero un departamento. No es una prioridad para mí. Y odio que me inviten a todo solo por el hecho de ser mujer y estar en proceso de cortejo. Mis ovarios no son motivo suficiente para que paguen todo por mí. Yo tengo un salario. Ah! y puedo estar en relaciones extrañas, amorfas y sin definición en la medida en que me sienta cómoda y contenta. Punto.
Claramente hay días en donde me estreso porque yo no tengo en dónde caerme muerta. Esos días usualmente pasan cuando me relaciono con mi mundo colombiano, ese que ya anda tan casado, tan con casa propia y todas esas cosas que yo no tengo. Porque al final, mis posesiones se limitan a un refrigerador que compré usado, un microondas que también compré usado, una laptop que realmente no funciona, un sofá-cama lleno de pelos de Ginebra y una cama que anoche se rompió y me mostró que lo malo de ser independiente es que las camas se rompen cuando uno esta solo, sin hacer nada divertido y por tanto, le toca a uno volver a armarla estando solo para dormirse sin hacer nada divertido antes.
El tema es que esas son las cosas que menos me importan. Mis verdaderas posesiones son Ginebra, mis libros, las fotos de Pollo que decoran este depa, el reloj de mi abuelo, un escritorio en Guasca que probablemente nunca usaré en mi vida...
Al final, luego de semanas de interrogatorios, he podido concluir que yo vivo muy contenta con mi vida. Sé que tengo prioridades distintas a las de la mayoría, pero siento que tengo lo que realmente quiero. Yo prefiero no tener donde caerme muerta y no ser parte del mercado inmobiliario pero haber hecho los viajes que he hecho. Haber tomado los cursos que he tomado. Vivir por fuera. Mi libertad de hacer lo que quiero como quiero, sin la red de seguridad (siendo la palabra clave RED) que representa tener a la familia y a los amigos cerca.
En vez de gastarme la plata pagando cuotas para un departamento, yo me la gasto en mi taller de escritura, yéndome a Toronto a visitar a Pollo y a ver películas de 25 dólares, en viajes express a Chicago solo porque sí, tirándome de paracaídas (mi regalo de cumpleaños para mi misma de este año), comiendo rico con mis amigos los fines de semana y en cuanta cosa se me ha ocurrido.
En 5 años probablemente seguiré sin tener el departamento, pero quiero pensar que tendré mi novela lista (y si no, al menos habré hecho el intenso ejercicio de haber escrito), habré caminado a 356 metros de altura, tendré la foto desnuda de Tunick, habré enfrentado el miedo de pararme frente al mundo y contar mis historias de la forma más graciosa que puedo, habré viajado, conocido países, hecho amigos increíbles que están conmigo sin importar la distancia y se convirtieron en mi familia, la otra familia seguirá siendo el apoyo que siempre necesito y ante todo, tendré la enorme tranquilidad y felicidad de saber que he vivido mi vida como quiero, así la forma no siempre sea la que el mundo espera.